VI

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Ámame tú sólo está en Wattpad hasta el capítulo 10.

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Allegra miraba cuatro vestidos de diferentes diseñadores, de diferentes telas y colores extendidos en su cama. Giaccomo vendría en media hora para arreglar su cabello y maquillarla, y ella estaba aún en ropa interior, con una toalla enroscada en la cabeza, e indecisa por lo que se iba a poner.

Edna entró sin anunciarse, ni sorprenderse por verla apenas con una tanga de material blanco traslúcido y un sostén igual. Ella conocía el espigado cuerpo de Allegra desprovisto de grasa por una bendita suerte genética. Al verla estudiar los cuatro vestidos extendidos dio su opinión.

—El negro. Es una gala de beneficencia, tienes que lucir dando a entender que los miles de dólares que pides para la fundación serán exactamente para la fundación y no para ti. Y de joyas, los rubíes.

—Rojo y negro. Muy Stendhal.

—Quizá vuelvas loco a alguien.

—Te refieres a Duncan? Ni me mira.

—Puede que a partir de esta noche te mire.

—Creí que estabas en desacuerdo con eso.

—A ratos, pero a ratos te envidio. Yo sería idiota y procuraría meterme entre sus sábanas.

—No pareces mi nana, más bien mi mejor amiga quinceañera y alborotada.

—Siempre has sido demasiado sensata, yo he tenido que ser la loca aquí.

—Sí, ya veo.

Llamaron a la puerta y una criada entró para anunciar que Giaccomo estaba allí.

—Hazlo pasar.

—Está segura? –preguntó la joven.

—Giaccomo es gay, Lis. Ni notará si estoy desnuda o no.

La gala de aquella noche era importante e iba a estar concurrida. Muchas personalidades del Estado de Michigan estarían allí, y ella era una figura más bien pública; a pesar de que le rehuía a los periodistas y papparazzis, todos en ese micromundo sabían quién era ella, cómo era su vida, y que había terminado recientemente con Thomas Matheson, el hijo de su socio.

Y ahora, ella aparecía con un nuevo espécimen, totalmente opuesto en figura y personalidad. Si Thomas era rubio, delgado y de ojos grises y fríos, Duncan era moreno, macizo, de ojos café claro y cálidos. Si Thomas demostraba en cada movimiento el refinamiento de años de buena vida y educación, Duncan era de ademanes fuertes, apretaba la mano al saludar, sonreía con franqueza, y hablaba con sinceridad. Si Thomas atraía los temas de conversación hacia su persona, sus logros e ideales, Duncan se interesaba en el otro, evitando todo el tiempo hablar de sí mismo, de su familia, orígenes, proyectos o ambiciones. Eran como la noche y el día, y Allegra no estaba segura de dónde ubicar a Duncan, pues parecía ser la parte iluminada de su vida, su seguridad en aquel instante en que Thomas la miraba como un ave de rapiña, su puerto en aquel mar de gente curiosa... pero al tiempo, él era la parte oscura de su intimidad, no sólo por la naturaleza de su relación, sino porque al verlo, no podía dejar de pensar en imanes gigantes y negros, y ella no era más que una esquirla de hierro perdida entre la arena.

—Cierto, Allegra? –preguntó alguien que estaba en el círculo en cuya conversación participaba.

—Qué? –contestó ella perdida.

—Déjala, ella no ha dejado de mirar a su macho man –dijo la otra. Lindsay, se llamaba?

—No te culpo, yo tampoco le quitaría los ojos de encima. Aunque tiene cierto aire... rústico, no te parece?

Ámame tú ©Where stories live. Discover now