58.

3.6K 193 5
                                    

Bueno... me da penita decir esto pero... último capítulo de la historia. Sólo falta el epílogo y se acabó

=(

Espero que continueis leyendo la segunda parte, que empezaré a colgar en cuanto termine ésta, y espero que os guste también =)

Gracias otra vez por seguir leyendo!

Capítulo 58: You’re mine (qué english tengo).

El hombre se va con una risita después de atender el pedido de comida que Saúl recita sin tan siquiera mirar la carta.

-    ¿Has dicho que…- empiezo a preguntar, aún algo confusa.

-    Cuéntame lo que ha pasado.

Doy un respingo al sentir un incómodo escozor sobre mi hombro.

-    ¡Auch, Saúl!

Esta vez, pasa el algodón empapado en alcohol con más suavidad por el arañazo.

-    Perdona- me mira a los ojos-, ahora cuéntame.

Suspiro, derrotada, y apoyo la mejilla contra su hombro.

-    Esa loca ha aparecido de repente y se ha puesto a lanzarme platos y…

-    ¿Platos?

Sí, suena un poco extraño.

-    Platos, y un vaso también,- añado mientras él cura el otro corte en el mismo brazo-, bueno, el caso es que ya se ha ido y punto.

El camarero de las risitas entra de nuevo y deja un par de bandejas repletas de comida sobre la mesa antes de marcharse a toda prisa.

-    ¿Qué ha dicho?

Miro a Saúl con el ceño fruncido.

¿Acaso está sordo?

-    Nada, ya has visto que no ha abierto la boca.

-    No me refiero al camarero, princesa.- sonríe divertido.- Pregunto qué te ha dicho Paula.

Observó cómo coge una pomada cicatrizante, echa un poco de su contenido sobre las yemas de sus dedos y éstas se deslizan por mi piel lastimada con suavidad. El dolor se mitiga cuando su electrificante tacto nubla mis sentidos, volviendo a resucitar mi deseo por él.

-    Loretta, contesta.

Doy un respingo y sacudo la cabeza para volver a procesar sus palabras.

Sí, esto…, tengo que decir algo para no seguir pareciendo idiota.

-    Las mismas estupideces de la última vez, no te preocupes por eso…

Mis ojos buscan los suyos para que vea la ausencia de duda en lo que digo, pero su mirada me rehuye y se posa sobre el largo arañazo que recorre desde la clavícula hasta la mitad de mi hombro derecho.

Observo la furia que brilla metálica en sus pupilas indefinidas con confusión.

-    ¿Se puede saber qué te pasa ahora?

Deja caer los brazos y besa castamente mi sien.

-    Siéntate en tu sitio, anda.

… ¿Perdón?

Frunzo el ceño con desagrado.

¿Y a éste que le pica?

-    Olvídalo- anuncio solemnemente, acomodándome mejor sobre su regazo-. No me moveré de aquí hasta que no me digas lo que pasa.

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora