La cerdita alegre fué hacia allí, picó a la puerta y abrierón, era un Sátiro y un bebé cerdito.
-¡Fuera de aquí guarra! Y nunca mejor dicho. -dijo el Sátiro-.
La cerdita se sintió mal porque no entendía por qué aquel extraño la insultaba.
-Perdone señor, solo buscaba un lugar en el que refugiarse.
Aquella última frase hizo reflexionar al Sátiro "actúa como si no supiera que este es su hijo y como si no me reconociera, ¿será el golpe que se ha dado?" pensó. "Le diré que entré y en el más mínimo descuido me la comeré, este cuando se haga mayor lo engordo y me lo zampo también"
-Claro, eee.... Lo siento, es que estoy un poco cabreado por unos asuntos estresantes, pero... Pasa.
-dijo el Sátiro-.-Ven te enseñaré tu habitación.
-No quisiera ser una carga. -dijo la cerdita- pero esque no se ni quién soy, dónde vivo o como me llamo -se lamentaba al borde de las lagrimas-.
El Sátiro la miraba mientras ella lloraba desconsoladamente, lo único que se le ocurrió al Sátiro fue decirle -Oye, deberías de estar hambrienta, por qué no comes algo? -Ella lo miró se seco los ojos y le contestó:
-Sí, la verdad es que me muero de hambre, vayamos a comer.
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Participantes: Laura, Álvaro y Melinda