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*Unos meses después*

Debía despertarme muy temprano, saldríamos pronto para llegar a una hora decente a Madrid y comer por la ciudad o en el hotel. Lara había calculado salir a las cinco, más o menos, para llegar a la hora del almuerzo. El caso es que solo Tamara y yo estábamos ya despiertas recostadas en la puerta de la habitación de nuestra compañera, la cual estaba o dormida o llevaba preparándose un rato muy largo.

—¡LARA! ¡SAL YA!—grité y Tamara me pegó una colleja. Fue su modo de decirme que me callara—. Lo siento por gritar. El amor de mi vida me espera en Madrid y no puedo perder tiempo, el tiempo es oro y más si se trata de... ¡AAH!

No pude terminar mi oda hacia el tiempo y Rubius porque Lara, la muy furcia, había abierto la puerta de su cuarto haciendo que cayeramos las dos al suelo.

—Buenos días, ¿listas? Las cosas cuando se hacen deprisa son indoloras—murmuró a la vez que sacaba su maleta y pasaba de nosotras, que aún seguíamos en el suelo.

Que estuviéramos despiertas no significaba que no tuviéramos ganas de dormir, que conste. Y bueno, el suelo no era incómodo y una cosa llegó a la otra... Que sí, que me quedé dormida en el suelo y para despertarme tuvieron que tirarme un vaso de agua fría.

(...)

Abrí un poco el ojo derecho. Estaba toda mojada por el "baño" de antes y ya en el coche, aún no había amanecido. Tamara roncaba y Lara conducía quejándose cada dos minutos en voz baja, susurrando groserías. No quería hablar con Lara, me daba un miedo terrible por las mañanas y pasaba de tener que tragarme al troll amarillo y peludo del puente de Dora la Exploradora.

Podía llegar a ser un infierno convivir con Lara por las mañanas. Recuerdo con exactitud el día en el que la empecé a mirar con otros ojos y a tener que comenzar a tomar precauciones hasta una debida hora del día.
Era un siete de Abril de dos mil once. Fuimos las dos a una excursión que realizaba nuestro instituto a Santander que era tipo camping, pero llovió y tuvimos que dormir todas las chicas en una misma habitación en unas camas improvisadas con los sacos y unos colchones viejos. En la mañana lo primero que hizo fue despertar a todas de un grito porque el saco era muy incómodo. ¿Lo segundo? Llorar porque el pelo se le había encrespado por la humedad del lugar, y lo último echarme la bronca porque según ella era mi culpa que hubiera llovido. La guinda del pastel fue que le respondí divertida "Échale la culpa a la noche", claro, sin ninguna mala intención; pero ella se lo tomó a malas y casi me quita todas mis reservas de chocolate que llevaba escondidas en la maleta.

Es un demonio que se despierta todas las mañanas con ella y no se va hasta ver que todo está bajo control.

—Lara...—quise llamar su atención pareciendo indefensa, para que viera ya de primeras como estaba de aterrorizada, que no era una amenaza para ella y estuviera tranquila.

—¡CALLA! ¿¡NO VES QUE ESTOY OCUPADA CONDUCIENDO Y TAMARA DUERME!?—gritó y la nombrada pegó un salto en el asiento. Lara rió. Solo quería despertar a Tamara de la manera más cruel por su parte.

Admitamos que había sido demasiado buena, podría haber hecho muchas más cosas peores que pegar un simple grito con la excusa de que me regañaba. Podría haber fingido que teníamos un accidente o algo por el estilo. La gente ya no es original, hay que ver...

—Serás arpía...—gruñó mi amiga la culona para volver a recostarse y a dormirse.

En ese momento me di cuenta de algo en lo que no había contado antes.

Indignada abrí mi boca y grité asustando a mis amigas:

—¿¡Por qué tengo que ir yo atrás!?

Ainara (R.d.g) Where stories live. Discover now