|Prólogo|

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El hombre de dorada cabellera, mostró una serena actitud en su andar mientras se dirigía hacia el gran crucifijo de madera antigua que colgaba de manera fija en la pared de viejo concreto, expuso a la vista una pequeña y disimulada sonrisa de satisfacción. Otro día en el cual elevaba sus plegarias por la buena salud y prosperidad de sus enemigos.

Bien dicen, mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más.

—Oh, padre de los puros. —Detuvo sus plegarias, escuchando atentamente.

Un paso.

—Que en los cielos permaneces...—Dos pasos más, mientras retoma de manera pausada sus plegarias.

Tres pasos.

—Santificada sea tu existencia y tú nombre. —Relamió alegremente sus labios, suspirando con incredulidad.

Era tan obvio, saber de quién era la presencia y el motivo por el cual permanecía impasible, ocultándolo bajo su sombra imponente. Se levantó y con sus palmas, elimino rastro alguno de polvo y tierra de sus pantalones.

—¿Eres tan amable de... Largarte? — Susurro con una voz varonil y rasposa por el cansancio, aun manteniendo la filosa falsa amabilidad.

Unos segundos después, sin oír nada más por parte de su invitado de último momento, volteo un poco su torso para observar a la estrella del momento, aquel demonio castaño, con sus vestimentas tan vulgares las cuales encantarían incluso al más creyente, menos a él.

—Era de esperarse. —Torció su expresión y viro los ojos, hastiado de la situación actual.

Ohoh~ —El ente canturreo, con voz lasciva. —¿Es esa la novedosa nueva manera de saludar a los creyentes, querido?

Incluso si aquel ente podía leer con maestría profesional la situación tan incómoda en la que dejaba al cura, desinteresado e indiferente ante lo asustado o hastiado por el cual pasaba el rubio, lo único que era valioso para él, era el alimento para asegurar su propia supervivencia y la espera del inminente final de la era del hombre.

—No digas apodos tan repulsivos hacia mi persona, demonio. —Siseo de manera tajante, agresivo en su hablar.

En su memoria solo podía pensar en lo injusto del universo, de tantos otros como él, quienes se dedicaban toda su larga vida en desterrar al mal de los hogares, solo a él debían tocarle la peor de las fortunas. Lidiar con un ser el cual deseaba solamente consumar actos los cuales, toda su vida juro jamás realizar, dando una promesa inquebrantable con su señor.

«Entrego a Dios mi existencia y juro jamás caer en el deseo carnal»

Como era de esperar, el demonio ignoro aquella agresiva actitud y se inclinó de manera suave, con una erótica expresión, tan frecuente en los seres de su tipo.

—¿Te incomoda? —Sin prudencia e ignorando sus palabras, este tomo de manera veloz las caderas del cura, apegándolos a ambos.

Probablemente podía sentir aquel rubor que adornaba las facciones del cura, por un instinto natural rápidamente se protegió de más acercamientos indeseados y a una considerable lejanía.

—Nosotros no somos absolutamente nada. —Refunfuño con desprecio. —Y me sueltas en este instante o vas a arrepentirte de nacer, demonio miserable.

—Uno jamás se arrepiente de nacer como demonio, créeme. Es una vida muy bien pagada. —Tarareo y tomo asiento en el suelo, junto al cura. —De todos modos, ¿Qué harías? ¿Rogarle al falso Dios salvación?

Al oír aquellas palabras tan groseras hacia su señor, este simplemente afilo su mirada, furioso.

—¡Largo! ¡Fuera, demonio! —Exclamó, casi viéndose como un pequeño gato al cual invadieron su territorio.

Falls Off「DipBill」Where stories live. Discover now