08

1K 78 7
                                    

Los días pasaban lentos para Kuiper. Aquella rubia de aspecto jovial parecía haber mutado, y esta vez no para bien, a un monstruo que hacía mucho que nadie había visto. Se sentaba sobre el diván de su habitación para luego encaramarse a la ventana y dejar colgando las piernas. Así se pasaba la tarde; ya que difícilmente estaba despierta por la mañana.

Charles la visitaba varias veces al día. El telépata solo entraba a saludar una vez, el resto, simplemente se quedaba sentado en las escaleras que estaban frente a la puerta esperando por el momento oportuno para ayudarla telepáticamente. El problema es que antes ella no lo dejaba entrar en su mente bajo ningún concepto, mucho menos ahora.

Todos estaban de acuerdo, incluso ella, de que no podía seguir escondida en su cueva para siempre. Se sentía inútil mientras los demás daban lo mejor de sí para entrenarse y ella sentía que la angustia le pasaba factura. Después de todo, ellos tenían poderes que servían de algo a la causa. ¿Y ella? Ella no sabía ni cómo funcionaba el suyo. Lo poco que sabía era que cuando sentía estar en peligro o llena de rabia, los poderes fluían por el aire como el polen de las flores que ella recolectaba como si fuese una abeja. Ni siquiera tenía un poder propio. Y todo esto la destrozaba en silencio.

-Kup, te traigo la cena -dijo una voz imposible de ignorar. Dejó una bandeja con comida y se dirigió de nuevo hacia la puerta.

-Raven, espera -la frenó Kuiper antes de que saliera de la habitación-. ¿Puedes quedarte un minuto?

Raven accedió complacida como si estuviese esperándolo desde que llegaron. La menor se bajó del alféizar aterrizando sobre la cortina de encaje que se manchó sin remedio.

-¿Realmente... Realmente soy necesaria aquí?

Raven se bajó el dobladillo del vestido ajustado hasta medio muslo y se sentó en el borde de la cama con suma elegancia. Kuiper se sintió como una vagabunda a su lado.

-Claro que sí, eso ni lo dudes. ¿Por qué lo dices?

-Mi poder no tiene utilidad alguna -admitió-. Erik lo dijo...

-Erik es un capullo a veces.

-...y tiene razón -terminó la oración, sonriendo forzadamente y colocándose el pelo rubio ondulado y enredado por el viento.

-¡Qué va! Tu poder es genial, Kup. No sabes controlarlo pero todo va a estar bien en cuanto comiences a entrenar con Charles. Él está preocupado, pero bueno, él siempre se preocupa por todo y es un poco paranoico, casi nunca se equivoca al estarlo. Todo hay que decirlo.

-¿Y si no puedo controlarlo?

-¿Cuál es el problema? No va a pasar nada, para algo te servirá, estoy segura. Además, si es por lo que piense Erik o los demás ya deberías saber que aquí estamos juntos.

La menor asintió sin pensarlo dos veces. Raven tenía razón, aquí todos estaban juntos. Pero no podía dejar de lado el tema que más trataba de encubrir, el tema que era la gota que había colmado el vaso.

-Raven, aquellas personas mataron a mis padres. Esa casa era mía, y hay una secta suelta por ahí que mató a mis padres y salió impune.

-No sabes cuánto lo siento -contestó ella, aunque el tono de voz triste parecía una burla, había algo diferente en ella-. Piensa que estarás haciendo lo correcto, ellos estarían orgullosos de quién eres ahora y quién vas a ser a la hora de enfrentarnos a Shaw.

Kuiper asintió de nuevo, y es que a pesar de esa mala espina que traía clavada, Raven parecía ser la única persona con la que podía hablar ahora. O la segunda.

KUIPER •Charles Xavier•Where stories live. Discover now