Biografía de Elvira (Cap. 1)

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Sobre el horizonte, de espaldas a la estrella de la vida, galopaba la sombría silueta de la más sincera personificación del miedo humano, sobre un caballo blanco. Ella extendió sus alas y voló en mil sombras, y él galopó. La ciudad de New York se arrepentiría de haber nacido.
...
Muy lejos pero a la vez tan cerca, dos irónicos antónimos de los rednecks iban sobrellevando una noche aburrida con el buen rock de los 70's. Era el álbum Queens Of Noise de The Runaways, haciendo aquél silencio un poco menos incómodo.
Al volante, la reina del punk coronada con una guitarra de cinco cuerdas y una cresta roja, Josseline Stevens; más bien conocida como Joss Sttar, llevaba una mano debatiéndose entre el volante y la palanca y otra colgando de la ventanilla de su destartalado coche, llevando una petaca de whiskey y un cigarrillo encendido. Nadie sabe cómo lo hace, pero con mil y una sustancias encima, puede mover ese ataúd metálico hasta Los Angeles si hacía falta, y llegarías sano. Cuando le preguntan por eso, ella solo dice: "El rock and roll, el punk y los coches han estado conmigo desde que huí de casa, y me han enseñado más que mis propios padres".
Bajita pero peligrosa, sus plataformas con pinchos, su cara de pocos amigos y su brillante navaja de bolsillo te harían cubrirte los testículos para pasarle por al lado. Así era ella.
Del otro lado del coche, la alta, delgada y pelirroja imagen de la ebriedad era acunada por el ronroneo del motor, el alcohol en sangre y los lentos del rock n' roll. Ella es Jane Jones, y es baterista en una banda de jazz; dice que es lo suyo, pero su corto peinado desalineado y su estilo gritaban todo lo contrario, aunque a ella no le gusta gritar. La única razón de que las calles no hubieran olvidado su cara era la estrella que hacía al cacharro avanzar; era capaz de sacarla de la oreja de su casa con tal de enseñarle a disfrutar.
Here i'm, on the limousine.
Once again, the lonley queen...
Stop! Look! Listen... to my heartbeat.
Stop! Look! Listen... to my heartb-
-Hey, Jane, mira eso. Parece que hay una fiesta ahí. -Dijo Joss parando delante de un pub del que salía música. Más específicamente: Let's Dance de David Bowie.
-¿N-nhh...? -Jane difícilmente sabía que el auto se había parado. Fuera del pub, había un cartel que decía: "Hoy, noche 60's 70's 80's".
Joss leyó eso y directamente aparcó. Apagó el motor y bajó del auto, acabando su cigarrillo y dándole el último trago a su petaca de whiskey. Rodeó su máquina y abrió la puerta en la que estaba apoyada Jane, la que, inmediatamente, besó el pavimento.
-¡M-mngh...! ¡J-joss, ¿Qué caraj-...? -Rechistó mientras su amiga la levantaba de los brazos y la ponía mirando hacia el lugar.
-Vamos, quiero fiesta y tú me vas a acompañar. Ponte de pie. -Jane obedeció a esa última orden solo para ver mejor el lugar al que Joss quería entrar. No le llamó la atención, pero miró a su amiga y sabía que no le podía decir que no a esa sonrisa de ilusión.
-Aagh, ok, vamos...
-¡Sí! -Dijo Joss y empezó a marchar hacia adentro. Vio que su amiga caminaba en zigzag y entonces pensó que llevaba encima su celular y sus llaves. Cuando notó que se iba a caer la tomó del brazo y la levantó.
-Hey, hey, arriba... Con cuidado... -Susurró mientras la ponía de pie y comenzaba a urgar en sus bolsillos. -Discúlpame pero voy a tomar tus llaves y tu celular. Creo que estarán más seguros conmigo, tengo bolsillos con cierre en la chaqueta. -Siguieron caminando para entrar, pero Jane estaba en la primavera de la ebriedad, no se llevaba a sí misma. Joss suspiró y la tomó de la mano. -¿Ahora sí? -Dijo riendo, y Jane soltó una risita.
En el cielo, la Luna sonreía y las estrellas miraban curiosas. Los murciélagos de New York revoloteaban felices, ¿Qué cenarán hoy?
Dentro, la chica de la cresta se tragó las miradas como un vaso de cerveza, que no era nada para su garganta de hierro. Ambas fueron a la barra y Joss pidió una botella de Jack Daniel's. Se sentaron a mirar la pista.
Simplemente ver a la gente saltar le revolvía el estómago a Jane. No pudo ni probar la bebida, se encontraba en trance.
-O-oye, J-joss, creo que no me sien-
-¡Mmh! -Tragó la bebida que acumulaba en su boca mientras empezaba a sonar Hell Raisers de Vixen. -¡Vamos a bailar! -Tomó a Jane del brazo y la llevó a la pista.
La tambaleante chica bailaba temerosa de soltar las manos de su amiga. Miraba en trance la luces de la pista, parecían soles... Y las personas, iluminadas pero deformadas por esas luces, parecían alienígenas humeando su humanidad con sus brazos en alto.
Sus sentidos estaban borrachos, y su cuerpo se sentía pesado. Pero no había malestar más allá de eso, no sentía que fuera a vomitar.
En cambio, Joss apenas empezaba a "alegrarse", no dejaba de reír y se movía errática. Jane se reía de sus caras, y en respuesta Joss se reía de que se riera. Y así, observad todos la imagen de la fiesta.
En el estribillo, Joss empezó a saltar y se llevó a su amiga. Un pogo comenzó a germinar, y al rato ya tenían a varios punks agitando las cabezas a sus costados mientras pasaba la estrofa. En el siguiente estribillo todo el mundo saltaba. Cerveza, whiskey, vino y colillas de cigarrillos volaban por el aire. Joss se colgó un vaso plástico vació de un par de mechones de la cresta y siguió saltando durante el solo de guitarra de la canción.
La gente se agarraba de las manos y saltaban bailando. En un momento, Joss se acercó a su amiga para decir: "No pensé que había tanta gente buena en este mundo". Esa es la señal, cuando esta chica comienza a hablar del mundo y a generalizar la humanidad buscando una respuesta a todo: está borracha.
Las canciones pasaban y las paredes se aburrían del humo de cigarrillo y el olor a alcohol. Después de un rato, en el centro de la pista, había una escultura robada de un museo francés; tan pálida como la nieve y tan bella como una diosa, bailando despacio y libre, como si sus pies no tocaran en suelo, ante Wild Is The Wind de David Bowie. Y sus ojos de halcón habían atravesado el alma de Jane, la cual no podía pensar presa de su mágica imagen.
Joss reía, pero ella ya no la miraba, ya no la seguía. Sus cuerpos iban a sones diferentes y aunque se tomaran de las manos, ya no estaban bailando juntas.
La chica del centro de la pista brillaba como una estrella, una estrella que ya varios habían pretendido pero que ella, cordial y grácilmente, devolvía desamparados a la pista.
En la mente de Jane, sus movimientos felinos eran lo único que existía. No se dio cuenta cuando dejó su amiga, ni cuando abrazó aquél cuerpo frío. La chica con piel de luna era hipnótica; de ojos insoltables, los cuales, a veces... Cuando ciertas luces pegaban de cierta forma... Parecían rojos.
Era bastante pequeña, y Jane la tomaba de la cintura como si le perteneciera, y ella posaba en esos lejanos hombros sus manos frías, pero eso a Jane no le importaba, ese baile lento y sensual era todo lo que ellas necesitaban. Sus corazones se habían sincronizado, y cuando el DJ complació a la jazzista con Fever de Peggy Lee, el momento pareció sacado de un sueño.
Jane llevó a la chica al centro de la pista y comenzó una coreografía (para ella bien conocida) tan bella y perfecta que Joss juraría que alguien se pajearía viendo eso. Porque ellas eran dos flores en la primavera de la vida, y Fever las hacía chocar sus sienes en pose de vals. Luego Jane se agachaba, bajando lenta y lascivamente por el cuerpo de la chica congelada. Se miraban con un deseo que podía quemar el corazón de los espectadores.
Jane estaba en otro planeta, donde no había preocupaciones, mala música, malas personas... Solo goce y sensualidad. La alta chica coló sus largas manos en la camiseta de la otra, y lentamente fue subiendo por ella hasta quedar justo debajo de su sostén. Ahí se detuvo, y solo disfrutó el toque de aquella tersa piel fría, calentándose lentamente con sus manos.
La otra chica la miraba directo a los ojos, y acariciaba su cuello con toques hipnóticos. Como si estuviera pulsando las teclas que reprogramaban el código de su mente, partiéndola en deseo y sensaciones inolvidables.
Los dedos de Jane jugueteaban alrededor del broche de su sostén, y ahora ambas estaban completamente pegadas. Sus cuerpos estaban cocidos por el hilo de un pensamiento inexistente, de unos oídos aturdidos de música, letras de amor y suspiros.
Entonces, para cuando la endorfina de Fantasies de The Runaways comenzó a correr en las venas de las cocidas desconocidas, contra la pared brilló un beso apasinado.
Night visions of fantasies
are lying in bed with me.
In the dark i can see you smiling...
Jane volteó lentamente los cuerpos y puso a la chica contra la pared. Desabrochó su sostén y acarició sus grandes pechos. Entre el beso, aullaban jadeos.
You touch my body... And set my soul on fire!
Oh, yeah!
Entonces, la chica tomó a Jane del brazo con un agarre que no parecía propio de su tamaño y dijo:
-Sígueme... -Jane sintió que una sirena le cantaba en el oído. La habría seguido hasta la tumba en ese momento.
Fueron al baño y se metieron en el cubículo para discapacitados (que es más grande). Como la pequeña iba adelante, Jane aprovechó para acorralarla en la esquina. La tomó de la cara y, antes de besarla, la música las obligó a mirarse a los ojos. Una momento tan mágico como... Como una fantasía. La besó con suavidad, como si le pasara en ese beso el néctar de la flor de la vida.
Ella metió sus manos como témpanos de hielo en la camiseta de la jazzista de fuego, que disfrutaba ese tortuoso tacto.
Se acariciaron, desvistieron, besaron, y dejaron en los azulejos las marcas de sus jadeos.
Estaban ambas en bragas, y la morena puso a la pelirroja contra la pared, e iba a besarla, pero esta la tomó del cuello y trajo su oído a su boca. Susurró:
-¿Cómo te llamas, diosa...?
-Jah... Cuánto tiempo que no me llamaban así. Soy Elvira. -Entonces tomó a Jane de los pelos y la besó.
Las manos fluyeron por la piel como agua en el río, el éxtasis golpeó sus mentes como un boxeador y se plantó en sus corazones la semilla de un amor milenario.
Jane tenía su espalda apoyada en la esquina del amplio cubículo, y arrodillada entre sus piernas aquella pequeña seductora besaba su cuello y acariciaba cada centímetro de su existencia. Deslizó su mano por aquél cálido vientre plano, hasta llegar al último manojo de tela que cubría su feminidad, para acariciarla por arriba tan lentamente...
Jane jadeaba contra los azulejos y estrujaba fuerte el largo cabello de Elvira.
-A-ah... Oye... Y-yo nunca había hecho esto con una chica... -Le dijo con ojos empañados de deseo. Elvira rió y fue a su oreja.
-Tranquila, tú solo relájate y disfrútalo. -La tomó de la nuca y la volvió a besar. Metió su mano en las bragas de Jane, la cual se estremeció y se aferró al brazo de Elvira.
Mientras la besaba, aquellos dedos traviesos comenzaron a juguetear entre los labios de Jane, la cual se derretía por ella. Acarició su clítoris despacio y la abrazó por el cuello, insinuándole sus pezones erectos contra aquél plano pecho, apunto de explotar con tantos latidos.
Jane se estremeció y tomo a Elvira de la cara, soltando el beso para jadear, estrujando aquél cabello de seda, presa de la posesión del éxtasis.
-A-aaah... Elvira... -Ese gemido la excitó mucho. Comenzó a penetrarla con dos dedos. Jane mordía su labio, y la pequeña la miraba con ojos hambrientos. -N-nmh...
Mientras el baño jugaba a ser habitación de hotel, un par de borrachas entraron a retocarse el maquillaje. Los ojos de la pelirroja se abrieron como platos.
-¡O-oye, espera...! -Dijo susurrando un grito de nerviosismo. Elvira rió, y fue más fuerte. Jane mordió su labio y se aferró a ella, viendo que no iba a parar. -¡Nnh...!
...
La gente entró y salió, los roles fueron y vinieron, y el placer estaba a la orden del día. Entonces, cuando el cansancio tocó a la puerta, agradecieron que los paralíticos no salieran de fiesta.
Jane se recostó en la esquina, y Elvira entre sus piernas, apoyada en su cuerpo. Se taparon con la ropa que llevaban y se quedaron hablando. Jane abrazó a la pequeña por la espalda y la trajo hacia sí entre risas.
-Tendrás que darme tu número. -Dijo tímidamente Jane cuando Elvira rió acariciando su mano.
-Jah... Tranquila. Me volverás a ver. -Dijo y comenzó a besuquear sus muñecas.
-¿Ah, sí? -Rió.
-Sí, no lo dudes... ¿Alguna vez pensaste sobre quién eres? -Jane miró al infinito, o la infinidad miró a Jane ante esa pregunta.
-Oh, tantas veces... Debiste haberme conocido hace unos años cuando pasaba las noches en vela escribiéndole poesías a dudas como esa. Ahora esas letras yacen en discos de jazz.
-Qué triste que no lo sepas... Porque yo sí. -Murmuró con esa voz irrepetible y mordió fuertemente las venas de la chica, en una explosión de sangre y perplejidad que dejó a Jane mirando a una infinidad de dolor.

***
Si quieres saber cómo sigue esta novela busca la historia: "Biografía de Elvira (Yuri)", en mi cuenta Itahasha, donde también encontrarás dibujos de los personajes y pistas de audio con las canciones del capítulo.
Que lo disfruten ♡

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