XXXI

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Al final, todas las verdades se saben.

El mayor temor del explorador de planetas, era que la amante de las flores lo odiara. Aunque se sintiera mal por haberle hecho lo que había hecho, una parte de él tenía la esperanza de que, algún día, sus caminos se volverían a unir.

Pasaron meses antes de que sus caminos los volviera a juntar por casualidad. El explorador de planetas no pudo dejar de mirar a la amante de las flores, quien tenía flores en su cabello, ojos brillantes y felicidad en la cara, mientras que él se encontraba cada vez con menos oxígeno.

Ella estaba ahora feliz.

El parecía estar desdichado.

Tu y yo estamos destinos a estar juntos, le dijo él.

Ella calló, y lo miró.

No creo que eso pueda volver a pasar, le contestó.

¿Por qué? inquirió él.

Por que me amo más a mi misma, como para volver con alguien que no me valoró lo suficiente.

Él necesitaba explorar universos. Le habían llenado la cabeza de historias de estrellas, y su única ilusión en la vida era recorrer los planetas para sentirse vivo. 
A ella le gustaban las flores. No necesitaba saber que existía algo mayor, algo superior a aquello; sabía que grandes universos pueden existir en pequeños espacios. Ella sabía perfectamente que las estrellas no eran lo único que brillaban, y podía encontrar de manera efectiva aquella emoción de vida en las cosas pequeñas. Él explorador de planetas se enamoró locamente de la amante de las flores. La amante de las flores cayó rendida a los pies del explorador de planetas. Pero él siempre vivía en la Luna, buscando más, insatisfecho, y ella luchaba constantemente para hacerlo ver que existen también cosas maravillosas en tierra firme, tan segura de sus convicciones. Y su amor fue tan grande, que terminó por colapsar, quedando en la nada. Así como las grandes incógnitas de la vida: se les escapó de los dedos. Y aun así, quedó una pequeña estrella enredada en el cabello de la amante de las flores, y una bella rosa escondida en el bolsillo del explorador. Amor fatal, con un final inminente. Pero vale más la pena haber amado en ese momento inverosímil del modo en que lo hicieron, a alguien que los desafiaba, a haberse buscado a unos iguales que no los hubieran sacado de sus mundos jamás.

FIN.

The Flowers behind the GalaxiesWhere stories live. Discover now