CAPÍTULO 2

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Al principio se hizo la desentendida. Y poco a poco, como si no la hubiese escuchado, cerró los ojos queriendo descansar un poco más.

La mamá le tocó la frente en busca de fiebre, como siempre hacía cuando notaba que su hija estaba decaída. Pero, al notar una temperatura normal, sostuvo las frazadas y tiró de ellas hasta atrás, sacándolas de la cama para que sintiera frío y se despertara más rápido.

—Bueno, me levanto —le contestó quejándose. Ya para ese entonces se encontraba más tranquila. Y el cuerpo adolorido había dejado de molestarle tanto. Se dijo que era debido a la mudanza y a la fuerza que había hecho durante varios días seguidos, no a la pesadilla. La mamá se rio al verla tan cansada—. ¿Cómo le ha ido a papá? ¿Has hablado con él?

Lorena aprovechó la oportunidad para sentarse, y asintió.

—Sí, de hecho, acabo de cortarle antes de venir a despertarte. Me dice que sus colegas le hicieron una pequeña bienvenida, y que tiene una oficina para él solo, porque su compañero está de vacaciones y no volverá hasta dentro de unas semanas.

Leah escuchó con atención, restregándose los ojos.

—Qué bueno —ahogó un bostezo, y se estiró. De pronto, se sintió débil, llevaba muchas horas sin comer.

—Oye, no te vuelvas a dormir, levántate. —Para cerciorarse de que de verdad lo hiciera, se paró y terminó de abrir las cortinas—. Te espero abajo con algo de comer, no tardes mucho, ¿sí?

Lorena salió de la habitación y la dejó sola.

Leah, rendida a sus órdenes, pateó lo que quedaba de sus sábanas antes de desperezarse por completo. Luego se sentó en la cama y miró el desorden que había a su alrededor. La invadió el estrés. Pues, no creía que se pudiera demorar tanto en desempacar, y, sin embargo, ahí estaban las cajas intactas y su intento de decoración a medio terminar.

Se sentía un poco frustrada por no haber finalizado aún. Y le agotaba la idea de continuar ordenando otro día. Ya que, a diferencia de sus padres, ella era la única que aún no desempacaba del todo por haber tenido que ayudar a otro en su labor.

Ella quería poner luces led de colores en el perímetro, pero solo llevaba medio paño de la pared de al fondo. Le faltaba demasiado y sus pocas habilidades con el martillo la hacían tardar aún más. Sin contar que cuando se disponía a hacer aquello, su papá o mamá la llamaban para que los ayudara a correr algún mueble pesado. A pesar de que era debilucha y sus fuerzas no hacían gran diferencia para realizar la labor.

Comenzó a rebuscar en las cajas que contenían su ropa, y eligió un simple conjunto deportivo negro con una gorra de lana para el frío. Con las cosas en mano se dirigió al baño para asearse un poco. Por la noche se había duchado, pero la pesadilla provocó que sudara y se sintiera extrañamente sucia.

Cuando estuvo lista bajó las escaleras y se fue directo a la cocina a comer lo que fuese que su madre le preparó como segundo desayuno. Se encontró con un té y huevos revueltos con pan. Se devoró todo como si la vida se le fuera en ello, haciendo que la energía regresara a su cuerpo y el mareo repentino de debilidad que sintió al despertarse, terminara de desaparecer.

Su estómago rugió en aprobación, y una vez dejado las cosas en el fregadero, fue a la sala de estar, lugar donde su madre estaba viendo la televisión sentada en el sofá.

Lorena, al verla lista, se paró de inmediato y la apagó, un poco nerviosa. En las noticias estaban hablando del hallazgo de una mujer sin vida en un riachuelo alejado de la ciudad. Y se decía que, debido al estado del cuerpo, la identidad de la persona era desconocida.

—¿Qué pasó? ¿Por qué tienes esa cara? —Leah le preguntó. Había notado sus cejas fruncidas y la línea que era su boca debido a la tensión.

—Estaba viendo el noticiero, encontraron a una mujer muerta aquí en la ciudad.

El destino del fantasmaWhere stories live. Discover now