De noche también es verano

3.8K 246 1K
                                    



1

Detesto el verano, mae.

Me parece un mierdero incagable, especialmente en marzo y abril con el calor que hace. Paso sudando como un cerdo y a veces me cuesta quitarme los calzoncillos porque se me pegan en las nalgas por el sudor. Pero lo que más detesto del verano es a la gente, al tufillo optimista ese que se huele en el aire, especialmente en el colegio. Digo, la gente de mi generación ya tienen cuatro años de experiencia en ese chiquero para saber que este año va a ser igual que el anterior. Como que se les olvida que el diciembre pasado estaban mamando con los exámenes de presentación y llorándoles a los profesores para ver si les regalaban un mísero punto.

Todos los años son lo mismo, mae, este no va a ser distinto. Lo más a lo que usted puede aspirar cuando está en año de bachillerato es a pasar todas las materias para no tener que repetir y vivir otro año de mierda.

La verdad, la verdad, lo único bueno del verano es que se acaba.

Aunque, pensándolo bien, no es que todos los años sean lo mismo, es que van de Guatemala a Guatepeor. Yo lo he notado, que con los años me voy poniendo más amargado, y eso que apenas estoy en último año del cole, no quiero imaginarme cómo voy a ser cuando viejo. Aunque tampoco me imagino de otra manera, es mejor ser un viejo hijueputa que uno que se deja. Pero, bueno, siguiendo con lo que hablaba, me doy cuenta que cada año mis compañerillos me caen peor, especialmente los maes con los que antes me cagaba de risa.

Óscar, por ejemplo, es mi amigo como desde que teníamos ocho años. Recuerdo que nos gustaba comer mandarinas en la casa de él cuando estábamos más mocosos, y que nos cagábamos de la risa molestando perros bravos de casas ajenas. Tuvimos buenos tiempos, la cosa es que últimamente me parece cada vez más insoportable. Como que ya no disfruto nada cuando salimos, y a veces el ridículo se pone a gritarles varas a las viejas cuando vamos por la calle.

Qué imbécil, mae, en serio.

A ver, no digo que esté mal que al mae le gusten las viejas, a mí también me gustan y me entretengo en misa viéndoles las piernas y pensando con quién me gustaría más coger ―porque ni modo que voy a ir a misa a ponerle cuidado al pelón ese―, pero la cosa es que yo lo disimulo y él no. Lo peor de todo es que tiene una cara de culo que no se aguanta. Que, de paso, esa es otra cosa que empeora con el tiempo: los maes. No sé por qué, pero los maes que conozco, compañeros y eso, se ponen más feos con el tiempo. Óscar siempre ha sido flaco, pero ahora tiene la cara como más jalada y los dientes torcidos le apuntan a todo lado; tiene un colmillo que parece que lo va a asesinar mientras duerme. Y así se ponen feos los otros también. Las maes se han puesto unas más bonitas y otras no, pero a los maes parece que a todos los chupó el diablo.

Estoy hablando de Óscar porque me dijo que saliéramos hoy en la noche, que fuéramos a un bar o algo, para aprovechar el viernes, pero igual le digo que tengo cáncer en los huevos y me escapo solo, porque no hay ganas con esa gente. Además, es más fácil que las guapas le presten a uno atención si no va acompañado de retrasos, y yo tengo una suerte que aunque sea pellizco algo porque, a diferencia de esos mamones, yo cada vez me estoy poniendo más rico.


2

Al final decido que sí voy solo, así que me pongo más guapo de lo que soy y bajo al campo de batalla para ver si los planes no se me van a la mierda. Porque la cosa es que para ir sin nadie tengo que buscar transporte. Y transporte significa la moto de mi hermano Erik, pero él anda de paseo y yo tengo que pedírsela a mi mamá. Y ya se sabe cómo son las mamás, que a veces se les mete el diablo.

De noche también es veranoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt