Capítulo 1: Al Filo de las Sombras

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Elara avanzaba solitaria por la empedrada Calzada del Camino del Alba, descalza y cubierta de sangre. A pesar de ser una poderosa hechicera, en esos momentos su vulnerabilidad era palpable, casi tan frágil como cualquier alma en la vasta isla de Eldoria. Los lugareños, al igual que ella, se referían a este sendero como "la senda de los espectros", en memoria de una antigua taberna donde las historias y cervezas fluían bajo el tenue resplandor de las velas. Aún danzaba en su memoria el aroma del pan de especias que se horneaba allí, un dulce recuerdo que contrastaba con el vacío de su estómago.

Las hojas secas de los árboles ancianos, teñidas de un rojo sangre y crujientes bajo sus pies descalzos, marcaban su paso. Vaporosas nubes blancas escapaban de sus labios en la madrugada, mientras ocultaba tras su espalda un cuchillo de hueso. Era el mismo cuchillo que había usado momentos antes para terminar con la vida de Marthos, un acto que llenaba a Elara de una satisfacción sombría. No sentía remordimiento, solo una tranquila alegría por haber logrado su venganza.

En aquel antiguo sendero, raramente transitado por carruajes, Elara había contado apenas seis en su caminata nocturna. El último, una carreta desvencijada tirada por robustos corceles grises, era el primero que se detenía para observarla más de cerca. El carretero hizo crujir las piedras del camino bajo las ruedas de madera y estacionó al otro lado, dejando a los caballos inquietos.

Al descender la lona que servía de protección, el aire se llenó de olores a albahaca silvestre, raíz de mandrágora secada al sol y polvo de cuerno de dragón. El conductor, un magus de piel clara, bajó de la carreta con elegancia. Vestía una túnica con capucha y trajes finos, de complexión normal. Los tatuajes de símbolos alquímicos decoraban sus brazos expuestos, y su pelo negro contrastaba con sus ojos azules, que se movían con una rapidez que contradecía su serenidad aparente, como si estuviera constantemente en alerta. A su lado, en el asiento del acompañante, un gran lobo gris la examinaba con recelo. Elara suspiró profundamente, inconscientemente, dio un paso atrás, su mano rozando el mango del cuchillo oculto bajo su túnica, preparada para cualquier eventualidad.

La detención de la carreta no parecía casual. El magus, con una mirada intensa y curiosa, parecía buscar algo más que una mera interacción casual. Elara, sintiendo la carga de esos ojos penetrantes, se debatía entre la curiosidad y una cautela instintiva. Algo en la manera en que el magus la observaba sugería que su encuentro podría tener implicaciones más profundas, tal vez un presagio de desafíos venideros.

—¡Por los cielos!— exclamó el conductor, su voz impregnada de preocupación. —¿Le ha acontecido alguna desgracia?— Su tono era tan genuino que, a pesar de sus reservas, causó un impacto inesperado en Elara. Ella se pausó, la pregunta del magus resonando con una nota sorprendentemente suave en sus oídos, como si el timbre de un hermano mayor se filtrara a través de la voz del desconocido. Mientras intentaba discernir si la preocupación del magus era sincera o fingida, la calidez de su voz suavizó por un momento las líneas tensas de su rostro, haciendo que sus hombros caídos por la guardia se relajaran involuntariamente.

—No —respondió Elara, lanzando una mirada cautelosa al lobo que la observaba desde el asiento del acompañante—. No es nada grave. Es solo que hemos tenido un contratiempo en la arboleda, con una de las criaturas del bosque. Elara lanzó una mirada fugaz a los árboles dispersos a lo largo del camino, su aspecto demasiado esparcido para ocultar cualquier arboleda secreta, y menos aún criaturas del bosque. —Ha sido un nacimiento difícil, tanto para la criatura como para mí —sonrió y gestualizó hacia su vestimenta con ambas manos; la sangre que manchaba su vestido de lino verde había secado, dejándola oscura y tiesa—. He arruinado completamente mi vestimenta.

El magus frunció el ceño ligeramente, sus ojos escaneando brevemente el entorno antes de volver a posarse en Elara, como si tratara de leer entre líneas de su historia. El leve olor a tierra y hierbas que emanaba del magus se mezclaba con el aire frío, y a Elara le recordaba a alguien que pasaba mucho tiempo en comunión con la naturaleza, alguien para quien la vista de sangre sería tan común como la lluvia en primavera.

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⏰ Last updated: Apr 17 ⏰

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Trono Celestial: Lazos de fuego y sangreWhere stories live. Discover now