Capítulo II: Amistades, ¡¿esto es alta traición!? ¡Tú no decides por mí!

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            Habían pasado una semana y tres días desde que llegué a este lugar al que llamamos escuela, y de verdad extrañaba locamente a mis amigos con todas mis fuerzas, lo cual no ayudaba en mucho a mi creciente melancolía, además que estaba también metido en mi cabeza lo último que me había dicho Elaine antes de irse de mi casa ese lunes por la tarde, casualmente mi primer día de clases, es solo que, por más que lo pensaba y al mismo tiempo trataba de no pensarlo, era muy extraño que mi amiga me dijese algo cómo eso, y por ello no pude dejar de pensar en sus palabras alrededor del tiempo que había pasado desde ello, así que solo opté por la mejor de mis opciones: No darle más vueltas al asunto para no confundirme más de lo que ya estaba. Sin embargo, no solo eso pasó, también en ese tiempo corto llegué a conocer a los que serían mis profesores en este año que cursaba: Hermes Wingle que me impartiría Biología; Monik Dulet que me daba Castellano; y la profesora Dalia Méndez que me impartía Historia Contemporánea; Frances Tuble que daba Ingles e Idiomas Optativos; Roger Machen que me impartiría Matemáticas, pero solo por este año; Joseph Brown me daba Física y Química; y por último estaba el profesor Matthew Deberson, que me daba la materia de Deportes y Salud. Había también materias optativas, algo así como clubes, que también daban puntos en el currículo escolar que nos darían al terminar estos dos años que faltaban de secundaria, éstas eran: Ballet, Música, Artes plásticas, Costura, Ajedrez, Pintura a grande y baja escala, y "los fabulosos" clubes de Deportes y Porristas. Al final no opté por ninguno de ellos, por el simple hecho de no saber por cual irme y lo mejor que podía hacer por ahora era no optar por nada hasta no decidirme por alguna completamente y sin dudas al acecho.

Era viernes, así que solo tendríamos una clase en todo el día –Que era Castellano casualmente– y realmente me gustaba la materia así que no me importaba mucho que durará tres horas enteras y luego, así, salir al receso y poder irnos de ahí a casa directamente, o al menos yo tenía planeado hacer eso, sin importarme tener que suplicarle a la directora, la cual descubrí que se llamaba Elysa Barthers, o al señor Daniel Barthers –Sí, eran hermanos– para poder salir de este lugar e irme a mi zona segura a toda velocidad, aunque me daba una pereza de los mil y un demonios tener que tomar el bus y volver a casa sola en el mismo, y esto me provocaba no venir nunca más a este lugar que quedaba tan lejos de mi hogar que me obligaba a tomar un condenado bus de lunes a viernes.

Aunque confieso que, pese a estar en este lugar rodeado y lleno de toda esta gente insoportable, el ambiente de la escuela es admirable por completo, sus estructuras de madera pura de roble o fresno de creación única de los años XX eran completamente hermosas e impresionantes, como también lo era su composición en respecto a los puntos cardinales, el sol llegaba a caer en una perfecta armonía y el viento fluía en un constancia impresionante. Mas, sin embargo, había un lugar, un único y magnifico lugar déjenme añadir, donde la perfección está en su máxima expresión: La biblioteca; sí, sé que sueno bastante nerd al decirles esto y más de este modo, pero es la pura verdad; es un magnifico y bello espacio con dos pisos –Sí, tiene un pequeño edificio para ella sola–, con alfombras y muebles que tienen un tono un tanto histórico, y una gran infinidad de géneros y autores literarios que la volvían simplemente mejor que en mis sueños, el silencio que habita en este sagrado lugar es sumamente relajante para personas como yo, hasta el punto de poder escuchar el pestañeo de alguna otra persona al lado opuesto de la habitación, oh bueno, exagero un poco, pero es que es bastante silenciosa. Pasar por alguno de los múltiples estantes que contiene este lugar es como adentrarse en un gran y hermoso bosque, es como si estuvieras en medio de la nada. Y es una gran lástima que esos cretinos de mis compañeros no puedan llegar a ver un poico más allá de las narices de sus muy inflados egos, porque ellos no tienen una idea de cuánto darían otras personas menos afortunadas de estar en un lugar como este; las únicas personas que veo entrar en este bello lugar son algunos estudiantes en grandes apuros con una tarea o, en gran mayoría a decir verdad, los vagos que se escapaban de clases con tal de dormir en paz por un rato, odiaba especialmente a los que roncaban. Me volví amiga de la bibliotecaria: Wiwelminna Esschelhoun, una mujer menudita y delgada, de cabellos castaños cortos y sujetados en un moño que dejaba ver unas pocas canas adornándole como si se tratase de una forma de ver su sabiduría por el paso de los años en ella, que nunca llevaba más maquillaje que un simple labial de un tono rosa suave y tierno que la hacía ver más adorable; y solo debo decir que es increíble y sorprendente que tenga cuarenta años trabajando aquí y nunca ha cambiado ni un poco, en serio, es como si ella fuese el elixir de la vida reencarnado, ya que solo aparentaba tener unos cuarenta y tantos.

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⏰ Terakhir diperbarui: May 08, 2016 ⏰

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