PREFACIO: LA SEMILLA DEL MAL

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No todas las familias son felices y perfectas como en las películas. Algunas están dominadas por el maltrato, por la sumisión. La maldad. Por lo que "creen" que es "correcto". Sumergidas en la oscuridad.

Primero estaban aquellos padres. Aquellos que ponían toda su fe en Dios. Que creían en su palabra y la hacían valer. Y después estaban esos hermanos. Una niña pura, y un chico confundido con una mente perturbada.

Ella tenía diez años y su hermano le llevaba la delantera, pues el tenia quince. Una edad donde una persona ya puede definir lo que esta correcto y lo que esta incorrecto. Pero ese no era su caso.

"Recen sus oraciones y no hagan nada impuro. Dios puede verlos cuando nosotros no estamos. El los conoce. Y los castigará si es necesario." Era lo que aquellos padres les decían siempre a sus hijos.

Pero algunas veces el pecado llega a ser más fuerte.

Aquel joven tenía una extraña afición. Una afición que no era normal. Él solía ver a su hermana de una forma distinta de la que los demás veían a sus hermanas. Se fijaba en sus atributos físicos.

Ella siempre dejaba entreabierta la puerta de su alcoba. Muestra de su distracción. Pero siempre estaban aquellos ojos azules y profundos. Observando atreves de la hendidura. Fijándose en las curvas que comenzaban a crecer en ella. Por obra de la pubertad.

Cada noche, cuando estaba a punto de a costarse el siempre reflexionaba.

"Esto no es normal. ¿Qué es lo que me pasa? ¿Por qué de entre todo el mundo tuvo que ser mi hermana? Dios lo ve todo. Él sabe de mis pecados, y estoy completamente seguro de que me hará pagar en las eternas llamas del infierno"

Ir con el padre de la iglesia que otorgaba la misa cada domingo a la que asistían con fervor y alegría solo empeoraría las cosas.

"Seguramente le dirá algo a mis padres, y ellos me golpearan. Me echaran de la casa cual animal por haberme fijado en mi hermana. O incluso peor. Podrían encerrarme en esos lugares lúgubres y fríos, donde son enviadas personas a las cuales el juicio ya las había abandonado. No puedo arriesgarme a eso"

Eso era lo que pensaba aquel chico.

Los años pasaron tan rápido como una persona cambia la hoja de un libro al terminar de leerla. Ahora ella tenía quince y el veinte. La tentación que inducía al pecado era mucho mayor que cuando él era solo un adolescente. Sus pechos, su voz, su cabello, su aroma. Todo eso le excitaba.

El pecado fue como una planta. La semilla fue plantada cinco años atrás. Con cada vez que el la espiaba desnuda en su habitación a punto de vestirse solo estaba floreciendo.

Enfurecía cada vez que un chico le regalaba rosas o cartas, e incluso con el simple hecho de que le declarará su amor. Pues le recordaba el tormento que él vivía todos los días. Lo que primero comenzó como atracción se convirtió en enamoramiento obsesivo.

Un enamoramiento que, ante la sociedad, sus padres y Dios era prohibido.

Un día de mediados Otoño lo que él pensó que sería imposible, se cumplió.

Cuando el tenia veintitrés acudió a una fiesta en compañía de sus amigos. Y al salir él se encontraba ebrio. Camino a gatas y con la vista nublosa. Finalmente había llegado a su casa. Sus padres no estaban en casa. Por consiguiente, no había esperado ver a su hermana besándose con un chico. Aquel joven con el que estaba su hermana era verdaderamente guapo. Era moreno y ojos oscuros. Por cómo se veía, era casi de la misma edad de su hermana, quizá un poco mayor.

Al verlos algo dentro de él explotó.

-¿Quién coño es este pelmazo? –Gritó el hermano con rabia.

Su hermana y el chico giraron a verlo. Estaba sudado, su rostro rojo y parecía que sus ojos flameaban.

-Es un amigo, no hay porque enojarse.

Irritado el chico saco a patadas de la casa al compañero de su hermana. El rostro de la chica palidecía, su piel se había tornado blanca. Entonces el giró y le acertó una bofetada tan fuerte que hizo que se desplomara hacia el piso.

-¿Es que acaso crees que soy un idiota? Se lo que iban a hacer. Solo yo puedo tocarte. ¡SOLO YO!

-¡¿Pero qué demonios estas diciendo?!

-¡Desde pequeña eras una perra! ¡Siempre que te cambiabas dejabas la puerta entreabierta de tu habitación para que pudiera verte desnuda! ¡Me engatusabas con tu voz y con tu aroma! ¡Hacías que te deseara a pesar que somos de la misma sangre!

-¿Qué mierda? Estas ebrio. ¡Suéltame!

Entonces él la tomó y la subió a su habitación. Donde profano su joven cuerpo. Ella imploraba clemencia. Pero el no accedía, seguía penetrándola. Lágrimas de la chica se derramaban por sus mejillas al igual que gritos desgarradores escapaban de su garganta.

Tiempo después la joven quedó embarazada de su hermano.

Finalmente. Aquella semilla que había sido plantada tiempo atrás había florecido de la manera más cruel.

Dios lo castigaría y lo haría pagar en los fuegos eternos del infierno por lo que le había hecho a su hermana.

GRITOS EN LA OSCURIDADTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang