El agua estrellándose contra el metal, la lavadora cumpliendo su función, una radio de música tranquila y los pasos de mi abuela. Eso es lo que escucho junto a su voz de vez en cuando contándome su dolor y regalándome consejos.
El día esta soleado, y las nubes blancas como algodones pasean lentamente por el cielo.
Y yo estoy en el limbo entre este mundo y el vacío en el que me deja el dolor.
El reloj marca las 12, los perros ladran, la radio me parece ruidosa, ¡Basta ya! Quiero gritar, pero solo cierro lentamente mis párpados y los abro dolorosamente.
Tirada en el sofá y temblando levemente, el mundo me parece peligroso y ruidoso. Molesto. Desagradable. Y sé que me estoy alejando de todo.
Me deslizo entre mis pensamientos y lo que siento, dolor. Dolor y dolor. Paso dolorosamente entre todas las cosas que hay que cuestionar y dudar y trato de convencer al comité que controla todo en mi mente, que éste mundo no es tan malo, que yo puedo soportarlo y que puedo cumplir mis funciones perfectamente.
En mi mente sangro, estoy llena de heridas sangrantes y de golpes invisibles que duelen ante el movimiento, pero me veo perfectamente cayendo al suelo, por voluntad propia, rogando que no me cambien, que yo puedo cumplir mi labor y que esto no es nada para mi.
"¿Como piensas tomar el control si tus heridas aún no cicatrizan, y los golpes en tu cuerpo están hinchados?" dicen y sigo con mi ruego.
"Yo puedo" les grito. "Yo puedo, no pueden eliminarme aún, hay gente que confía en mi, estoy cumpliendo."
Tick...
Respiro pesadamente y estoy de vuelta.
... Tack.
Mi abuela esta en su habitación urgando en el closet, la radio suena, los coches pasan y la lavadora a dejado de funcionar. Pero esto estoy de vuelta y es lo único que importa.
Todo duele, pero eso no importa, porque puedo seguir aquí.
Todo es demasiado ruidoso, pero no importa, porque de todas formas, no es peor que mi mundo. Así que me levanto del cómodo sillón y vuelvo a dar la batalla nuevamente, cuidando de no volver a fallar y tropezar.
