Prólogo.

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¡Ding! ¡Ding!

El sonido -para nada cálido- del despertador, me ha hecho levantarme agitada de mis tantas pesadillas, gracias a mi trabajo, se puede decir que obtenía muchas opciones para elegir. Mi nombre es Camila Cabello y esta es mi vida.

Como de costumbre me levanto cada mañana y me dirijo al balcón, el edificio frente a un gran parque me otorga la oportunidad de recibir el viento en mis rostro cada mañana, sobre todo en la época de Otoño, ya el viento se encuentra frío, lo suficiente como para enfriar mis pensamientos, mis dolores, mis miedos, lo suficiente como para sentirme viva una vez más. Camino hasta el baño donde tomo una ducha -lo más tibia posible- y me sumerjo en un mundo diferente durante os siguientes diez minutos, me libero del estrés y me lavo los dientes. Cuando eres psicóloga, es difícil realmente no estar abrumado y nada mejor que una taza de café caliente después de colocarme mi uniforme antes de ir a trabajar. «Algo estúpido ¿no?»

Cuando termino mi taza de café, la dejo en el refrigerador y mire -como de costumbre- el reloj de la cocina. Tomo una bocana de aire, junto a mi maletín, mi teléfono y una chaqueta negra. Salgo junto a mis laves y bajo en el ascensor, siempre me consigo con las misma personas, el señor Smith que vive en el piso doce y la señorita Miller del piso nueve, a veces vivir en la mitad del gran edificio tenía sus ventajas. Como siempre, salude con la cabeza y una sonrisa y caminé hasta la parada de autobús donde solía subir a diario. Para cuando llegué, la zona de la ciudad estaba mayormente solitaria en los días y abarrotadas en las noches, sinceramente se podría considerar algo abrumador. Entre después de saludar a Sam -el portero- y subí las escaleras eléctricas y después de estás, los cien escalones que emprendían un reto para mí a diario. Mi oficina estaba abarrotada de papeles y casos sin contar que yo llevaba algunos de esos a casa. Suspiré agotada y un sobre rojo llamó mi atención.

Lo abrí y una letra imprenta se mostraba con mi nombre en el título.

«Es hora de empezar nuestro juego, Cabello. »

El teléfono sonó, lo que me hizo estremecer y soltar el sobre, este tipo de amenazas no era común, pero siendo psicóloga, ya había visto este tipo de cartas. Atendí el teléfono con una voz más ronca de lo normal.

-¿Hola? -pregunté pero nadie contestaba. Como si del otro lado se esperaba que yo hablara primero o que reconociera a la persona. Negué mentalmente, nadie que me conozca haría esto, claramente saben que soy alguien que odia los misterios. La línea se mantuvo en silencio y de pronto se escucho un leve suspiro. La llamada se colgó. Volví el teléfono a la mesa y este repicó nuevamente.

-Esto no me parece gracioso. -Comenté ahora enojada.

-A mí tampoco. -Me dijo el Doctor Clark, Marcus Clark era el encargado de la mayor institución psicológica de la ciudad y un terrible jefe.

-Lo lamento. -Me aclaré la garganta y tome asiento.

-La necesito ahora mismo en mi oficina. Oh y ¿señorita Cabello?

-¿Si? -dije indiferente.

-Aprenda a colgar su teléfono. -Colgó. Suspiré exasperada y me levanté para caminar hasta la oficina del "mejor jefe del mundo" y el más idiota también. Esta mañana no tenían precisamente la mejor sonrisa del mundo.

Caminé lentamente por los largos pasillos hasta llegar a la oficina de mi jefe. Llevaba trabajando como psicóloga desde que me gradué en la Universidad. Mi "magnifico" jefe me acogió y me abrió las puertas cuando muchas otras se me cerraron. Y eso era lo único que me mantenía en esta institución... eso y pensar en que podía ayudar a mejorar bastantes vidas. Cuando llegué frente a la oficina cogí aire y llamé a la puerta escuchando un seco "adelante". Abrí la puerta pasando y viendo a Marcus sentado delante de su escritorio. Alzó la vista hacia mi con una sonrisa no muy agradable

-Señorita Cabello... espero que tenga usted un buen día que recién comienza... siéntese. -Sonreí de lado y le obedecí cruzándome de piernas en la silla. Marcus también se sentó.

Miré fijamente una foto de su familia en su escritorio, solía estar de pie pero hoy estaba boca abajo, justo después de que su secretaria saliera agitada de su oficina, realmente no podía esperar a escuchar lo que tenía para decir.

-Usted... ha sido parte importante de esta institución. -Dijo mirándome fijamente. -Y me gustaría decir, que ha sido la mejor en esto, porque se merecería el título, pero todo se hace son sacrificios y eso es lo que estoy haciendo en este preciso momento. La estoy sacrificando.

-¿A qué se refiere? -pregunté levantándome de mi asiento. -¿Está despidiéndome? Yo...

-¡No! -negó gracioso. -No, para nada, voy a... re asignarla.

-¿A dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué?

-Calma, calma. -Se levantó y miró por la ventana dándome la espalda. -Debe hacer esto para tener el reconocimiento y quedaría como... la gerente de esta Institución, como sabe... -Me miró. -Mis hijos no tienen la capacidad de hacer eso y no creo que la tengan en un largo tiempo, eres joven Camila y sé que harás las cosas bien, pero solo... si sobrevives a esta prueba.

Lo miré confundida.

-Te irás mañana, toma. -Me entregó las llaves de un auto. -Será tuyo mientras estés haciendo esto, después de eso, confío en que tendrás para pagar el tuyo propio. -Asentí. -Esta es la dirección. -Me entregó un papel. Caminé hasta la puerta y me giré cuando se aclaró la garganta. -Oye...

-¿Si?

-Buena suerte, la necesitarás. No sabes lo que te espera.

Salí exasperada de la oficina de Marcus y tomé una bocanada de aire, podría ser más idiota de lo que pensaba. Sentí unas manos rodear mi espalda y al girarme, Ally se encontraba frente a mí con esa peculiar sonrisa inocente.

-Mila, por poco te reconozco, estás echando humo por lo oídos. -Dijo graciosa.

-Hola, Brooke. No estoy de humor. -Contesté y caminé directo al ascensor. Ally me siguió hasta este y se adelantó en pulsar el botón. Baje la mano y le agradecí.

-¿Brooke? -dijo señalando su pecho y fingiendo una cara de ofensa. -Me siento más que ofendida, Dios te castigará.

Se me hizo imposible no reír ante su comentario y ella lo aprovechó para sacarme tema de conversación. -Eres una tonta ¿te lo he dicho? -pregunté graciosa y ella se encogió de hombros mientras asentía. -Sabes que no es cierto, solo estoy molesta, para nada de humor.

-¿Estás en tus días? ¿Estás enamorada? ¿Menopausia? ¿Frustración? -preguntó.

-No, no. ¡Ew, no! aún y ¡definitivamente no! -contesté graciosa y entre al ascensor, ella después de mí.

-Bien, esto es preocupante, se supone que como psicóloga debería ser buena para esto pero eres tan dura como una piedra. -Reímos.

-Es porque yo también soy psicóloga. Nuestro trabajo es escuchar, no hablar. Como sea, ya no podremos vernos en la oficina, que ya no es mi oficina porque me acaban de transferir a quién sabe dónde para un caso especial, todo porque Marcus me "ama". -Contesté exasperada.

Ally rio. -Sacarte eso fue más fácil de lo que pensé. -El ascensor se detuvo y salimos de este. Le di una mirada de odio y ella hizo una reverencia a la cual correspondí con una carcajada. -Podremos vernos, te recuerdo que vivimos a un apartamento de diferencia, aún no entiendo como no vienes conmigo al trabajo.

Me encogí de hombros. -Llegas demasiado temprano al trabajo. -Abrí la puerta de mi antigua oficina a partir de hoy y tomé asiento detrás del viejo escritorio abarrotado de papeles, algunos importantes, otros no; algunos nuevos, otros de años pasados. El ambiente estaba pesado y entre tanto blanco y negros, lo único que se distinguía era la carta que había recibido esta mañana.

-¿Mila? -Ally me llamaba. -¿Escuchaste lo que dije?

Negué avergonzada y Ally solo rió. -Me gustaría que dejaras de perderte en tus pensamientos y por una vez te divirtieras. ¿Has pensado en salir con alguien?

Negué. -Tengo cosas mejores que hacer, además, tampoco tengo tiempo para arriesgarme a dar mi corazón y que lo desechen, no estoy lista, no de nuevo, no ahora. -Me levanté de la silla y guarde los documentos en un maletín junto a algunas cosas más. -A lo único que me arriesgaré en este momento es a la aventura que me da este trabajo. Espero que dé lo mejor de sí, porque Camila Cabello, jamás se rinde.


Psycho In Love CamrenWhere stories live. Discover now