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02: Palabras innombrables

❝ESA PALABRA NO ERA MÁS QUE EL INICIO DE TODA UNA PESADILLA.❞

CAPÍTULO DOS

PALABRAS INNOMBRABLES

4 DE NOVIEMBRE DE 1981

ERA UNA FRÍA TARDE DE NOVIEMBRE CUÁNDO SUCEDIÓ AQUELLO QUE PARA MUCHOS NO ERA MÁS QUE UN MAL SUEÑO O UNA EQUIVOCACIÓN. El aire chocaba contra las rocosas paredes de la Mansión Riddle, provocando que el frío dentro de esta fuera mucho más grande. Sin embargo, el frío parecía no importarles a las personas dentro de la Mansión. Mientras que a los hijos de su Señor estuvieran cómodos, todo estaba bien; Un hombre de aspecto decadente y aura desespera entro a los terrenos de la mencionada Mansión, entrando a esta sin si quiera pedir permiso.

—¿Qué está pasando, Nox?—Preguntó él hombre de cabellos rubios observando al mago frente a él. Este había llegado de improviso a la Mansión de su Señor, encontrándose al Señor Malfoy en su lugar. Aquello provocó un poco de irritación en él hombre mencionado.

—¡Dime que no es cierto!—Exclamó este, provocando la confusión del hombre Malfoy.—¡Mi Señor! ¿Dónde está mi Señor?

—Oh, hablas de eso.—Dijo él hombre rubio, dirigiendo sus ojos grises al hombre frente a él. Fingió una mueca de lastima, hablando.—Nuestro Señor cayó hace unos días, Nox. La profecía se cumplió.

Al escuchar esas palabras sintió una punzada en su corazón, provocando que sus piernas se debilitaran. Cayó al suelo, arrodillándose.—¡No! ¡Mi Señor no pudo haber muerto! ¡Dime que es mentira!

—Lo está.—Aseguró Lucius, aparentado dolor.—Nuestro Señor Tenebroso ha caído.

—¡Debemos encontrar la manera de regresar a nuestro Señor!—Exclamó él hombre, sintiendo toda la esperanza florecer en sus ojos.—¡La muerte de mi Señor no fue en vano!

—Entonces busca la manera, Nox.—Dijo Malfoy, colocando su bastón en el hombro del mortífago.—Busca una respuesta a la muerte de nuestro Señor. Busca la manera de traerlo a la vida.

—¡Eso haré!—Exclamó él hombre levantándose del suelo, animado por las palabras de su compañero.

—¡Cállate de una vez!—Gritó un hombre de ojos negros que hacían juego a su cabello, este había entrado con una pequeña niña en sus brazos. Seguido de él, otro hombre traía a otro pequeño casi idéntico a la pequeña bebé.

—¡Por Salazar!—Dijo él hombre abriendo los ojos de manera exagerada, al observar a los mellizos frente a él. Se arrodilló frente a ellos, mostrándoles respeto a los hijos de su Señor.—Perdonen mi ruido, amos. Juro no volver a cometer ese error pero, iré en busca de mi Señor. ¡Les traeré a su padre de vuelta!