Capítulo 14

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Cristianno

Dos meses habían pasado con rapidez desde que me había convertido en dueño del casino Bellagio y desde entonces mi vida era un completo infierno. Si antes creía que estaba ocupado, ahora era realmente imposible cumplir con todo y mantener un ritmo constante sin quedar exhausto en el proceso.

Actualmente estaba cerrando tratos potenciales con grandes empresas y corporaciones, pero los aspectos administrativos de los negocios le tocaban únicamente a Austin, tanto de la mafia como del casino. Mi tarea principal seguía siendo mantener funcionando el negocio de la droga. Entre los dos intentábamos que todo siguiera fluyendo como debía ser, pero desde hace unos días había empezado a notar que Austin estaba al borde del colapso nervioso.

Cuando mi mano derecha creía que no lo observaba, sacaba un frasco de pastillas del bolsillo de la chaqueta y lo inclinaba directamente en su boca, tragando más de las aconsejadas. Este comportamiento me estaba preocupando, no quería que Austin comenzara a sufrir de crisis de pánico por la cantidad de trabajo que caía en sus manos diariamente. Yo podía soportarlo, pero no permitiría que uno de mis trabajadores fuera explotado como esclavo, más aún cuando la culpa era solo mía.

Todo esto pasó porque compré el Bellagio.

Necesitaba buscar un candidato que fuera capaz de dirigir el casino, alguien que ocupara el puesto de vicepresidente y se encargara de todo para que pudiera relevarnos a nosotros de esas funciones que de forma evidente no podíamos cumplir como correspondía. Por supuesto, no era nada sencillo encontrar a alguien que cumpliera con los requisitos, debía ser una persona especial que comprendiera nuestros negocios ilegales. De cierta forma, debía adorar la mafia y jurarme lealtad absoluta. Por eso debía entrevistar a los candidatos con ojo de águila, no me hacía mucha gracia equivocarme en una decisión tan importante como esta.

Lo único bueno es que mi padre estaba extasiado con la compra del casino, no recibí palabras de felicitaciones pero era obvio que estaba orgulloso de mi hazaña. Con su bendición para conservar el Bellagio, incluso me ofreció ayuda en lo que sea que yo pudiera necesitar para dirigirlo.

En el momento lo rechacé, pero justo ahora que estaba atrapado bajo tanto trabajo, su oferta sonaba realmente tentadora. Incluso había llegado a considerarlo con seriedad. Pero me negaba a pedirle ayuda, eso era precisamente lo que Adrianno quería y yo no iba a darle la satisfacción. Todavía tenía mi dignidad intacta, no mordería el anzuelo tan pronto después de haberle probado lo que valía con tanto esfuerzo y dedicación.

Respecto a mi vida privada, no habían sucedido mayores cambios, especialmente porque estaba ocupado y cansado constantemente. Tanto mental como físicamente. Si era totalmente honesto, no sabía cuánto más podría sostener la carga de dirigir la mafia, pero presentía que no sería por mucho tiempo más. Por más que lo deseaba, no podía abandonar mis obligaciones y desaparecer como lo había hecho Megan.

Era irónico, ese debía ser el único lujo que no era capaz de darme.

Esa noche me encontraba en el club de stripers más exclusivo de toda Las Vegas. Estaba sentado en el sector VIP del local que poseía una vista panorámica de todos los escenarios donde las chicas bailaban con sensualidad con la ayuda de los caños de brillante metal que relucía bajo las luces de tonos rojos.

No era mi entorno favorito, pero después de tanto trabajo era bueno para recrear la vista un par de horas. No había venido sólo para eso, claramente, estaba esperando reunirme con Lenny Cole, el dueño indiscutido de todos los clubs de stripers de la ciudad. Desde hace semanas estaba esperando que el hijo de puta me concediera una reunión. Pero el muy cabrón me hizo esperar como si yo fuera una persona sin importancia.

La razón de que se negaran a darme una entrevista se debía a que me había presentado ante su secretaria con un nombre falso. No quería decirle mi verdadera identidad todavía, primero quería jugar un poco y divertirme a costa del viejo. Así que no me quedó otra alternativa más que insistir, hasta que finalmente accedieron.

Había valido la pena la espera, porque el establecimiento era alucinante.

Esa noche me acompañaba Dmitri Chéjov, quien contemplaba babeando a las bailarinas más hermosas del país en un rincón del local. Como no tenía dinero propio que gastar para entregárselo a las chicas, yo le había entregado un fajo de billetes para que fuera a divertirse y no me molestara. Cuando el baile personal acabó, mi amigo se acercó a mí y se dejó caer en el sillón a mi lado.

- Joder Cristianno, por favor compra este lugar– Suplicó, juntando sus manos–

- Sabes que no estamos aquí para eso– Respondí, esbozando una mueca por el ruido del club–

- Ya lo sé, pero admítelo ¿no sería genial?– Exclamó, extasiado mientras cruzaba los brazos–

- Este no es mi mundo, incluso yo tengo límites que no quiero traspasar– Negué con la cabeza, bebiendo de mi vaso de whisky–

- ¿A qué te refieres?– Inquirió Dmitri, confundido y frunciendo el ceño–

A la distancia pude ver que Lenny Cole se acercaba hacia nuestra mesa, por lo que ignoré por completo a Dmitri y me levanté para saludarlo luego de esperarlo durante media hora. Este hombre creía que podía hacerme perder mi tiempo como si nada. Si tan sólo supiera que cada minuto de mi vida valía oro no me haría esperar.

- Lenny, es un placer conocernos al fin– Comenté, sonriendo con complicidad–

- Me jodiste tanto para que nos reuniéramos que estoy haciendo un esfuerzo por no dispararte en la puta cabeza– Espetó, molesto y directo–

El hombre ignoró la mano que le ofrecía, en su lugar se sentó en el sillón situado frente a mí sin quitarse sus lentes de sol. Estaba sudando por su camisa de color rosado, desviando la mirada en otra dirección para observar todo a su alrededor excepto a mí.

- No me dejaste otra opción, te hiciste bastante de rogar– Respondí, alzando una ceja–

- Porque esperaba que eventualmente te dieras por vencido– Gruñó, molesto y hastiado–

- Me temo que esa palabra no está en mi vocabulario señor– Comenté, encogiéndome de hombros–

Lenny Cole sostuvo un puro en su mano derecha, fumando con ansias.

- Muy bien niño, tienes un minuto exacto para convencerme de lo que sea que hayas venido a hablar– Decretó, sonriendo con orgullo y altanería–

- Perfecto, incluso me sobrará tiempo– Repliqué, devolviéndole la sonrisa con desafío–

Me acomodé en el sillón, inclinándome hacia adelante para apoyar los codos en las rodillas.

- Antes de empezar, me presentaré: soy Cristianno Gabbana– Declaré, mortalmente serio–

La expresión de un prepotente y triunfalista Lenny Cole se tornó pálida y luego se desfiguró por completo cuando analizó las palabras en su mente. Me contempló de arriba abajo, esforzándose por mantener la boca cerrada, como si no pudiera creer que yo estuviera frente a él. Su rostro estaba marcado por la vergüenza profunda y el arrepentimiento, tal vez por primera vez en muchos años.

Me había costado construir este momento, pero ahora que lo estaba viviendo me sentía satisfecho. Nada podría hacerme más feliz que ver cómo un hombre tan importante y respetado como Lenny Cole se rendía a mis pies como cualquier tonto en mi presencia. Él me conocía y sabía que no se podía jugar conmigo. Pero Lenny se había atrevido a hablarme como si fuera un insecto, me había hecho esperar y se había negado a concederme esta reunión un millón de veces.

Podría castigarlo por esa deshonra, pero esta noche mi objetivo era otro.

No podía culpar al pobre hombre, podía entender su reacción. Estaba seguro de que se arrepentía por el trato que me había dado. La mafia provocaba ese efecto en las personas, por mucho que fuera una carga, debía admitir que en el fondo era jodidamente bueno administrándola. 

Déjame ir o ámame así (ASP #2)Where stories live. Discover now