Capítulo 34

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Reviso cada página de cada revista de prensa rosa que me encuentro cuando confirmo por mí misma que es verdad y que se ha filtrado todo: desde la foto del baño que ya se había exparcido como la pólvora en la Universidad, hasta una foto nuestra cogidos de la mano yendo a almorzar.

Cierro los ojos mientras se me cae la carta al suelo. Me paso la mano por el pelo y con la otra cuelgo a Cassandra que seguía en la otra línea. No sé exactamente qué hacer. Esto aparte de arruinarme a mí, arruinará a mi padre dado el hecho de que haya acabado mi relación con Daniel sin que haya sido expuesta públicamente; además de que Elliott va a dejar de ser un simple chico y la prensa lo va a acosar. Su privacidad va a ser nula a partir de ahora.

Me siento mal, y mis ganas de llamarle aumentan. Pero, ¿estaría mal hacerlo, no? He sido yo la que ha roto con él, la que le ha roto el corazón y casi le arruina la vida... además de eso, ahora acabo de quitarle su privacidad. Me siento fatal.

Decido con la ayuda de una moneda. Si sale cara, le llamo. Si sale cruz, no lo hago. Tiro al aire la moneda y cierro los ojos; y cuando cae en la palma de mi mano, lo miro.

Agh, a la mierda.

*****

—¿Stephanie?

Su voz suena entre sorprendido y soñoliento. Creía que iba a estar trabajando en el bar, pero no escucho ruido de fondo.

—Siento si te he molestado, es que...

—Son... las tres de la mañana—me interrumpe más confuso aún—. ¿Ha pasado algo?

Trago bilis. Si no me ha contestado mal, es que no sabe nada aún, ¿no? Le conozco bien y aunque pueda contestarme mal, él nunca me haría eso. Aún así...

—Olvidaba la zona horaria—contesto cortada, y añado en voz baja:—Lo siento.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

Le estoy llamando desde una cabina telefónica. He pensado que desde ahí sería más difícil rastrear la llamada por mi padre, y aunque no estoy segura de si es capaz de eso, me quería asegurar.

—Estoy bien—digo—. De hecho quería preguntarte qué tal estabas.

—Ah—chasquea la lengua—. Bien. Todo ha vuelto a la... normalidad.

Su voz de alivio me rompe un poco el corazón. Sé que todo ha vuelto a ser como antes porque corté con él. Me duele haber sacrificado eso, porque realmente lo quiero. Pero también me importa lo suficiente como para dejarle ir para que tenga una vida normal y sin mi padre drástico detrás de él.

—Me alegro—sonrío tristemente al teléfono—. Creía que trabajabas en el bar. Por eso llamé...

—Es mi día libre. Pasado mañana vuelvo a trabajar.

—¿Ya no trabajas para... mi padre?—me atreví a preguntar.

—No. Denegué la beca concedida en Londres y fui yo personalmente a dimitir mi puesto. Parecía satisfecho con mi decisión.

No sé cómo tomarme aquel tono de voz. Tengo un nudo gigante en la garganta y me escuece... Sé que me pasa eso cuando estoy a punto de llorar. Escuchar su voz me hace llorar, porque realmente lo echo de menos.

—¿Y tus padres? ¿Tu madre ha vuelto a trabajar?—intento desviar el tema.

—Sí. Los dos. Mi madre en otra empresa y mi padre sigue en Stirlines. Tu padre sigue siendo generoso.

Glamour © [Editando]Where stories live. Discover now