Epiloge

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Al final del día cuavdo vez ese último rayo de sol y te despides de él sabes que lo volverás a ver al día siguiente, que su calor te envolverá en unas horas más y sentirás como tu temperatura sube.

El amor, es como el sol, cuando más sientes frío es el que te ayuda a calentarte y no sufrir sólo un terrible invierno, otras veces es malditamente horroroso, con sus rayos pegando te en la cara, no quieres saber de él nunca mas, y otras veces creemos que no está ahí, gracias a nubes grises que lo ocultan de la mejor manera posible, pero no, siempre está y cuando falta, sabes que más temprano que tarde volverá a surgir.

Y eso fue lo que él no pudo llegar a comprender, tantos golpes en su vida lo obligaron a llevar de por vida una nube gris a su alrededor.

Llegó ella y pudo notar por primera vez en mucho tiempo el calor que el sol provoca de nuevo y eso le agradó, supo desde ese momento que era su diamante en bruto, pero no supo cuidarlo y lo perdió.

El lobo se enamoró de la oveja, de lo tierna que es, su inocencia y la dulzura que transmite. Pero la consumió sin darse cuenta de que nunca la obtendría de nuevo.

Sabía en estos momentos que ya estaba perdido, sus hombres habían muerto y solo quedaba él, contra todo un ejército de miles de hombres más.

Llevaba la cadena colgando del pecho, mientras intentaba esconderse, su brazo sangraba, su corazón acelerado, pero su alma aún destrozada.

No había salida, más disparos comenzaron a venir y descargó su arma en un instante, seis balas, pero solo cayeron tres cuerpos.
Quiso hacer un movimiento para salir de ahí pero sus enemigos fueron más rápidos.

Estaba rodeado, sin salida. Su hermano bien le había dicho que esto era suicidio.

Dos disparos en cada pierna lo hicieron caer, otros tres en su pecho multiplicaron su agonía, pero no lo mataron, solo se fueron retirando poco a poco los hombres para dar paso a una mujer.

Desenfundó un arma y apuntó contra su cara.

Al fin de cuenta las mujeres eran su debilidad.

Ella disparó y la bala lo atravesó.

Y lo último que su mente le trajo a su mente fue el rostro de su amada.

Abrió los ojos y estaba frente a él, le tendió la mano y se levantó del piso y la abrazó fuertemente.
-Te dije que pronto estaría a tu lado. - se volvieron a abrazar.

Se tomaron de las manos y caminaron sin rumbo.

Pues ya nada le importaba.

Por fin estaban juntos, de nuevo, y para siempre.

ImplacableWhere stories live. Discover now