Capítulo I: Destello entre las antigüedades (Editando)

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Isaac Rumsfeld




«El Imperio Nuevo comenzó cuando los monarcas tebanos de la Dinastía XVIII (1550-1295 a.C.) expulsaron a los reyes hicsos -invasores extranjeros de Palestina- que habían controlado el país desde alrededor de 1650 a.C. Durante la sucesión de faraones, entre los que se encontraban Tutmosis I (1504-1492 a.C) y su nieto Tutmosis III (1479-1425 a.C.), Egipto extendió sus fronteras hacia Siria por el norte y hacia la Cuarta Catarata del Nilo en la Alta Nubia (Actual Sudán) por el sur.

Estas conquistas trajeron considerables riquezas a Egipto en forma de tributos, así como una afluencia de ideas e influencias exóticas. Como consecuencia, no sólo los faraones del Imperio Nuevo, sino también la nobleza y clases gobernantes disfrutaron de una vida de lujo y refinamiento sin procedentes».

Cerré mi libro del Nuevo Imperio de Egipto al sentir como la tripulación del barco se mueve por la borda mientras este era atracado en el puerto del Cairo. Agité mi camisa blanca que se encontraba pegada a mi pecho por el horroroso clima caluroso característico de aquí, y si no me equivoco, seguirá aumentando.

Todo es realmente nuevo para mí, un nuevo mundo. Egipto es totalmente diferente a Inglaterra, aunque debo admitir que no me esperaba tanta civilización. Tal vez, al estar todos los años estudiando arqueología, sobre todo interesarme demasiado en la cultura antigua de Egipto, hizo que me creara una burbuja donde mis credibilidades seguían siendo que aún vivían en su época de faraones, con sus cultos a los Dioses, grandes monumentos y esculturas; ahora mi burbuja se ha reventado el día de hoy estando sumergido en una cruel y común realidad.

Los edificios están frente a mis narices junto a las calles pavimentadas; una gran cantidad de personas caminan como hormigas con cierta velocidad generando en mí un leve mareo. La única opción que me queda, es acostumbrarme a esta existencia.

Si es que todo marcha bien y el Director del museo me acepta, me quedaré aquí por un buen tiempo, ojalá por el resto de mi vida como he anhelado hace mucho tiempo.

Tomé mis bolsos con las maletas, y marqué rumbo a mi hotel.

El agua fría de la ducha chocaba contra mi espalda hirviendo por este odioso calor. Extrañaba algo refrescante, algo que debilitara mi cuerpo y aquí estaba presente en mi espalda.

Sacudí mi cabello corto y me coloqué algo formal, a la vez refrescante para este gran día: una camisa blanca de lino, unos pantalones largos y sueltos de color beige, finalizando con unos zapatos color café.

Mi vista se dirigió al balcón de mi habitación. Admito que esto es lo más hermoso que he logrado ver en mi vida, generando que me vuelva a encerrar en esta fastidiosa y normal burbuja inexistente, que cada segundo que pasa, este aumenta su tamaño. Siento que estoy en dos mundos diferentes que se encuentran reunidos en una sola ciudad. Tener la vista a lo lejos a la pirámide de Gizeh y Saqara, genera que mi corazón se acelere mil por hora al tener unas de las más grandes maravillas frente a mis ojos. Una experiencia que solo se vive una vez en la vida, que será difícil de olvidar para un amante de antigüedades y monumentos como yo.

El color rojo tierra del Museo arqueológico del Cairo, lo tengo frente a mi área visual. La arquitectura enorme y fantástica me incentivaba a dar unos cuantos pasos para lograr entrar a este portentoso lugar.

El Misterio de Smenjkara (FDLA #1) [EDITANDO] ©Where stories live. Discover now