Capítulo 3

395 78 0
                                    

Quedó pasmado; la cúpula dio un giro de ciento ochenta grados, algo que duró unos cinco minutos en los cuales Ryan no despegó la vista

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Quedó pasmado; la cúpula dio un giro de ciento ochenta grados, algo que duró unos cinco minutos en los cuales Ryan no despegó la vista.

Otro temblor sacudió esta vez el techo abovedado de metal que cubría la parte superior del observatorio, dividiéndose en dos. Lo hacía con total lentitud que el único espectador que había se impacientó. Pero así como la ansiedad llegó de momento, se fue rápido al avistar lo que salía de la cúpula, cosa que lo hizo correr por su seguridad.

Un par de brazos mecánicos hechos de un mecanismo de engranajes, del mismo tono cobrizo de la edificación, se asomaron por el techo para luego bajar sobre el carro de carga. Cuando se sintió a salvo, Ryan dio media vuelta, con ambas manos sobre su cabeza, protegiéndose de que no le cayera algo encima.

Uno de los brazos tenía una serie de garras de múltiples tamaños, éste comenzó su trabajo, mientras el otro que consistía de una zarpa gigantesca, aguardó suspendido en lo más alto. El otro sacaba tuercas, listones y correas que aseguraban el vagón al auto, a una velocidad impresionante. Cuando terminó su labor, el otro brazo entró en acción, tomando el compartimiento liberado, lo alzó con facilidad y lo introdujo a la edificación por el techo.

—Impresionante, ¿no? He pensado en hacerlos más pequeños pero la verdad me gusta crear cosas enormes.

Ryan, al escuchar esa voz, arrugó la nariz en una expresión de confusión, para luego abrir los ojos de golpe y mirar a su lado. Se suponía que era el único en ese lugar; su corazón le saltó como loco del susto al percatarse que no.

A su izquierda estaba una chica que no le calculaba más de dieciséis años. Era más baja que él, de ojos rojizos muy intensos, de cabello rizado a la altura del cuello, igual de encendido que su mirada. No distinguía con claridad el tono de su piel pues la tenía cubierta de grasa de motor. Vestía de overol dos tallas más grande, llevaba una camisa manga corta igual de sucia que toda ella y despejaba su rostro de cabello gracias a unas gafas redondas que se sujetaban con una especie de correa. Tenía puestas unas botas que le llegaban hasta la rodilla y unos guantes de cuero que le cubrían los brazos hasta el codo; lo curioso en ellos era que tenían varios relojes y termómetros de aguja, tres en cada guante.

La chica ante la reacción de Ryan, comenzó a reír, mostrando lo único limpio en su rostro; sus dientes.

—¿Qu-quién eres? —preguntó aún sobresaltado, tornándose serio y manteniendo la postura.

Ella no paró de reír, se palmeaba la panza y lo señalaba mientras decía cosas que él no logró interpretar entre tantas carcajadas. Algo molesto, Ryan colocó las manos en la cadera, ladeó la cabeza a la derecha y miró en reproche a la jovencita quien, al ver su disgusto, dejó de burlarse y ya recompuesta le estiró la mano.

—Mi nombre es Efímera, un gusto. ¿Cuál es el tuyo? —contestó la pregunta. Dubitativo, el mensajero de encomiendas Lux correspondió a su gesto.

—El mío es Ryan, Ryan Ve... ¿Efímera? —A eso último frunció el ceño, al razonar sobre tan extraño nombre.

—Sí, Efímera, aunque ese nombre me lo puse yo. Ya no recuerdo el anterior así que ni te molestes en preguntar.

El hombre quedó desconcertado, examinando esta vez por dónde fue que salió.

Las puertas cerradas del observatorio, los alrededores estaban cercados por árboles y de seguro habría cámaras monitoreando el lugar, activando alguna especie de alarma que diera aviso de un intruso. Entonces, ¿por dónde se habría escabullido para meterse allí? Pensó que era una loca que se coló cuando él ingresó con el auto.

—¿Qué haces aquí? No deberías estarlo —le reprochó, endureciendo el gesto. La chica elevó una ceja e indignada se cruzó de brazos.

—Estoy aquí porque gracias a mí, este lugar funciona —explicó, señalando con el pulgar las puertas tras de ella—, o acaso crees que una planta abastecedora de energía se mantiene por sí sola.

Ryan, más enredado que convencido, la imitó cruzándose de brazos y frunciendo los labios. Por su culpa una chiflada se había metido sin autorización, ahora por eso lo despedirían y de paso lo exiliarían de Cefeo.

—No te andes con juegos que no tengo tiempo para ello. Mejor súbete al carro que nos vamos de acá antes que alguien te vea —enunció, ofuscado.

Efímera esta vez se fastidió; dio una zancada hacia Ryan, estando a una nariz de distancia se empinó para alcanzarlo en altura y le dio un manotazo en la cabeza, cosa que no previó.

—Mira, jovencito, me respetas, no soy ninguna loca. El hecho que me vea como una chiquilla de quince no quiere decir que sea una demente que se metió aquí porque quiso. Además, lo que te digo es la pura verdad.

Ryan se sobó el golpe, arrugando la frente, dedicándole una mirada que mostraba recelo. Efímera arqueó la ceja, mostrándose retadora, esperando una objeción de su parte.

Un breve temblor los distrajo, haciendo que levantaran la vista al tiempo. Un brazo mecánico salió del techo con un vagón de carga, el cual colocó en remplazo del que había quitado del carro de carga. Cuando lo ajustó, el otro brazo que esperaba suspendido en lo más alto bajó y con gran velocidad insertó las tuercas y correas para asegurar el compartimiento.

—Bueno, ¿te vas a quedar ahí paradote o te vas a ir? —inquirió Efímera, haciendo que el mensajero volviera a verla.

La mandíbula se le desencajó, pareció que por poco sus ambarinos ojos se saldrían de sus órbitas al ver lo que Efímera hizo: había abierto una de las puertas del observatorio.

•••

¡Hola a todos!

Si te gustó no olvides comentar, votar y compartir
Manda solicitud a mi grupo: Las locas historias de Ley

¡Saludos y gracias por leer!

El secreto de Efímera ©Where stories live. Discover now