JEFF THE KILLER

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Él levantó su camisa para revelar heridas y moretones, como si hubiera estado en una lucha.

"Hijo, solo tienes que dejar el cuchillo", dijo el oficial.

Liu soltó el cuchill, levantó las manos y se acercó a los oficiales.

"No, Liu, fui yo, ¡yo Lo hice!", gemía Jeff con lágrimas corriendo por su rostro.

"¿Eh?, pobre hermano, tratando de tomar la culpa de lo que hice", sonrió tristemente Liu.

La policía llevó a Liu a la patrulla.

"¡Liu, diles que fui yo, diles, yo fui quien golpeó a los niños!"

La madre de Jeff puso las manos sobre sus hombros.

"Jeff, por favor, no tienes que mentir, sabemos que fue Liu, puedes detenerte."

Jeff observa con impotencia cómo la patrulla se aleja. Unos minutos más tarde, el padre de Jeff se detiene en el camino de entrada, examina rápidamente la cara de Jeff y sabe que algo anda mal.

"¿Qué sucede?"

Jeff no puede responder. Sus cuerdas vocales están tensas por el llanto. En cambio, la madre de Jeff lleva a su padre a una habitación aparte. Jeff llora sin descanso. Tras una hora de pensamientos extraviados y deseos fallecidos, vuelve a entrar a la casa. Sus padres están tristes y decepcionados.

Él solo quiere a dormir, en la esperanza de que el sueño le haga olvidar sus males. Pasaron varios días, sin noticias sobre Liu. No hay amigos para distraerse, nada más que tristeza y culpabilidad; por lo menos, hasta el sábado, día en que Jeff se despertó y vio a su madre jovial y risueña.

"Jeff, hoy es el día", saluda mientras abre las cortinas y la luz alumbra el cuarto de Jeff.

"¿Qué, qué día es hoy?", pregunta Jeff semidormido.

"Hoy es el cumpleaños de Billy", le responde su madre.

Jeff se despierta rápidamente.

"Mamá, debes estar bromeando, ¿verdad? Cómo puedes esperar que vaya a una fiesta después de...”

Hay una larga pausa.

"Jeff, ambos sabemos lo que pasó. Creo que esta fiesta podría ser lo que ilumine estos últimos días. Ahora, vístete."

La madre de Jeff sale de la habitación y baja para prepararse. Jeff lucha por levantarse, realmente no tiene ánimos de hacerlo. Elige al azar una camisa y un par de pantalones vaqueros y baja por las escaleras. Su madre y padre se han vestido muy formalmente.

"Jeff, ¿es eso lo que vas a usar?"

"Mejor ve y busca otra cosa", le recomienda su madre, disimulando su fastidio con una sonrisa.

"Jeff, a esta fiesta tienes que ir bien vestido, si quieres causar una buena impresión", explica su padre.

Jeff empieza a gruñir y vuelve a subir a su habitación.

"¡No tengo nada de ropa elegante!", grita desde las escaleras.

"Solo tienes que elegir algo decente", insiste su madre.

Mira a su alrededor, pero no encuentra nada "decente". En su armario hay un par de pantalones de vestir negros que tenía para las ocasiones especiales, pero le hace falta una camisa que combine perfectamente.

Hurgando durante unos minutos todavía, lidiando con que eso sí encaja y aquello no, logra toparse con una sudadera con capucha blanca, tendida en una silla. Le convence, así que la usa.

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