Capítulo 2

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M: Arctic Monkeys - Snap out of it.






Hoy me desperté a las dos de la tarde. No tengo recuerdos en lo absoluto de cómo llegué a la cama ni de si la mujer ensangrentada fue producto de mi imaginación. No me duele nada el golpe que me di y eso me pareció bastante extraño.

Le llamé por teléfono a la única amiga que tengo aquí; Camila trabaja en un hospital como médico de diagnóstico. Se echó a reír cuando le conté lo que sentí mientras me duchaba. Le dije, claro, que fue como tocarme a mí misma, salvo que mis manos estaban sostenidas en mi cabeza. Sin embargo, terminé aceptando que necesito un par de tragos. Terminé por dejarme convencer de que este trabajo me está consumiendo.

Llegamos a la conclusión de que necesito sexo. O eso piensa ella: porque la realidad es que todo lo que recuerdo de la universidad es extraño y borroso, como si hubiera comenzado a olvidar esa etapa de mi vida. Hay una memoria sobre breves encuentros carnales en mi cerebro, pero por desgracia el rostro del tipo es como un manchón. Como cuando los VHS tienen errores.

Mis días antes de la morgue son como la letra en un viejo pergamino. Tal vez sea porque lo que hago ocupa mucha de mi atención a diario; y es que no puedes abrir el esternón de un sujeto sin estar enteramente concentrada. Tienes que mantener una unión cerebral entre tus neuronas y el objetivo.

—El sujeto presenta una incisión reciente de cirugía ortotópica como las otras dos víctimas.

Tras inclinarme y presionar el botón para detener la grabadora, me quedo con las manos enguantadas al borde de la plancha. El cuerpo ha sido masacrado sin misericordia. Es como si hubieran tratado de ver en toda su amplitud el cómo se desvanecía la vida de sus ojos.

Lo peor del caso es que los patrones entre todos los asesinatos son casi idénticos.

—Así que... —oigo decir a Simon, mientras examina las partes del antebrazo donde aseguramos que ha sido directamente inyectada una sustancia desconocida para la medicina actual—; ¿Adónde irás a vivir?

Suspiro.

Más temprano les he dicho que buscaré un departamento para vivir sola, pues llevo planeándolo desde hace dos años, pero por una u otra razón no lo había conseguido.

—No lo sé —miento—. Hoy por la tarde iré a ver unos cuantos lugares de la lista de Cami.

Él me mira con un dejo de tristeza en los ojos, pero no dice nada. A continuación, hace un leve asentimiento.

Imagino que dejar ir a un hijo no es fácil, pero es algo totalmente normal en el curso de la vida. Es decir, tarde o temprano tiene que suceder.

—Tu madre está muy triste —dice Simon.

Sus palabras suenan a un discurso, como ensayadas. Durante los siguientes segundos, mientras estoy palpando con la yema del dedo el mismo tatuaje que le vi a otros tantos cuerpos, Simon no hace más que anotar cosas en su diario. Lo observo unos instantes y luego cierro los ojos.

Camila dice que mi madre siempre ha sido sobreprotectora, que no debe amedrentarme su forma incoherente para demostrar que me ama. No obstante, desde mi punto de vista, es muy normal que se comporte como lo está haciendo.

Escucho a mi padre chasquear su lengua contra los dientes, al tiempo que guarda la pluma y se quita los guantes.

—El procedimiento es igual al de los otros tres que ya revisamos —menciona—. Nunca había visto algo parecido. Al menos no aquí.

Ambos nos miramos, extrañados. Hay un brillo de sudor en su frente, que me hace saber que está dudando de su diagnóstico.

—¿Vas a decirme lo que sucede? —le pregunto.

EspectrosWhere stories live. Discover now