Un nuevo hogar

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Nos quedamos un buen rato esperando en la puerta del colegio a que vinieran nuestros padres a recogernos, era extraño puesto que no solían retrasarse. Decidimos que la mejor idea era regresar a casa solos, ya que pasó cerca de una hora. Yo estaba muy asustada, intente que no se me notara, para no asustar a mi hermano. Seguimos el camino más corto de vuelta a casa, me había aprendido el camino de regreso a casa por si algún día tuviera que regresar a casa sola. Le di la mano a mi hermano Andrés para que no se perdiera, llegamos a la casa en un abrir y cerrar de ojos. La puerta estaba cerrada con llave, nos dirigimos a la puerta trasera de la casa, pero también se hallaba cerrada, justo al lado de la puerta vimos que la ventana estaba hecha pedazos y había cristales por todo el suelo, decidimos entrar por la ventana, ya que no había otra forma de entrar. Dejé a mi hermano entrar primero y me percaté de que junto a los cristales rotos había una piedra. Cuando entramos empezamos a buscar a nuestros padres, pero no había señal de ninguno. Mi hermano comenzó a llorar en ese instante.

-No pasa nada Andrés –mascullé para consolarlo-. A lo mejor se han ido a hacer algún recado, ya verás cómo vuelven –Añadí. Creo que se me notó en la voz que realmente no pensaba lo mismo, pues una intuición me decía que no era así.

Andrés se relajó un poco, yo le sequé las lágrimas con el dedo pulgar.

Bajamos las escaleras del sótano, yo iba primero. Desde lo alto de la escalera divisé una mancha roja enorme, en ese instante me asusté tanto que empecé a temblar. Decidí que sería mejor idea que mi hermano permaneciera en la puerta de la escalera, por lo que pudiera haber abajo, no quería que mi hermano viera lo que había abajo, no sin antes saberlo yo.

-¿Qué-que-pa-pasa Iris? –Preguntó Andrés tartamudeando.

-Nada, Andrés es mejor que te quedes aquí, yo volveré ahora, te lo prometo.

Bajé las escaleras con mucho esfuerzo, puesto que no paraba de temblar, no sabía si podría llegar hasta abajo, me sentía abatida. Vi el rostro de mi padre en el suelo y bajé corriendo las escaleras. Me quedé quieta varios minutos, sin poder moverme. Mi padre y mi madre se encontraban en el suelo sin vida, ambos cubiertos de sangre. Al lado de ambos cuerpos encontré un cuchillo manchado de sangre, alguien había asesinado a mis padres, pero... ¿Quién? ¿Quién había podido hacer semejante cosa?

-¿Iris? ¿Iris? ¿Estás ahí? –Preguntó mi hermano asustado.

No me salieron las palabras. Las rodillas empezaron a temblarme hasta tal punto que me caí al suelo. Empecé a llorar y gritar. Me dirigí hacia mi madre y cogí su rostro entre mis manos, luego cogí el de mi padre. Me quedé allí lo que me parecieron horas, hasta que volví a escuchar a mi hermano.

-¿Iris? ¿Iris qué te pasa?

-Na-nada –Respondí entre lágrimas, aun sabiendo que tarde o temprano acabaría sabiéndolo.

-Entonces ¿por qué lloras?

-Andrés, escúchame por favor, te lo voy a contar luego, pero ahora haz lo que yo te ordene –Le dije entre sollozos-. Ve a por un teléfono y vuelve, pero no entres aquí.

Él se fue corriendo y cuando volvió comenzó a llamarme. No estaba segura de poder levantarme, pero tenía que hacer un esfuerzo por conseguirlo, debía hacerlo por mi hermano, ya que ahora no tenía a nadie más en el mundo. Me levanté y me percaté de que seguía temblando. Me encaminé hacia la puerta, dónde permanecía mi hermano con el miedo en los ojos. Cogí el teléfono y salí de la casa con mi hermano. De pronto me entró un pánico abrumador, todo se me quedó borroso, el asesino de mis padres podría seguir en la casa, dispuestos a hacer con nosotros lo mismo que había hecho con mis padres. Me fui hacia el jardín con mi hermano cogido del brazo, no estaba dispuesta a soltarlo. Marqué el número de la guardia civil y me lo cogió un hombre.

Un reflejo en el aguaWhere stories live. Discover now