Capítulo 3

422 26 9
                                    

–¡Joder, tienen que hacer algo, maldita sea! ¡Ustedes son policías, tienen que detener a ese cabrón hijo de puta que ha atacado a mi mujer! ¡Hagan algo o juro que les partiré la cara a cada uno de ustedes!– Zac estaba desesperado, Zac quería ver sangre correr. No podía con la ira, no podía con el dolor, así que la única manera que encontraba de mantenerse en pie era desatándose, descontrolándose.

Se abalanzó de pronto sobre uno de los policías que se encontraban ahí en la delegación, lo tomó de las solapas de su chaqueta y casi lo golpeó, pero enseguida otros cuatro oficiales los separaron.

–Você tem que manete a calma, senhor Efron. Estes processos são lentos–

(Tiene que mantener la calma, señor Efron. Estos procesos son lentos)

Zac estaba harto de escucharlos decir en su estúpido idioma que mantuviera la calma. ¿Cómo podían siquiera sugerírselo? No podían ni siquiera imaginarse en sus zapatos, no podían sentir su desesperación y locura.

–¡Carajo! ¡Suéltenme! ¡No les entiendo ni una mierda!– Zac logró soltarse. –¿No hay nadie aquí que hable otro idioma que no sea el maldito portugués?–

–Senhor Efron, se você não se acalmar vamos ter de encarcerar você. Temos sido bons o suficiente com você. Deixe nos fazer o nosso trabalho nosso caminho–

(Señor Efron, si no se tranquiliza nos veremos obligados a detenerlo. Ya hemos sido lo suficiente buenos con usted. Déjenos hacer nuestro trabajo a nuestra manera)

Zac de nuevo entendió sólo la mitad de lo que le dijeron, y de nuevo estuvo a punto de reprochar e incluso golpearlos de una condenada vez, pero una voz que lo llamó lo hizo detenerse.

–Zac...– Era Ashley. Se encontraba sentada en el asiento de la comisaria, sin moverse de ahí, temblando, llorando, asustada... tan asustada como nunca antes... Tan frágil... ¡Oh, joder!

Sin pensárselo dos veces corrió hasta ella. No se le acercó tanto, porque desde el momento en que le había confesado lo que le habían hecho, se había dado cuenta de que su cercanía la ponía peor, y en parte lo comprendía, así que evitaba incomodarla y perturbarla más de lo que ya se sentía, aunque deseaba con todas sus fuerzas poder abrazarla, consolarla, hacer que todo ese miedo y dolor en su carita desaparecieran.

Cuando Zac llegó junto a ella, Ashley no hizo más que bajar el rostro y continuar llorando a pesar de que intentaba utilizar todas sus fuerzas para detener las lágrimas, aunque sin éxito.

Zac la miró, miró su cara marchita, la nueva amargura de cada uno de sus líneas delicadas, sus labios pálidos, su mirada tormentosa... Esa no era su Ashley, esa no era la Ashley que él había conocido. Se la habían cambiado esa noche, y lamentablemente el hecho era irrevocable.

Como si una garra lo apretase, Zac sintió de nuevo como su corazón volvía a sangrar con dolor e impotencia.

No podía soportar mirarla así, no podía soportar la sola idea de ella en esas circunstancias... ¡Maldita sea! ¡Mierda! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué ella, joder?!

Ashley no había merecido aquel sufrimiento, no lo merecía... Ella era tan pura, tan buena, tan noble...

Zac cerró los ojos intentando no enloquecer. Esa sería una noche muy, muy larga, la peor de su vida probablemente.

Se juró que se encargaría de que las autoridades castigaran a ese hijo de puta, y si no... si no él mismo se encargaría de que pagara con su vida.

Este era sólo el primero de los difíciles pasos que tendrían que dar para que se hiciese justicia, porque él ya no podría saber lo que era la paz hasta que eso sucediera.

Paz Robada® (Zashley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora