¿Qué rayos ocurre?

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Para su sorpresa, Frank se encontró a sí mismo yendo a visitar a Ray al supermercado. No eran 'visitas' formales, sino que siempre buscaba una excusa para ir al establecimiento debido al hecho que era demasiado terco para admitir que en realidad le agradaba pasar el rato con el rizado. Cada vez que su madre necesitaba comprar algún comestible, él se apuntaba e iba felizmente. Linda lo miraba con cara rara cuando veía que su hijo literalmente se estaba ofreciendo voluntariamente a hacer algo que implicaba esfuerzo, porqué nunca quería salir de la casa o su cuarto. Pero no dijo nada, se contentaba con el simple hecho de que saliera y tomará algo de aire fresco. Además, Frank disfrutaba ir porqué obligatoriamente tenía que pasar por el parque y allí veía al chico de cabellos rojos; casi se había hecho como una pequeña rutina el verlo en el mismo lugar, siempre llevando una corona de flores. 

Cada vez que iba al supermercado Frank se tardaba horas allí dentro, pues se quedaba hablando con Ray y el tiempo pasaba volando. Había descubierto que tenían los mismos gustos en bandas y música, a ambos les gustaba el rock y el metal así como también el hardcore. Había aprendido que su banda favorita era Iron Maiden y su canción favorita era 'Hey You' de Pink Floyd.

— ¿Qué prefieres? —preguntó Frank al rizado. Se encontraba dando vueltas en la silla giratoria de su amigo mientras éste se encargaba de empaquetar en una bolsa los productos de una ancianita— Si tuvieras la oportunidad de viajar al pasado, ¿te gustaría conocer a Kurt Cobain o John Lennon?

Ray chasqueó la lengua y le echó una miraba por sobre el hombro— Esa es difícil, no creo que podría decidirme. Ambos me gustan mucho.

— Yo elegiría a John, el tipo era un genio. Kurt... No tanto.

— Oye, no insultes a mi Kurt —el rizado pareció herido ante su declaración pero aun así sonrío, siempre lo hacía. Le entregó la bolsa de papel a la anciana y luego se volteó hacia él. Detuvo con una mano la silla, terminando con la diversión poco convencional de Frank— Ya quédate quieto, pareces un niño que comió mucha azúcar.

— No soy un niño, solo me divierte —bufó, agarrando la máquina etiquetadora del mostrador y comenzando a jugar con ella— Y no hay nada infantil en ello.

Ray rodó los ojos— Mi turno termina en diez minutos. ¿Me esperas y nos vamos juntos?

— Claro.

Frank esperó a que Ray terminará con su turno y luego salieron con rumbo a ningún lado en particular. Apenas eras las cinco de la tarde y al ser verano no oscurecía sino hasta las ocho de la noche, tenían tiempo de sobra. Caminaron por las calles del viejo vecindario en silencio, el canto de las aves iluminaba el hermoso día soleado. Frank aspiró el aroma del aire; flores y árboles recién florecidos y el dulce aroma de la pastelería de la otra calle. Una deliciosa combinación. Se detuvieron cuando llegaron al parque. Frank inconscientemente buscó con la mirada al chico, pero extrañamente no lo vio por ninguna parte. Qué raro, siempre solía estar ahí a esas horas. ¿Qué habrá pasado con él? Estaba tan acostumbrado a verlo que su ausencia le parecía anormal.

Divisó a un grupo de dos chicos sentados en unos de los bancos de madera no muy lejos de dónde estaban. Ray comenzó a acercarse a ellos y Frank lo siguió con paso tentativo.

— ¡Hey, chicos! —saludó alegremente Ray, recibiendo a cambio saludos por parte de estos— Este es Frank. Frank ellos son mis amigos, Mikey y Bob —señaló primero al chico de lentes delgado y luego al rubio rechoncho. Frank hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

— H-hola —sus miradas lo ponían nervioso, aunque no parecían ser chicos malos, se sentía incómodo a la hora de socializar con personas que no conocía.

Don't cry, craft ↠ FrerardWhere stories live. Discover now