5. Problemas

7.6K 221 12
                                    

FAITH.

Tragué con dificultad cuando escuché los trotes de Jason sobre los escalones. Había esperado a que él se marchara para poder salir con tranquilidad de mi habitación. La radio de la sala principal estaba encendida y la canción "I Feel Like I'm Drowning" de ese chico que se hacía llamar Two Feet, se escuchaba en cada rincón de la casa. Escucharla me hacía dudar de la presencia de Jason, pero bajé por la escalera de todos modos. Como casi todo lo demás en mi vida, mi plan no resultó como yo esperaba. Mackay estaba de pie frente al mesón de la cocina. No me permitió ver lo que estaba haciendo. Salió de la casa azotando la puerta principal sin decir una miserable palabra ni mirarme de reojo. Era igual a un niño de diez años haciendo un berrinche. ¿Por qué adoptaba esa actitud solo por un rechazo? ¡lo había salvado de un despido!

—¡Jódete!

Estaba furiosa. Era un malagradecido total. Si yo fuera una chica distinta, lo habría seducido hasta conseguir que mi padre nos viera y lo despidiera por no acatar sus órdenes, pero decidí no hacerlo aun sabiendo lo cerca que estaba de saberlo todo. Desgraciado. Mi mochila se deslizó por mi brazo hasta caer en el suelo, no la detuve. La puerta se abrió con la misma ferocidad que Mackay la había cerrado. Sus zancadas eran tan rápidas y largas que no me dio tempo de escapar o cambar de posición. Congelada como un muñeco de nieve recién hecho, exactamente así estaba. Qué porquería.

—¿Qué fue lo que dijiste?

Por la forma en que se había aproximado y lo sensual que era la maldita canción que rondaba en mi cabeza, mis piernas temblaron como gelatina. Christian Grey llegó a mis pensamientos. Me odié por ser tan voluble. No era un momento adecuado para tener deseos lujuriosos con el enemigo. Mi piel se calentó. Se sintió como si las venas de mi cuerpo estuvieran en llamas, como si un escalofrío a la inversa hubiera recorrido todo en mí. Vergüenza era lo único que se reflejaba en mi rostro.

—Mackay... —susurré con un hilo de voz.

—¡Responde!

—¡¿Estás sordo o qué maldita sea?! —bramé.

—¡No me vuelvas a gritar!

Lo que sucedió después no me lo esperaba. Sus manos aprisionaron mis muñecas sobre mi cabeza y contra la pared. Su respiración agitada se mezclaba con la mía. Lamió sus labios sin apartar su mirada de la mía. Maldita sea, ese tic iba a matarme de algo al corazón, era demasiado sexy. Se inclinó unos centímetros más hasta que nuestros labios se tocaron, fue cuando la punta de su lengua recorrió mi labio inferior. Santa madre de Jesús. Me sentí desfallecer. Su agarre sobre mis muñecas se aflojó un poco, pero no me soltó y, para ser completamente sincera, no estaba segura de querer que lo hiciera. Una de sus manos acarició mi mentón y un jadeó ahogado se escapó de mi boca, no me había percatado de que me sujetaba con tan solo una de sus manos. Quise golpearlo hasta que su cabeza se partiera en dos y ya no le quedara sangre para seguir derramando en el piso y, al mismo tiempo, quise que me tomara por los muslos y me follara en el mesón de la cocina. Algo no estaba bien. Jamás había sido del tipo de personas que se volvía loca por sus pensamientos libidinosos.

«Basta, Satán. No caeré en tu juego.»

—Tú no eres nadie para impedirme algo.

—Lo lamento, con tu respiración tan agitada por mi cercanía no logro escucharte —se burló— ¿qué fue lo que dijiste, Faith?

—Me escuchaste a la perfección, imbécil —repliqué enojada— ¿haces todo esto por lo que sucedió ayer? ¿es tu forma de castigarme por rechazarte?

Prohibida (+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora