Capítulo 4.

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Una hora más tarde, Lauren y yo estábamos en un avión hacia California, tratando de llegar antes que el sol. Si no ganábamos, tampoco es que fuera a pasar nada importante. Estábamos escondidas en un jet privado que era propiedad del Senado y estaba equipado para evitar que sus ocupantes experimentaran la luz del sol no filtrada. Sin mencionar que la vampiresa sentada en uno de los lujosos asientos giratorios a mi otro lado sería perfectamente capaz de soportar el sol si tuviera que hacerlo. Todos los vampiros mayores podían, al menos durante un rato, aunque pagaban por ello con una enorme pérdida de energía. Puesto que tenía un interés personal en mantener el nivel de energía de Lauren alto, me alegraba de que las ventanas fueran ahumadas. 

No me gustaba la manera en la que las cosas se estaban desarrollando, pero al menos íbamos a encontrarnos con Hunter y a Nicki al final de esta excursión después de cruzar el país. El Senado había movido algunos hilos y había apartado a Nicki de los magos y soltado a Hunter de sus propias celdas de detención. Les habían dicho a los dos granujas que si me ayudaban a completar la misión satisfactoriamente, se retirarían todos los cargos. Había hablado con ellos por teléfono desde uno de los clubs indecentes de Las Vegas en donde se encontraban celebrando las noticias. No me opuse, ya que ellos podían coger un avión en una hora o dos y aún podían llegar antes que nosotras a San Francisco. Yo tan solo esperaba que su fiesta no se convirtiera en el equivalente de una última comida. Ninguno de ellos sabía aún de lo que trataba la misión, y cuando lo descubrieran, no iban a necesitar que les contara las probabilidades que teníamos de volver con vida.

El sonido de un teléfono que acababan de colgar con fuerza hizo que levantara la vista. Unos ojos verdes entrecerrados perforaron los míos.

Levanté una ceja en una imitación deliberada de Alejandro.

—¿Sí?

—Tenemos que discutir tu relación con los duendes —me comentó Lauren.

—No hay ninguna relación —le dije, levantándome. No había ningún sitio a donde ir, pero necesitaba moverme. Mis manos querían temblar, mi piel se sentía extra sensible y mi boca estaba agria por la adrenalina. Estaba completamente tensa y no había nadie a quien aporrear.

—¿No has atacado nunca a los duendes?

—No. —La prueba era que aún estaba viva. Tenía bastante de depredador para saber cuando había conocido a uno aún mayor y el líder de los duendes me había estremecido más de lo que me gustaría admitir. No me gusta huir, pero en este caso la retirada había sido una buena idea. Claro que no tenía intención de admitirle eso a Lauren.

—¿Entonces, por qué te asaltaron? —Su voz tenía el mismo sutil desprecio que había usado en presencia de Alejandro, la misma voz que indicaba la desaprobación de todo lo que yo era y siempre había sido. Me hubiera mostrado poco colaboradora incluso aunque hubiera sabido de qué iba todo. Ya que no lo sabía, no atenderle era fácil.

—Escuchaste a su embajador. O bien nos lo imaginamos todo o bien el Círculo Negro nos engañó con una ilusión para romper nuestra alianza. —No me habían hecho partícipe de la conversación que había tenido lugar por teléfono una vez estuvimos en el aire, pero con mi oído, escuchar a escondidas era fácil.

Lauren hizo un sonido que, alguien menos elegante, lo hubiera llamado un bufido.

—El Círculo Negro es la bestia negra del mundo mágico y por eso es un chivo expiatorio conveniente. Los de hoy no eran magos.

No lo dije, pero estaba de acuerdo en secreto. La magia humana era completamente distinta. Lo que yo no podía entender era por qué los magos o los duendes se estaban preocupando por mí. A lo mejor me las había apañado para sacar de quicio a alguien importante en los últimos tiempos, pero no me vino nadie a la cabeza. La mayoría de las personas se alegraban de ver muertas al tipo de criaturas que yo cazaba.

Bad Blood |CAMREN| PAUSADAWhere stories live. Discover now