Capítulo 13

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El idiota de España se había enfermado. Supongo que tiene bastante justificación, ya que primero había pasado toda la noche buscándome mientras llovía, estuvo horas con la ropa húmeda, cuando regresamos a la casa lo obligué a ordenarla como estaba antes, me preparó una cena y de nuevo lo obligué a pasar toda la noche en vela para hacer cosas bonitas.

Estaba atendiéndolo en todo lo que podía para que se sintiera cómodo y se recuperara rápido, supongo que debía hacerlo porque en teoría fui el culpable de que se enfermara.

España descansaba en la cama, sudaba a mares y sentía que todo el cuerpo le dolía, tenía una temperatura del infierno, con dificultad podía abrir los ojos sin que sus pesados parpados cayeran a favor de la gravedad, respiraba por la boca con pesadez porque se encontraba constipado.

Coloqué un plato hondo con agua sobre el buró para después sentarme en el borde de la cama, posé mi mano en su frente; la temperatura no había bajado, aunque era fácil percatarse de eso porque su cara se encontraba de un color rojo encendido. Se había estremecido por el contacto de mi piel fría con la suya.

Hice una mueca pensativa. ¿Qué es lo que podría hacer por él?

Finalmente me decidí a tomar un trapo, sumergirlo en el agua, y poco a poco quitar el sudor de su frente, de sus mejillas y su cuello.

Mientras hacía esto me percaté que su pijama se encontraba empapada, haciendo que remarcara los músculos de su torso y resaltara su clavícula. No pude apartar la mirada, lo intenté, pero mi cerebro no coordinaba lo que pensaba con lo que hacía. Sentí un gran impulsó de recorrer con el dedo todas aquellas finas líneas que se dibujaban en su cuerpo.

Se encontraba tan vulnerable que podía hacer cualquier cosa que deseara con él, soportando todos los impulsos, decidí cuidarlo, a pesar de las inconscientes tentaciones que recibía de su parte.

-Romano, te encuentras muy rojo, ¿también estas enfermo? – pronunció con voz débil.

-¡E-Es que hace mucho calor! – me justifiqué enseguida, ¿me había sonrojado? - No sé cómo puedes tener tanto frío para estar hasta el cuello de cobijas, ¿no sería mejor que te destaparas? De todos modos, no tienes derecho a hablar mientras yo te esté cuidando.

¿Por qué sonreía? A pesar de que parecía que le costaba trabajo, siempre mostraba ese radiante semblante. Aunque era lo que más me gustaba de él.

-Caldo de pollo – murmuró.

-No tenemos los ingredientes, España, tendría que ir a la tienda y tardaría bastante. Y no quiero estar mucho tiempo lejos de ti, q-quiero decir, o sea, no es como que quiera estar contigo, pero no te dejaría solo estando en esas condiciones, ¿E-entiendes?

-Por favor, Romano.

Diablos, ¿cómo me convenció de esto? ¡Ni siquiera sabía preparar un caldo de pollo! Sentía que iba a terminar envenenándolo si intentaba improvisar. Podría simplemente comprarlo en un restaurant cercano o pedirle a alguien más que lo hiciera. Pero quería hacerlo yo. ¿qué tan difícil podía ser?

Aún con ello en mente fui a casa de Italia, tanto para verificar cómo seguía como para que me indicara alguna receta.

El macho patatas fue el que me recibió, pasé de largo ignorándolo.

-¡Italia! ¿dónde estás? – grité rebuscándolo con la mirada. Recibí otro grito de su parte en respuesta indicando que se encontraba en la habitación.

Salió de su escondite montando una silla de ruedas, parecía tan pesada que para fin de mes ganaría unos brazos bastantes musculosos.

-¿Tan grave fue el esquince como para que te dieran una silla de ruedas y no unas muletas? – la culpa aun me carcomía, pero traté de preguntarlo con la mayor indiferencia posible.

Change of Heart (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora