Capítulo 22 (parte 2)

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Como siempre, votad y comentad para más:) mencionaré al comentario que más me guste entre esta parte y la anterior. ¡Muchas gracias por todo!
Al siguiente día me desperté temprano, el cielo estaba de un azul claro neblinoso y opalino. Me quedé boca arriba un rato antes de levantarme y bajar a desayunar, pensando en el largo día que tenía por delante.
En el Gran Comedor me encontré con Harry, y como apenas había alumnos allí me senté junto a él en la mesa de Gryffindor.
—... así que ellos armarán un alboroto y yo mientras iré a hablar con Sirius en el despacho de Umbridge...— terminó de explicarme el plan con el que los gemelos conseguirían hacer que Harry y su padrino pudieran hablar.
—Caray, ¿y estás nervioso?— pregunté después de tragar un trozo de tostada.
—Un poco... Pero muerto de ganas...— los ojos de Harry miraron un punto indefinido sobre mi cabeza, más bien detrás de mí. Me giré y vi a Draco, que me sonrió un poco y luego miró a Harry con desdén.
—Liv, cuando acabes de hablar con San Potter ven conmigo a la mesa, ¿vale? Hasta luego — dijo y después me besó la mejilla y se fue en dirección a la mesa Slytherin. Harry, mientras tanto, estaba con la boca abierta y yo con las mejillas rojas como un tomate.
—¡No...! ¡Con Malfoy, otra vez...!— chilló —. Te creía más lista.
Le miré a punto de contestarle, pero él negó riendo.
—Es broma, es broma. Mientras te trate bien... Además, sí que eres lo bastante inteligente como para no dejar que juegue contigo.
Le sonreí y me levanté.
—Gracias Harry. ¡Nos vemos en pociones!— me despedí de él y fui a sentarme junto a Draco, que ya había empezado a desayunar — Que aproveche.
—Gracias. Hoy te has despertado temprano, ¿eh?— dijo pasando el brazo sobre mis hombros.
—Sí, la verdad es que sí... ¿Qué tenemos a primera hora?— pregunté bebiendo de su taza de leche.
—Creo que tenemos Adivinación, aunque yo tengo la reunión con Snape...
Le miré intentando parecer enfadada.
—¡Vas a dejarme sola en Adivinación! ¡No me lo puedo creer!— chillé pegándole en el hombro.
—Oh. Tranquila. Nott correrá para sentarse a tu lado...— susurro él con una sonrisa tonta.
—No seas burro, Draco— Murmuré dirigiendo la mirada a Theo, que acababa de sentarse junto a Blaise y Goyle enfrente nuestra.
                           • • •
  Me dirigía a pociones junto a Harry, Ron y Hermione. Los dos primeros se habían puesto a mi derecha mientras que mi amiga, resignada, se puso a mi izquierda. Aún estaba enfadada conmigo... Ella estaba hablandoles a ambos sobre lo mal que estaba lo que iban a hacer, el peligro que Harry corría, cómo podía ser expulsado...
—¡Hermione! Deja a Harry, ¡es mayorcito para hacer lo que quiera! — soltó Ron justo al entrar en la mazmorra. La castaña se quedó callada y se pusieron los tres juntos casi al final. Yo cogí una mesa en segunda fila, donde solía ponerse Draco. Esperé a que él llegara y cuando lo hizo ambos comenzamos a preparar nuestra poción.
Al acabar la clase todos dejamos un frasco sobre la mesa de Snape y yo comencé a recoger mis cosas cuando escuché una carcajada de Draco.
—Oh, Potter... Me temo que tiene otro cero — sentenció Snape. Harry estaba que echaba humo y salió atropelladamente del aula, junto a mis otros dos amigos.
—Vaya, Potter parece enfadado, ¿eh?— dijo Draco quitándome mi mochila para llevarla él.
—Quizás un mal día, tengo hambre. ¿Vamos?
Salimos de allí y nos dirigimos al Gran Comedor, cuando empezamos a comer me acordé de que Draco ya había tenido su reunión.
—¡DRACO!— Grité, haciendo que se atragantara con la sopa y la echara por la nariz. Todos los que estábamos alrededor rompimos en risas mientras él se sonrojaba y limpiaba su cara.
—¡No me des esos sustos! ¿Qué pasa?
—¿Qué tal te ha ido la entrevista? ¿Has decidido algo?— pregunté quitando una gota de sopa que aún quedaba en su barbilla y le besé.
—Bueno, ha ido bien, pero... No he decidido nada — contestó de forma cortante. Arquee una ceja y me giré para terminar de comer.
Dos clases después un gran alboroto había hecho que Umbridge saliera precipitadamente de la clase, tan aprisa como le permitían sus cortas piernas. A sabiendas de que ningún Slytherin dejaría escapar a Harry escaleras arriba, dirigí mi varita a una bola de papel del suelo, cercana a la mesa en la que estaban Crabbe y Goyle y la incendie al tiempo que gritaba, ya que se había comenzado a propagar por la mesa. Harry me sonrió mientras se escabullía entre la multitud y Hermione apagaba el fuego, después de eso todos salimos a ver qué pasaba fuera.
Un enorme pantano había aparecido en medio del vestíbulo y Fred y George estaban en medio del alboroto. Umbridge los apuntaba con la varita, en el centro del barullo de profesores, alumnos y fantasmas. Un rato después Filch había llegado casi llorando de felicidad.
—¡Ya tengo el permiso de azotes y las gustas preparadas!— gritó con alegría — ¡Por fin!
Por el rabillo del ojo pude ver a Harry llegar con el pelo más alborotado de lo normal. Le sonreí y giré la vista hacia los gemelos.
—Muy bien, Argus —repuso ella —. Vosotros dos —prosiguió sin dejar de mirar a los gemelos— vais a saber lo que les pasa a los alborotadores en mi colegio.
—¿Sabe qué le digo? — replicó Fred—. Me parece que no. —Miró a su hermano y añadió —: Creo que ya somos mayorcitos para estar internos en un colegio, George.
—Sí, yo también tengo esa impresión— coincidió George con desparpajo.
—Ya va siendo hora de que pongamos a prueba nuestro talento en el mundo real, ¿no?— le preguntó Fred.
—Desde luego —contestó George.
Y antes de que la profesora Umbridge pudiera decir ni una palabra, los gemelos Weasley levantaron sus varitas y gritaron juntos:
¡Accio escobas!
Harry oyó un fuerte estrépito a los lejos, miró hacia la izquierda y se agachó justo a tiempo. Las escobas de Fred y George, una de las cuales arrastraba todavía las pesadas cadenas y la barra de hierro con que la profesora Umbridge las había atado a la pare, volaban a toda pastilla por el pasillo hacia sus propietarios; torcieron a la izquierda, bajaron la escalera como una exhalación y se pararon en seco delante de los gemelos. El ruido que hizo la cadena al chocar contra las losas de piedra del suelo resonó por el vestíbulo.
—Hasta nunca —le dijo Fred a la profesora Umbridge, y pasó una pierna por encima de la escoba.
—Sí, no se moleste en enviarnos ninguna postal —añadió George, y también se montó encima de su escoba.
Fred miró a los estudiantes que se habían en el vestíbulo, que los observaban atentos y en silencio.
—Si a alguien le interesa comprar un pantano portátil como el que habéis visto, nos encontrarás en Sortilegios Weasley, en el número noventa y tres del callejón Diagon —dijo en voz alta.
—Hacemos descuentos especiales a los estudiantes de Hogwarts que se comprometan a utilizar nuestros productos para deshacerse de esta vieja bruja —añadió George señalando a Umbridge.
—¡DETENEDLOS! —chilló la mujer, pero ya era demasiado tarde.
Cuando la Brigada Inquisitorial empezó a cercarlos -incluido Draco-, Fred y George dieron un pisotón en el suelo y se elevaron más de cuatro metros, mientras la barra de hierro oscilaba peligrosamente un poco más abajo. Fred miro hacia el otro extremo del vestíbulo. Donde estaba suspendido el poltergeist, que cabeceaba a la misma altura que ellos, por encima de la multitud.
—Hazle la vida imposible por nosotros, Peeves.
Y Peeves, a quien Harry jamás había visto aceptar una orden de un alumno, se quitó el sombrero con cascabeles de la cabeza e hizo una ostentosa reverencia al mismo tiempo que los gemelos daban una vuelta al vestíbulo en medio de un aplauso apoteósico al que me uní y salían volando por las puertas abiertas hacia una espléndida puesta de sol.

—No me digas que no ha sido increíblemente divertido, Draquitodije más tarde en la sala común, mientras le revolvía el pelo. A él le había sentado fatal no poder pillar a los gemelos, aunque yo sabía que le solían impresionar sus travesuras.
—¡Aich! Mi pelo...— dijo abrazándose fuerte y espachurrandome —. No digo que no lo haya sido, pero está en contra de las normas...
—¿Desde cuando eres tan correcto, Malfoy?— preguntó Zabini riendo —. A mí los gemelos me parecen divertidísimos, la verdad.
—Son muy... Impredecibles— contestó Daphne Greengrass.
—Son unos asquerosos traidores de sangre— escupió Pansy, y la asesiné con la mirada. Desde nuestro encuentro la noche anterior cada vez que le miraba agachaba la cabeza, y en este momento no había sido menos.
—Cuidado con lo que dices, Parkinson. —volví a mirar a Draco y le besé la mejilla.
—¡Uuuuuuuuuuuh!— rieron Crabbe y Goyle. Los miré con una sonrisa y me estiré en el sofá. Realmente me sentía cada vez mejor entre los Slytherin.

Sangre Sucia (Draco Malfoy)Where stories live. Discover now