**Prólogo**

7.1K 363 10
                                    

Tan sólo faltaba una semana para que Marisa pasara por la iglesia vestida de blanco, como bien dictaba su virginidad, acompañada del brazo de su padre. Pedro un hombre serio y cátolico. En la familia de Marisa, son muy religiosos y esas creencias se han ido transmitiendo de padres a hijos durante cerca de tres generaciones. Marisa tiene un hermano, Eduardo. Su hermano decidió irse de casa porque no soportaba a su padre y sus absurdas ideas. Puesto que se la pasaban discutiendo. Cansado de escuchar la típica frase de su padre:《Esta es mi casa, estas son mis reglas y tú vives en mi casa, harás lo que yo decida》 Edu decidió mudarse a la ciudad. Donde conoció a su amiga Naiya y ahora trabaja como director de finanzas en la empresa de ella. Desde que Naiya se mudó a vivir con su marido y sus hijos a Canadá, Naiya le pidió que se hiciera el cargo. Edu aceptó gustoso.

Ahora ha regresado al pueblo desde hace varios años que lleva sin ver a su familia, debido a la mala relación con su padre, para asistir a la boda de su hermana. Marisa está feliz de tener a su hermano de vuelta y dichosa por casarse con Juan, el único hombre que ha amado, dado que ha llevado una vida de monja, pensando en el que dirán la gente. Y si algo hiciera indecente temía lo que su padre pudiera llegarle hacer. Solo le quedó obedecerle y como regla número uno en su casa, pasar por la sacristía casta.

Y por fin, tras tres años de noviazgo se van a casar. Marisa había terminado de estudiar corte y confección. Tenía pensado después de la boda buscaría un empleo.

Marisa se encontraba hablando nerviosa con su hermano sentados en una cafetería. Ilusionada, Marisa le contaba lo feliz que se siente de casarse con Juan. El es un hombre amable, siempre se ha portado muy bien con ella y sobre todo la ha tratado con respeto sin llegar a la cama.

Edu hizo una mueca, de nunca le cayó bien Juan y ahora tenía que soportarlo como cuñado. Tras terminar su café, Edu y Marisa se fueron a una tienda para alquilar un esmoquin para la boda. Tras probarse varios, Edu se decantó por un negro con fajín a juego y camisa blanca.

Eduardo conducía hacia la casa de la que sería el nuevo hogar de su hermana con un presentimiento. Marisa había insistido tanto que la acompañase para ver como había quedado amueblada. Edu aceptó encantado, haría cualquier cosa por complacerla y verla sonreír.

Al meter la llave en la cerradura, Marisa se extrañó que solo tuviera una vuelta, cuando ella siempre cerraba con dos vueltas. Miró a su hermano extrañada, comenzando a inquietarse por si había entrado un ladrón.

Sigilosamente entraron dentro de la casa, Edu le hizo un gesto a su hermana para que se parase y se callase. Edu continuó caminando hacia la habitación de matrimonio de su hermana. Era evidente el ruido que procedía de la habitación. Aquel chulito, se estaba acostado con otra tía. De un golpe totalmente furioso Edu abrió la puerta encontrándose al que va ser su cuñado con otra en la cama. Sin pensarlo se abalanzó sobre ese desgraciado pegándole varios puñetazos. Juan se defendió atizándole a Edu. Marisa se puso en medio de los dos gritando para que parasen.

Marisa no se podía creer lo que había visto. Su prometido acostándose con otra mujer las vísperas de la boda. Marisa le pidió una explicación a Juan. Como era de esperar, él le echó la culpa a ella, por haberlo tenido sin sexo, por ser una imbécil y una mojigata. Aquellas palabras hirieron a Marisa desgarrándole el corazón. Jamás hubiera creído que el hombre que ama le hiciera una cosa así. Edu lo agarró de un brazo y lo echó junto a su amante a la calle.

Marisa no podía dejar de llorar, nunca hubiera creído que Juan la viera como una imbécil. Edu intentaba consolarla quitándole importancia al asunto.
Afligida y dolida, se dirigió a la habitación donde había visto a su prometido follando con otra mujer. Haciéndole lo que ella siempre hubiera querido que le hicieran. Juan llevaba razón, que hombre va estar con una mujer sin tocarla, solo conformándose con 4 absurdos besos.

Se volteó mirando a su hermano, sus ojos habían pasado del dolor a la furia. Apretó sus puños jurándose a sí misma que ningún otro hombre la iba a lastimar, la iba a tratar como una imbécil puesto que estaba dispuesta a cambiar. Lo primero que debía hacer es irse de su casa si deseaba hacer una vida normal. Tener esa vida que tanto ha deseado y por culpa de la mentalidad de sus padres se ha perdido.

Lo primero que iba a hacer es cambiar su vestimenta. Quitarse esas faldas largas y jerséis largos por algo más moderno. El estar rellenita no tenía que impedirle ir a la moda. Después buscar un trabajo y lo más importarte ser ella misma. Una mujer libre, libre de nadie tuviera que  decirle como debía hablar, como debía actuar...Todo aquello se acabó.

Agarró su maleta, llevándose lo necesario dispuesta a empezar una nueva vida.

Había discutido con sus padres tras haberle contado que la boda era cancelada. Sus padres pensando en el qué dirá la gente de ellos, no escucharon a su hija. Edu intentaba hacerle entender a su padre que no puede tratar a su hermana como si fuera una monja. Su padre se hizo el sordo, acabando en una acalorada pelea. Edu apoyó a su hermana dispuesto ayudarle para que tuviera una vida donde no tuviera que soportar las ideas de sus padres.

Una semana después Marisa se había instalado en el apartamento de su hermano. Se sentía apoyada y feliz junto a su hermano. Aun así su corazón seguía echo pedazos tan pequeños que muy difícil lo tenía de volver a pegarlos. Con todo lo sucedido con su prometido, había aprendido una lección. Ser más segura de sí misma y hacer las cosas a su manera.

Habían pasado tres años desde que Naiya apareció por la puerta transformándolo. Por ser un completo idiota, y no saber valorarla acabó perdiéndola para siempre. Hacía meses que se divorció de Elsa, no la amaba y su enfermedad y esos cambios lo estaban sacando de sus casillas. Ya no pudo soportarlo más, mejor solo que mal acompañado. Pensó Noé mientras contemplaba la ciudad desde la altura de su edificio.

Apoyó su frente en el frío cristal agarrando un vaso de whisky. El alcohol de alguna manera lo ayudaba a ir sobre llevando sus días tortuosos.
Se había alejado de todo, quería estar solo para dejar que los días pasasen encerrado entre cuatro paredes haciendo una vida solitaria. Quería castigarse por haber sido tan estúpido. Ya no podía echar el tiempo atrás para poder rectificar sus errores. Al no tener una máquina del tiempo, prefirió hacer vida de ermitaño, así no lastimaría a nadie que no fuera a si mismo.

Ya no creía en el amor, solo era feliz cuando jugaba con su hijo. El resto del tiempo se convertía en un hombre amargado y solitario.
Seguía trabajando en su empresa, las cosas no iban bien y necesitaba nuevas ideas si deseaban lanzar nuevos proyectos. Ahora tocaba buscar alguien que le ayudara a levantar su empresa y reconstruir su corazón.

TÚ ERES ASÍ...Segunda OportunidadWhere stories live. Discover now