2. Carreras clandestinas

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FAITH.

Salgo del baño corriendo con la toalla blanca enrollada sobre mi cuerpo. Estoy atrasada. Tomo un jean de mezclilla con las rodillas rasgadas junto con una remera corta de lana con las mangas largas y unas zapatillas Adidas de color blanco. Cepillarse el cabello parece una tarea fácil, pero no lo es, para nada. Literalmente, es un dolor de cabeza. Rio ante mi chiste mental, luego frunzo el entrecejo frente al espejo. Necesito amigos. Definitivamente. Suspiro mientras acomodo mi cabello. No es para nada gracioso lo que me sucede, de verdad, hasta me dan ganas de llorar. «Cada día estoy más calva...»

Niego con la cabeza. Me quejo al instante. El dolor que tengo en el cuello me está pasando la cuenta. Me siento como el burro de la película Shrek cuando ladea el cuello y se queda así por unos segundos. Tomo mi estuche con maquillaje y lo guardo dentro de mi mochila. Me siento sobre la cama unos segundos y ya no tengo intención de volverme a levantar. La pereza me tiene dominada por completo. No quiero más clases, no quiero seguir respirando si la vida se trata de solo trabajar duro hasta morir, prefiero pasar a la última parte para evitar todo el sacrificio. «Vamos, sólo cuatro meses más de esta mierda y terminarás tu penúltimo año en la maldita universidad».

Bufo con fastidio. Ni siquiera sirvo para motivarme a mí misma. Ya puedo empezar a elegir el color del ataúd en el que quiero que guarden mi cadáver. Gruño ante mis pensamientos. A veces soy tan pesimista que me dan ganas de arrojarme a un pozo. Quiero faltar y estoy dispuesta a hacerlo... o lo estaría de no ser por dos cosas.

Número uno: mi padre me mataría.

Número dos: Hailee me mataría.

—Que alentador... —susurro para mí misma con sarcasmo.

Me levanto con rapidez para evitar pensar en lo cómoda que se encontraba mi cama en ese momento. Tomo mi mochila y las llaves del auto que mi padre me compró hace unos meses. De no ser porque puso un rastreador en algún lugar del auto, yo en este momento estaría en el último piso de la torre más alta de Dubai. Já, no es cierto. La verdad es que ni siquiera tengo la oportunidad de escapar, antes de eso sus gorilas me taclean como en un juego de futbol americano. Bajo cautelosamente las escaleras para evitar encontrarme con mi padre en el pasillo y corro hacia la cochera para liberar a mi preciado BMW i8 negro de su corral. Me subo en él y me dirijo hacia la universidad aprovechando todos los semáforos en rojo para maquillarme y no parecer un monstruo. Antes de llegar al auditorio en donde el profesor Charles Dawson explica sus clases de bioquímica, un pervertido simio machista que cree que en pleno siglo veintiuno una mujer necesita de sus halagos no solicitados, trata de ligar conmigo en el estacionamiento de la universidad. Momento tedioso. No encuentro a Hailee en ningún lugar del auditorio, por lo que, en realidad, sí estoy atenta a lo que el profesor explica. Cuando concluye la clase, permanezco sentada unos segundos mientras le escribo un mensaje a la rubia fugitiva.

¿Dónde estás? 10:02 ✔️

Los mensajes no le están llegando. Seguramente tiene el celular en modo avión para que nadie la moleste. Me levanto de las butacas con cuidado porque siempre se quedan mis pertenecías atrapadas cuando esta se cierra. La correa de mi mochila negra está algo corta. Arreglo la medida y acomodo ambas correas en mis hombros. Odio con mi alma los pasillos rebalsados de gente caminado distraídamente como si los demás no tuviéramos prisa. Me hastía la gente que no se mueve a mi ritmo.

—¿Dónde estás, rubia? —pregunto para mí misma.

Mi cuerpo se estrella contra un duro pecho oculto tras una camiseta negra, desestabilizando mi cuerpo. Antes de caer al suelo, sus brazos sujetan mi cintura y me levantan hasta quedar frente a frente. Lo observo con los ojos entrecerrados. A ese chico yo lo he visto anteriormente, pero no recuerdo en dónde. Su cabello castaño está corto y peinado hacia arriba, sus ojos son de un color avellana demasiado llamativo, su nariz es recta y fina, encaja perfectamente con las facciones delicadas de su rostro, su mandíbula está marcada, sus pestañas son largas y rizadas, sus cejas están sutilmente pobladas y sus labios... sus malditos labios son los más maravillosos que he visto en mi vida, con un lunar a un centímetro de su comisura derecha. Por la forma en la que me sostiene, deduzco que es zurdo.

Prohibida (+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora