Prólogo.

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- Ella solo tiene dieciocho años - escucho un susurro poco discreto.

- Escuche que ya casi va a dar a luz, es una regalada sin vergüenza - los murmullos me molestan cada vez más, trago el nudo que se forma en mi garganta.

- Es tan perra como lo era su madre, pensé que ella sería diferente, pero mírala, tan joven y zorrita, apuesto que ni sabe quién es el padre de esa pobre criatura - ya molesta salgo del lugar.

Estoy realmente cansada que las personas hablen sin saber de mí, entiendo que sea mal visto a alguien tan joven esperando una responsabilidad tan grande, pero ellos no saben bajo qué circunstancias quede en estado.

- Rebecca, ya te dije que no puedes seguir trabajando, es tiempo de tu reposo pre natal, si llega algún policía o agente del gobierno me multaran por tu culpa - dice con enojo Elena, la dueña del restaurante en el que trabajaba de mesera.

- Lo sé, pero necesito dinero, tengo que pagar la mensualidad del departamento y las cosas para mi bebé. - la miro sin emoción alguna mientras ella me ve con asco.

- Me da completamente igual, no pienso dejar que por tu maldita culpa tenga que pagar algo, mucho hice con soportarte estos meses, eres completamente inútil - siento que la sangre sube a mi rostro del coraje y la vergüenza, no es primera vez que me habla de esa manera, he logrado soportarla, pero esta vez es distinto, estamos cerca de la puerta de la cocina, muchos clientes nos ven, por no decir todos.

- ¡Realmente lo necesito! ¡puedo ayudar con cualquier cosa! ¡PERO NO SOY UNA INÚTIL! ¡puedo hacer cualquier cosa! - le grito enojada, sé que no debí, primero, porque es mi jefa y necesito el dinero, segundo, el doctor me aviso que debía evitar todo aquello que me cause estrés, y digamos que la mayoría del día me la paso con un dolor de cabeza constante con las preocupaciones por mi bebé y el trabajo, y, por último, siento una puntada muy fuerte en mi espalda baja.

- ¡A mí no me levantas la voz! ¡Maldita zorra! - levanta la mano y cierro los ojos esperando un golpe que nunca llega, quejándome por el dolor de mi cadera abro los ojos, un hombre de no más de cuarenta años sostiene su mano, ella lo mira asustada.

- Señora, me temo que tiene que acompañarme - dice con voz molesta, ella traga con fuerza y yo muerdo mi labio aguantando el fuerte dolor.

- Lo siento, oficial, pero no tiene motivos para llevarme con usted - suelto un pequeño quejido y el policía me ve con atención.

- Estoy seguro que un disturbio público es suficiente motivo para que pase una muy buena noche detrás de las rejas - gruñó y siento que mis piernas fallan, pero el policía logra cogerme del brazo antes de perder el equilibrio por completo.

- Necesito ir a un hospital - le digo con voz ahogada, él asiente y me toma en brazos dejando a Elena olvidada.

(💋)

- Es un niño, felicidades, ¿Me podría decir el nombre? - pregunta amablemente la enfermera mientras deja a mi bebé recién nacido en mis brazos.

- Ethan, Ethan Abraham Davis - le dedicó una sonrisa, bajo mi vista nuevamente a mi hijo, es precioso, acaricio su carita y quiero morir de ternura cuando abre la boca en el momento que paso el dedo por su mentón.

- Bueno, debemos llevarnos al bebé, le haremos unos exámenes para ver si todo está en orden y después se lo llevaremos - asiento con tristeza mientras ella me lo saca de los brazos, Ethan se queja y lloriquea un poco, pero logran calmarlo.

(💋)

- Niña ¿estás bien? - pregunta el oficial que me trajo desde el restaurante, asiento.

EthanWhere stories live. Discover now