sOñÉ cOn uNa vIdA mEjOr

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Jamás me había levantado tan ansiosa por ir a clase

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Jamás me había levantado tan ansiosa por ir a clase. Todo mi cuerpo vibraba con una energía desconocida que me hizo levantarme antes de que sonara el despertador en lugar de pelearme con el snoozer como era mi costumbre.

Me tomó un rato escoger algo que me sentara bien pero que a la vez no pareciera que lo estaba intentando demasiado. Unos vaqueros ajustados y una camiseta ancha y simple para equilibrar el efecto. Me delineé los párpados superiores al estilo ojos de gato e incluso me molesté en echarme máscara de pestañas.

Mi pelo, en días buenos como ese, formaba tirabuzones en las puntas rubias, y aproveché esa buena gracia para llevarlo suelto con la raya improvisada a un lado.

Sonreí satisfecha con el resultado de poner un poco de esfuerzo en mi aspecto y bajé las escaleras rezumando buen rollo.

Mi madre estaba en la cocina con el uniforme del hotel. Acababa de llegar de su turno de noche y estaba tomándose un desayuno demasiado sabroso para considerarlo sano. Yo me eché un bol de avena con leche y frutas del bosque. Como futbolista y apasionada de los deportes, cuidaba mucho mi alimentación.

Charlamos sobre las noticias del periódico que tenía en la encimera junto a sus huevos con bacon y si había notado mi estado de ensoñación, al igual que el resto de mis familiares, no dijo nada.

Mientras caminaba por el pasillo de la escuela noté algunas miradas de apreciación que me hicieron sonrojar. Cuando me faltaban dos metros para llegar a mi aula, vi a Toni en la puerta de su clase, tenía el rostro vuelto hacia mí y me sonreía con expresión risueña.

—Buenos días, guapa—me dijo, para mi asombro. No estaba acostumbrada a tanta atención masculina o tal vez fuera que nunca había estado tan sensible a lo que pensara el sexo opuesto sobre mí.

Detrás de él, apoyado en el quicio de la puerta estaba Alex. Mi corazón dio un brinco al verle. Llevaba una camiseta blanca con letras y números en negro que hacía resaltar aun más su moreno. La tela era fina y permitía adivinar el dibujo de sus músculos por debajo.

Alex me dedicó una sonrisa pequeña y la típica mirada de complicidad que compartes con alguien con quien estuviste chateando la noche anterior.

Les devolví la sonrisa, intercambiado mi atención entre ambos de forma deliberada. Hubiera sido demasiado descarado dejar que mis ojos se salieran con la suya.

Alex me guiñó un ojo y me controlé para no sonreír tanto como quería. Continué caminando por el pasillo consciente de que ambos me observaban, pues no habían reanudado su conversación.

Cuando me giré para entrar en por la puerta contigua a la suya, tuve dos opciones: Echar un último vistazo para comprobar si aun me miraban (arriesgado) o bajar la vista a la pantalla de mi móvil como si ya me hubiera olvidado de ellos (seductora nivel Dios). Me decanté por la segunda opción. Un chico como Alex, con tanta atención femenina, necesitaba un poco de indiferencia para variar.

El Problema de Lena (Enamorándome de tí)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora