Capítulo 19.

1.4K 71 10
                                    

Agarré el brazo de Vietto y le llevé hacia donde no había nadie.

-Alejandra: Dime. -Dije sonriendo.

-Vietto: Verás... Ale... Yo... Desde lo que pasó, ya sabes, noto como que Antoine está raro conmigo aunque lo intente disimular... Y me siento mal por ello.

No pude evitar mirar con ternura a ese chaval. Era muy buena persona, a otro le habría dado igual.

-Alejandra: Habla con él, dile que solo somos amigos, y sino, ya hablaré yo, pero creo que eso es algo más entre él y tú Lucho.

Sonrió.

-Vietto: Muchas gracias Ale. ¿Sabes? Cuida a Anto, él no va a dudar en cuidarte a ti.

Sonreí y abracé a Vietto.

-Alejandra: Ahora a entrenar pendejo. -Él rió y fuimos hacia las instalaciones.

Luciano entró al vestuario y yo me dediqué a dar una vuelta por los pasillos.

Noté como alguien de un empujón me ponía contra la pared.

-Alejandra: Joder tío, que susto. -Dije notando el aliento de Antoine cerca de mi boca.

-Antoine: ¿Qué quería Vietto?

-Alejandra: Nada, me pedía ayuda porque dice que estás raro con él, así que, guapetón, relaja ya y estén normal con él.

-Antoine: Me da miedo que quiera estar contigo...

-Alejandra: Ni él lo quiere, ni yo lo quiero.

-Antoine: Y a mí, ¿me quieres?

-Alejandra: Claro que quiero estar contigo, sino no lo estaría. -Sonreí.

Antoine resopló y me soltó.

-Antoine: Esa no era la pregunta, Alejandra. -Dijo alejándose.

No sé decirte que te quiero, no me sale, joder.

Cerré los ojos con frustación. Puede parecer una chorrada, pero que me cueste tanto decirlo...

Me metí al campo cuando ya estaban corriendo.

Miré a Antoine. Él miraba al suelo, confuso, o eso parecía. Alzó la mirada y se encontró con la mía. Me sonrió. Y yo, le devolví la sonrísa.

Cogí un balón y me puse a dar toquecitos.

Cuando llevaba unos cuantos ya, y ya había empezado con mi recital de maravillas y de regates en el aire casi imposibles, toda la plantilla se puso a gritar. "Ale Ale Ale Ale Ale Ale Ale Ale Ale Ale Ale Ale Ale"

Que idónea la canción... Reí paré el balón e hice una reverencia.

Mi padre se puso a explicar cuál sería el ejercicio que practicarían justo en ese momento.

Miro hacia el banquillo y veo a mis hermanos entretenidos con sus teléfonos móviles.

Me acerco y les obligo a que jueguen conmigo. Dos días. Solo eso y se vuelven a Argentina todos, menos Giuliano.

Estábamos jugando en donde no molestasemos al entrenamiento cuando el balón golpeado por Giuliano con toda la fuerza del mundo y a pocos centímetros de mí impactó en mi hombro.

Pegué un grito ahogado, era el hombro en el que me golpeó aquel imbécil. Todavía me dolía un poco, y ese golpe lo demostraba.

Mi hermano vino a disculparse, y sin darle explicaciones de por qué me dolía, volví a chutar balones.

No me valen los demás.Where stories live. Discover now