Parte 15

240 12 3
                                    

No hay un solo hueco donde aparcar, parece como si todos los coches de la ciudad se hubieran dado cita esta noche alrededor de la Plaza de Toros. El suelo está embarrado porque está nevando un poco, y Carla no se atreve a bajar del coche y arriesgarse a estropear sus bonitos zapatos de ante con tacón alto. Pero luego piensa que todo el mundo va a aparecer con los zapatos llenos de barro, y le da igual; la gente no va a mirarle los pies: la gente se va a quedar de piedra con la vista puesta en su vestido y en su peinado, y en el hombre maravilloso que la acompaña. Espera encontrarse a mucha gente conocida, quiere que hoy todo el mundo se muera de envidia porque ella es la más guapa, la más afortunada y la más feliz.

Han cubierto la plaza de toros con una carpa y no hace mucho frío, pero el suelo sigue siendo de arena y Carla empieza a tener problemas con sus tacones desde el momento en el que entra. Allí está Caterina con sus amigos, haciendo cola junto al guardarropa. Carla se quita la capa de forma bastante teatral, quiere que ninguno olvide la primera impresión que les ha de causar verla tan maravillosamente vestida.

Pero no ha llegado aún hasta ellos cuando Cat se quita el abrigo y se lo entrega a Javi para que se encargue de guardarlo, y se vuelve con una sonrisa de bienvenida, y con esa gracia que Carla no sabía que tuviera su amiga camionero, y se acerca a ella y la besa en la cara, y a Carla se le congela la sonrisa en la boca y la mira con las mandíbulas apretadas y los ojos muy abiertos. ¿Es posible que esta belleza sea su amiga de toda la vida? ¿Que su vestido le siente tan bien, que se vea preciosa aunque no lleve maquillaje, que no se tambalee con esos tacones, que lleve esa gargantilla al cuello? Hasta las pupilas de Fran se dilatan cuando la saluda y le dice amablemente que parece una diosa. Carla siente deseos de estrangularle. Cuando la ha visto a ella, le ha dicho que parecía una princesa. Y una diosa es un piropo mucho más significativo.

Javi se da la vuelta y les mira, haciendo un gesto de saludo con la mano. No parece un mecánico esta noche, está guapísimo, y tan elegante como el mismo Fran, que lleva un traje negro de Armani con camisa de seda blanca y pajarita negra, y se parece a Brad Pitt yendo a la ceremonia de los Óscars, con su cabello rubio peinado hacia atrás y sus ojos azules únicos en el mundo.

Con Cat están sus primos: Fernando, el que trabaja en el taller de su padre; Óscar, el mayor, el que se casó el año pasado, y su esposa Luci, guapísima con un vestido largo y un recogido que nada tiene que envidiar al de Carla; y Mario, el que tiene diecisiete años, que a veces sale con ellos los fines de semana. Todos parecen salidos de un anuncio de El Corte Inglés. Se les van uniendo otros amigos, y ninguno tiene aspecto de motero esta noche. Todos comentan lo guapa que está la Gata, y Carla se descubre recordando el día de su comunión, rencorosa y dolida porque su amiga se está llevando todo el protagonismo.

Después de pedir bebidas, cada uno se va por su lado, y se quedan ellos cuatro en un corro, pero Cat apenas les hace caso porque sólo está pendiente de Javi, y Carla se siente ignorada y empieza a invadirla la sensación de que esa fiesta va a ser un infierno para ella.

Todo el mundo parece conocer a todo el mundo, y como la gente se va moviendo de acá para allá no hay ocasión de saludar a la misma persona dos veces. Docenas de chicos y algunas chicas saludan a la Gata y se paran a hablar con ella, pero nadie saluda a Carla porque ésta no conoce a nadie.

Se encuentran con los amigos de Fran, que son muchos, y todos ellos le dicen algo amable a la joven, pero no pueden evitar mirar con la boca abierta a Caterina y hacer comentarios aprobadores que humillan a Carla, porque ella está guapa, sin duda, pero la Gata está deslumbrante. Y como Carla no es sorda, se siente herida en su amor propio. No había planeado las cosas de ese modo.

Ha imaginado esta noche durante meses. Ella guapísima, su novio perfecto venido de Madrid, y todo el mundo mirándola con adoración y con envidia. Todos sus amigos y conocidos, sin pararse a pensar que las únicas personas que conoce son los amigos de Fran y los amigos de Caterina, porque sus conocidos del Domingo de Soto no han venido a la plaza de toros esta noche. La vida es injusta, y ella tiene muchas ganas de llorar de rabia.

EL CHICO PERFECTO NO SABE BAILAR EL TWISTWhere stories live. Discover now