. mommy issues .

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 mommy issues

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[ cuatro meses después ]

Angélica, sube la ventanilla, por favor ― oí decir a mi madre desde su asiento de piloto.

Por suerte, al tener unos auriculares puestos, podía pretender que no la estaba escuchando. Tenía el volumen de la música bastante bajo, usándolo como fondo a lo que realmente quería oír, la lluvia. El delicioso olor a  humedad entraba por la ventana y la pasífica oscuridad de la noche me calmaban.

Una sonrisa pequeña se asomó por mi rostro, me sentía tan bien en ese momento. Nirvana sonando en el fondo, la lluvia cantando fuertemente y un termo de tamaño mediano, color negro que contenía un rico chocolate caliente que había preparado antes de salir, en una mano.

No había sentido tanta tranquilidad en mucho tiempo. Ya nada me ataba a ese horrible lugar, San Francisco. El lugar no era malo en sí, las personas en mi escuela lo eran. Justo como las películas mostraban la preparatoria, era. Sin contar a los actores que claramente tienen la edad de universitarios. Las mismas típicas chicas populares y los mismos típicos chicos deportistas, no hay que olvidarnos de lo crueles que son a veces. Yo solo esperaba que adonde nos dirigíamos no existieran tales estereotipos personificados.

Me sentía muy agradecida porque nos mudabamos seguido. Antes lo veía como algo malo, pues conseguía hacer una amiga, y nos teníamos que mudar. Pero dejé de preocuparme por hacer amistades, y Allison claramente no. Pues en nuestra última escuela, luego del innombrable incidente con disfraces y putas, ella al ser amiga de los populares no era molestada. O al menos no como yo.

― ¡Angelica, no lo repetiré! ― volví a ignorar a mi madre cuando de repente sentí que tironeaban de mis auriculares, arrancándolos de mis orejas.

Lancé un gritito de dolor. Llevé mis manos hacia mis orejas, frotándolas levemente intentando disminuír el dolor ―. ¿Por qué hiciste eso?

Mi madre soltó los auriculares, que cayeron hasta el suelo del auto, y continuó mirándome ―. Mírame cuando te hablo y hazme caso.

― ¡No sabía que me hablabas! ― mentí agachandome levemente para tomar los auriculares ―. ¡Estaba escuchando música!

Victoria Argent bufó asesinandome con la mirada ―. No te atrevas a ment-

― Mamá, ¡cuidado! ― interrunpió Allison desde el asiento de copiloto.

Ante el grito de mi hermana, mi cuerpo entero dio un salto del susto. Mi madre se dio vuelta hacia adelante de manera abrupta. Todo el vehículo se zarandeó de un lado a otro, ocacionando que un poco de mi bebida cayera sobre mi ropa. Miré por la ventana y solo logré ver a alguien con un hoodie rojo.

― ¡Casi lo matas! ― Allison exclamó girándose a ver a nuestra madre.

Victoria, enloquecida, le contestó a la defensiva ―: ¡Apareció de la nada en el medio de la calle!

Yo me sentía muy aturdida con todo lo ocurrido, pero logré decir un ―: No es cierto, tu no mirabas porq-

Por suerte, Allison estiró su brazo hacia los asientos traseros del auto y me tiró del pelo interrumpiéndome, evitando que nuestra madre se convirtiera en el mismísimo Hulk ―. ¡Tenemos que regresar!

Mi madre, quien todavía claramente se sentía furiosa conmigo y alterada por lo recién ocurrido, espetó con brusquedad ―: ¿Regresar?

― ¿Y si está herido? Da la vuelta. ¡Mamá! ― Allison exigió con su cuerpo completamente mirando nuestra madre.

Victoria resopló y dio la vuelta al auto, bruscamente otra vez. Manejó el vehículo por el mismo camino de antes, pero cuando estabamos ahí, ya no había nada. Allison salió disparada del auto.

― ¡Allison! ¡Te enfermarás! ― mi madre exclamó, pero Allison le cerró la puerta antes de que pudiera decir algo más.

― Es sólo un mito ― la corregí. Victoria me miró confundida ―. Eso de que la lluvia enferma ― aclaré ―. Es un mito.

Mi madre rodó los ojos y salió del auto a buscar a su hija preferida. Tomé un sorbo de mi chocolate ya-no-tan caliente y me hundí en el asiento. Que manera de hacerme perder el ánimo, madre.

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Sentí como una mano me zarandeaba de un lado a otro. Murmuré algo incomprensible e intenté volver a dormir, pero la mano volvió a aparecer. Abrí mis ojos lentamente y parpadeé varias veces para ver con más claridad.

― Vamos, hay que quedarnos en la casa a supervisar mientras mamá y papá ayudan con la mudanza ― Allison me extendió la mano y ayudó a salir del auto. No queríamos que se repitiera lo de la mudanza anterior, y que nos roben cosas.

Asentí y comenzamos a caminar hacia la casa. Era gigante. Nunca antes había visto una casa de tal tamaño. Hasta la entrada  para los autos era espaciosa, en forma de U. Habían, como poco al menos tres habitaciones. Lo que significaba que podría adueñarme de alguna de las habitaciones de invitados para esconderme cuando tenga ganas.

Parado en la puerta se encontraba mi padre, Chris Argent. Corrí a abrazarlo, hace tiempo no lo veía. Ultimamente, estuvo viniendo mucho a Beacon Hills por su trabajo y cuando estaba en casa, yo estaba en la escuela o salteandome las cenas familiares en algún escondite de la casa.

Ajusté mi abrazo, haciéndolo más fuerte ―. Me hiciste mucha falta.

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Mis mañanas no eran algo agradable, nunca. Aunque la mañana del primer día de clases fue sin duda una de las más exasperantes.

Como era costumbre, por mi habitación repleta de cajas, se oyó una extremadamente irritante alarma. Yo, como toda genia, la ignoré. No fue intencional, sólo fue algo que tuvo que pasar para darle una chispa al día.

Sentí como una mano me zarandeaba de un lado a otro (pero no de manera agradable, sino que de manera violenta y algo imprevista). Murmuré algo incomprensible e intenté volver a dormir, pero la mano volvió a aparecer (si antes la mano había sido brusca, entonces se había convertido en excesivamente bestial). Abrí mis ojos lentamente y parpadeé varias veces para ver con más claridad (y deseé no haberlo hecho).

Frente a mí, se encontraba mi hermana, Allison con un cepillo de dientes en la boca y en sus ojos, una mirada homicida. Me incliné levemente hacia arriba, apoyándome sobre mi codo izquierdo.

― ¿Qué ocurre? ― mi voz salió rasposa.

Allison me tomó de la muñeca fuertemente y empujó hacia arriba ―. Angélica, levántate. No hay tiempo.

En ese momento, me di cuenta. Estabamos llegando tarde a la escuela. Mi cabeza se giró muy agresivamente hacia mi mesa de luz, para ver la hora en mi reloj. Tendríamos que estar en el auto a medio camino si queríamos llegar a tiempo.

― Alli, creeme, no llegaremos bien ― hablé poniendome de pie y caminando perezosamente hacia mi closet. Ella hizo sonidos de enojo como si fuera un animal y se fue, o eso fue lo que mi cerebro logró procesar en el momento.

No tenía idea de qué ponerme. ¿Quería, esta vez, ser aceptada? ¿Debería esforzarme por caerle bien a las personas? Dios mío, tendría que haber hecho esto ayer, pensé vagando por mi habitación.

Corrí hacia el baño y rápidamente lavé mis dientes y peiné mi cabello. Salí como flash y coloqué mi mochila a un lado de la puerta para no olvidarla. Me di la vuelta en dirección al closet y lo observé como si fuera mi enemigo de toda la vida.

Debía decidirme rápido o lo iba a lamentar. ¿Quería encajar? ¿Quería demostrar mi rebeldía alte la sociedad opresora? ¿Quería pasar desapercibida? No había caso, no tenía idea. Y ahí due cuando se me ocurrió. ¿Por qué no ser un poco de todo?

Rápidamente me vestí y, sin desayunar, volé hacía la salida.

Make him want you  |  Stiles StilinskiWhere stories live. Discover now