Parte 1.

824 50 3
                                    

Ni la obra de arte mejor valorada de la historia, ni la letra de la canción más bonita del mundo, ni siquiera el amanecer o la puesta de sol podían hacer sentir a alguien lo que él le hacía sentir a ella.

Ella estaba rota, el tiempo y el daño que le habían hecho la había roto interiormente, se sentía vacía, sentía que nada merecía la pena. Se pasaba los días mirando a su alrededor y viendo como todo el mundo vivía, disfrutaba y sentían ganas de vivir, de seguir adelante. Lo único que le hacía feliz era ver a la gente que quería feliz, dejando a un lado que ella realmente no lo fuera.

Le daba igual todo, pasó la linea que hizo que ya no se preocupase por ella, que todo lo que hiciera fuera para los demás, que no buscara complacer sus deseos, si no complacer los de los demás, con tal de verles felices a ellos, incluso cuando ella no lo era.

El hecho de que todos sus amigos le recordasen siempre que no debía preocuparse tanto y empezar a mirar por ella misma no servía de nada.

Pero todos nuestros defectos acaban siendo virtudes. El preocuparse tanto por alguien le llevó a conocer, a intentar ayudar, a la persona que más tarde sería el causante de todo.

Ese chico hizo que la curiosidad que llevaba tanto tiempo muerta dentro de ella se despertara, hizo que quisiera saber más, que cada conversación que tuviesen encendiera una sensación nueva dentro de ella, hizo que sus ganas de vivir, esas ganas que veía en los demás, empezase a hacerse paso entre sus sentimientos.

Pero sus ganas de vivir en poco tiempo se taparon por el miedo, por miedo a todo, por miedo a que gracias a él comenzase a sentir cosas que la volviesen a romper. Tenía miedo de que jugasen con ella, de que sus ilusiones fuesen más fuertes que el sentido común, de que los sentimientos la cegasen e hicieran que no pudiera controlar o ver lo que realmente estaba pasando. El miedo la acorralaba cada noche en su habitación y le recordaba que cualquier cosa que pasase con él le afectaría tanto que podía romperla. Su cabeza le recordaba que no tenía que fijarse en nadie, que no tenía que hacerlo por que acabaría sintiéndose utilizada, acabarían tratándola como un juguete.

Pero algo dentro de ella decía que no iba a ser así, que esta vez iba a ser diferente, que nunca había sentido algo así, que haría lo que fuera con tal de hacerle feliz, de ver una sonrisa en su cara. Nunca pensó que pudiera preocuparse tanto por alguien como lo hacía con él. Sus sentimientos, como había comenzado a temer, la empezaban a cegar. Pero no quería pararlo.

No era capaz de poner a nadie más por delante de él, le anteponía a todo, era lo que sentía, sus sentimientos se apoderaban de su actitud. El estado de ánimo de él pasó a ser lo que condicionaba el de ella.

Pero ella era consciente, quería serlo, de que por mucho que ella hiciera por él, por mucho que diera, él nunca la vería de la misma forma, nunca la querría. Jamás. Sabía que todas las ilusiones que su cabeza hacía, todas las historias que se imaginaba al cerrar los ojos no serían jamás reales.

¿Quién se iba a fijar en alguien como ella? Era una locura y por una vez era lo único que su cerebro había hecho bien en razonar. Ella sabía que nunca había sido suficiente para nadie y que nunca lo llegaría a ser, que no alcanzaba el nivel. Pero también sabía que por mucho que se concienciara que él no se fijaría en ella, no dejaría de hacer todo lo posible para verle bien.

Una sonrisa hacía que se olvidara de las nulas posibilidades.

Cada momento con él, cada estupidez que soltaba por su boca o incluso cada acción que hiciera la llenaban, llenaban ese vacío que ella tenía.

Todo dio un cambio cuando la persona que empezó a importarle la que más se preocupaba por ella, cuando él quería saber cómo estaba, qué le pasaba. Con cualquier tontería que hiciera para hacerla reír.

Ella le odiaba por el simple hecho de que jamás se fijaría en ella, pero también le quería por que le hacía sentir especial.

Y por mucho que lo ignorase, el miedo seguía estando ahí. Por que su cabeza se obsesionó con no enamorarse, mientras su corazón jugaba contra esa idea.

Te quiero, pero, te odioWhere stories live. Discover now