Capítulo 9

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—Él al igual que tú, a sus veinte años, vino cuando estaba en la milicia —explicó Efímera, captando la atención de su invitado—

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—Él al igual que tú, a sus veinte años, vino cuando estaba en la milicia —explicó Efímera, captando la atención de su invitado—. Entregó una encomienda, un par de bombas que ayudaron a destrozar unas rocas que impedían seguir excavando el suelo para seguir construyendo. Al igual que tú, quiso ver los secretos de Alrai y al igual que tú, le mostré la realidad que oculta este lugar.

Ryan pasó saliva, incrédulo de que su padre hubiera recorrido los mismos suelos que él pisó.

—Cuando le revelé la verdad, me contó de ti y tu madre. —Se calló un instante para echar un vistazo a su brazo derecho donde portaba otro tipo de relojes diferentes a los que usaba en el izquierdo.

En uno de esos medidores parpadeó una luz amarilla, seguida de un pitido, mostrando algo que Ryan no alcanzó a ver. Efímera tomó el reloj entre sus manos, lo giró a la derecha y la luz parpadeante se apagó.

—Ya es hora.

La chica pelirroja fue hacia al tablero de mandos, parándose en medio. Extendió las manos hacia la pantalla holográfica y dando toques en puntos indicados, hizo que la vista de las cámaras de seguridad desapareciera para mostrar la imagen del telescopio en planos bidimensionales. Ryan se detuvo a observar lo que hacía, no entendía por qué ponía en funcionamiento ese aparato, pero prefirió quedarse callado y esperar a ver.

Luego de teclear una serie de comendados, de repente el suelo bajo ellos vibró y la plataforma en la que estaban comenzó a moverse, produciendo ese característico golpeteo de metales y engranajes girando. El domo arriba de sus cabezas se abrió lentamente mientras el telescopio giraba, apuntando a lo más alto.

El sol se estaba ocultando, oscureciendo con su ida el cielo, anunciando la noche. Ryan por un momento temió, imaginando lo que pasaría afuera; tal vez lo estarían buscando. Quién sabría qué estaría haciendo el señor Stronger para buscarlo, hasta pensó en un escuadrón de soldados parados frente al gran portón esperando a que saliera para detenerlo y llevarlo directamente a las afueras de Cefeo. Vaya problema en el que se metió.

El mecanismo dejó de girar cuando el telescopio quedó en un ángulo de casi noventa grados —con referencia al suelo—. La pantalla pasó a una imagen en negro que mostraba un reloj que iba en retroceso, contando apenas cinco minutos. Bajo los números había un gran círculo rojo que parpadeaba constante.

Efímera encaró a Ryan, elevando el brazo izquierdo, mostrándole los relojes que portaba en él. Estos si eran relojes normales pero solo dos estaban detenidos marcando la sexta hora, en punto.

—Los relojes empezarán a marcha conforme se anuncie las seis de la tarde. Antes de esa hora tendrás que decidir y hacer algo.

—¿Hacer qué? —preguntó el mensajero, confundido, arrugando la nariz.

—Oprimir ese círculo rojo —dijo, apuntando con el dedo pulgar tras ella. Ryan se asomó a un lado para ver ya que le tapaba la vista.

—¿Y qué debo saber para decidir si pongo mi mano o no sobre ese círculo? —consultó, clavando la vista en esos ojos encendidos de aquella enigmática mujer.

El secreto de Efímera ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora