Capítulo 1

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M: Matthew Perryman Jones - Cold answer.



Hay un muerto frente a mí justo ahora; yace recostado en una mesa metálica. Él no sabe que lo estoy examinando. No sabe que, luego de un par de días, su cuerpo ha comenzado a presentar un grado de deterioro y putrefacción avanzados. Alguien lo asesinó, y no puedo hacer nada para cambiar eso.

Me siento como una ladrona que vino a hurtar algo sagrado, algo que ni siquiera se puede nombrar; por eso no puedo apartar la vista de la gran abertura en su tórax. A través de mis anteojos veo los restos de lo que solía ser un hombre; voy a profanar su cuerpo.

—¿Todo bien? —mi padrastro pregunta.

Es el forense en jefe de la morgue en la que ambos trabajamos. Estoy destruida mentalmente tras todos estos días abriendo cadáveres, víctimas de un supuesto asesino serial.

—Perdón —le digo.

Parpadeo y él por fin aparta su atención de mí.

Lo escucho suspirar mientras estudia al cadáver sobre la plancha desde el ombligo hasta la clavícula.

Levanto la vista hacia él; no puedo ver su sonrisa, pero sé que la está esbozando. Es su mirada cansina la que me observa y la conozco tan bien, que casi puedo escuchar el dictamen al que ha llegado luego del procedimiento.

Quiero lucir igual que él. Quiero aparentar que todo va viento en popa, que no tengo un nudo en la garganta y que la persona fallecida no me provoca asco.

—Haz los honores —me espeta Simon entonces.

Trato de conservar la frialdad que siempre finjo, así que me limito a asentir tras notar su semblante estoico. Continúo con las anotaciones luego de hacer una inspiración honda.

Es muy tarde ya y, aunque debería estar agotadísima físicamente, apenas siento que me he movido del cuarto frío. Aquel reloj, que se halla empotrado en el muro lateral, se ha convertido en mi enemigo acérrimo a través de estos años. Las horas parecen interminables.

Llevamos aquí lo que se siente como una eternidad de tiempo; seis cuerpos fueron encontrados en un almacén a las afueras de la ciudad. La patología indica que probablemente fueron víctimas de un individuo con serios problemas mentales. Pero a pesar de que la tarea de investigar a fondo luce intensa e infernal, solo debemos diseccionar, revisar y determinar; cosas prácticas, ya que lo demás será responsabilidad de la policía.

La ye que tracé a lo largo de su pecho está desfigurada por completo gracias a las costillas abiertas.

Simon está revisando los órganos abdominales. Palpa con las yemas de sus dedos la gran herida en el costado derecho del hombre; niega con la cabeza al inclinarse. Sé que hace su trabajo con excelencia, por lo que asumo la tarea de observar y anotar cualquier detalle que pueda ser de utilidad para los detectives que seguro vendrán a cuestionar por la mañana.

Simon está más concentrado que nunca, y su mirada me ha evitado varias veces.

—¿Qué? —me apresuro a cuestionar.

Él entorna los ojos, dubitativo.

—El hígado no está —responde.

Se vuelve hacia la estantería donde hay cajas de Petri para muestras pequeñas.

—Igual que en las otras víctimas —digo—. ¿Crees que se trata de canibalismo?

Él niega con la cabeza un par de veces y rápido se vuelve a inclinar sobre el cadáver. Me punzan las sienes y quiero hacer más preguntas, pero en lugar de hacerlo agacho la cabeza y continúo el reporte.

EspectrosWhere stories live. Discover now