Capítulo 17

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  «Te quiero pero no sé qué hacer»
Lo que le he dicho me ha rondado por la cabeza desde ayer una y otra vez. Lo quiero, lo amo, estoy loca por él, pero no sé qué hacer con lo que sé, con toda esa información de sus mentiras. Ojalá pudiera hacer borrón y cuenta nueva, pero me duele, estoy destrozada y toda la confianza que puse en él se ha desvanecido. Ya no confío en él ni en nadie. Ahora soy libre, he terminado mi relación con Michael y dentro de poco estaré dejando la empresa para desaparecer de su vida. La doctora del hospital donde estoy termina de aplicarme un gel conductor transparente a base de agua en el área del vientre y la pelvis. Luego pasa una sonda manual sobre el área, mueve lentamente de arriba abajo mientras las dos miramos en la pantalla. Ahí está. Es una cosita de nada pero ahí está, tan pequeño como un arroz. ¿Eso está dentro de mí? Joder, es el hijo de Michael. Aún me cuesta aceptar la idea, estoy perpleja... Un bebé creado por nuestros polvos somnolientos, de represalia, educativos, de reconciliación y de buenas noches. Michael ha plantado una semilla dentro de mí y que poco a poco crecerá una bella flor que saque los perfectos rasgos de su padre. Un padre mentiroso, manipulador, dominante y controlador. Ese bebé no lo merece. 

—Tienes un embarazo de tres semanas. —informa la doctora—. Y todo parece ir en orden.
Sigue pasando la sonda por mi vientre, y mientras más lo veo, más ganas tengo de deshacerme de él. Una lágrima cae del rabillo de mi ojo y niego. No puedo seguir así.
—Quiero abortar.
La doctora deja de mover la sonda y me mira impasible, parpadea varias veces y se revuelve un poco en su lugar. No sé qué le sorprende, a puesto que no soy la única en haber decidido eso.
—Es claro que tú eliges, pero es mi deber sugerirte otras opciones. —retira la sonda y procede a limpiarme el gel. Niego.
—Necesito abortar. —repito.
—Podemos enviarte a tu domicilio información de los diferentes tratamientos que hay para que puedas abortar. —me siento sobre la camilla y me arreglo la ropa, bajo y voy hacia su escritorio—. Así podrás decidir por el que más te convenga.
—Bien, estoy de acuerdo.
—¿Puede proporcionarme algunos datos? —pregunto y asiento—. Su nombre completo y domicilio.
Cuando termina de anotar mis datos, nos despedimos y rápidamente salgo del hospital, me subo a un taxi y le pido que me lleve a la empresa. Mientras voy en el taxi recuerdo todo lo sucedido el día de ayer. Descubrí tantas cosas que aún no logro procesar, tengo el cerebro magullado, mis sentimientos están hechos trocitos y mis defensas están bastante bajas. Ya ni tengo los ánimos para recordar todo, sólo siento un dolor punzante que me anestesia todos los sentidos. Pasé cuatro días sin Michael y el quinto es mi soltería. Todo este infierno empezó desde el Domingo y ya es viernes. Fin de semana, fin del dolor. Me lanzaré del nido para intentar volar con mis alas rotas y espero que, donde caiga, haya un bulto de hojas para soportar la caída. Seré como los polluelos que se lanzan para poder volar.
Al llegar a la empresa ignoro las muradas sobre mí, tomo el ascensor y aprovecho para mirarme en el material metálico. Veo una profunda tristeza en mi cara, mis ojos no brillan y las ojeras me quedan más grandes. Estoy hecha una porquería. Me pongo delante de la cámara y aprieto el botón del micrófono para llamar la atención de Robert.
—Abre.
La puerta se abre automáticamente y entro, cierro detrás de mí la puerta, me desplomo en el sillón, coloco la frente en mis rodillas y lloro como una niña a quién le han quitado su muñeca. Las lágrimas me caen en las piernas descubiertas y éstas caen al suelo. Una tras otra. ¡Ya no puedo más! Necesito sacar todo éste dolor que me consume, que me quema por dentro, que me desgarra el alma hasta más no poder. Desearía viajar en el tiempo para borrar todo esto, para cambiar todo lo que ha pasado y así no estar pasando por todo esto; deseo con todas mis fuerzas estar con Michael, siendo felices y diciéndonos que nos amamos a cada momento. Necesito que me ame. Pero todo está mal. Tengo el corazón destrozado y mis sentimientos están hechos pedazos. Curaré mis sentimientos estando lejos de él. Es la mejor decisión que he tomado en toda mi vida.
Escucho que la puerta se abre, luego de unos treinta segundos alguien me abraza y me acaricia el cabello. Me vuelvo a mirar y me encuentro a Aleksander, me mira compasivo y de pronto veo en él un abrazo en el cual sentir consuelo. Giro medio cuerpo y lo abrazo colocando los brazos sobre sus hombros, me aferro con fuerza mientras me desahogo y él sólo me acaricia la espalda para intentar tranquilizarme.
—Espero que no sea Michael el culpable. —murmura aún pegado a mí, aprieto más los párpados y mis lágrimas caen con furia—. No me parece que una mujer tan hermosa me empape el saco.
—Perdona. —susurro con un hilo de voz.
—¿Quieres contarme? Si no lo deseas lo entenderé, pero leí por ahí que hablando también se logra desahogar.
—Lo he terminado. —confieso con dolor en mis palabras y vuelvo a derramar un litro de lágrimas, él intenta separarse para mirarme pero lo detengo—. Por favor, abrázame.
Me abraza con sus brazos fuertes y me besa la sien. No sé a qué se deba, sólo me siento realmente bien con él de ésta manera. Es como si fuera él la formula que necesitaba para llorar exactamente todo lo que necesito llorar. Puede que cure mis sentimientos con Jarrett. Él es muy lindo y cariñoso, siempre se ha preocupado por mí y nunca me ha fallado como otras personas.
—Estás muy mal, corazón. —me dice preocupado—. ¿Quieres que vaya por un tranquilizante?
—No, quédate conmigo, por favor...
—¿Segura?
—Sí. —pego la frente en el arco de su cuello e inhalo el aroma a aguas frescas. No me hechiza como el perfume con aroma a Vainilla—. ¿Por qué los hombres son unos imbéciles?
Suspira, y no sé si le he ofendido.
—Los hombres, quitándoles el miembro, son unos imbéciles. Todos sirven para lo mismo y no hay mucha diferencia de uno a otro: todos tienen un pene y sirven para coger. —ríe.
—Aparte de eso, Jarrett. —río entre lágrimas—. ¿Por qué lo son?
—La testosterona nos hace unos perfectos imbéciles. —dice ahora más serio y, relacionando todo lo que ha pasado con Michael, sé que lo que dice es verdad—. ¿Qué te hizo Michael?
Automáticamente me echo a llorar. Estoy hecha un flan. Lloro con más fuerza, sin control y sin consuelo. Nos abrazamos como si nuestra vida dependiera de eso. Escucho el «clic» de la puerta principal abrirse, Robert ha llegado tarde como siempre, aseguro que estuvo con Rebecca y, aunque no haya abierto los ojos para asegurarme de eso, sé que es así porque si no fuera él, Aleksander no estaría muy cómodo conmigo aquí. Pero entonces siento que me toman con fuerza de los hombros, me apartan de los brazos de Aleksander y me cuesta unos segundos orientarme cuando veo a Michael golpear salvajemente a Aleksander. El pobre aún no cae en la cuenta, se está dejando golpear por mi ex novio y entonces decido intervenir.
—¡Michael, basta! —grito e intento alejarlo de Aleksander halando de su chaqueta—. ¡Michael!
—¡Tengo que matar a éste hijo de puta!
Aleksander por fin asimila los golpes, quiere quitarse a Michael de encima e intenta golpearlo pero él esquiva los puños y Jackson le da otro golpe en la cara. ¿Por qué carajo le está golpeando? ¿Por encontrarnos abrazados? ¡Joder! Éste hombre está mal. Decido intervenir metiéndome en medio, Michael me golpea cerca de la sien y yo grito de dolor.
—¡Joder, Katherine! —Michael se quita de encima y me toma en sus manos para examinarme, lo miro con odio—. Maldición, ¿en qué estabas pensando?
—¡Suéltame! —me alejo, coloco una mano en la sien y socorro a Aleksander—. Vamos.
—Katherine, suelta a ese cabrón. —me ordena—. ¡Ahora!
—¡Jódete! —le enseño el dedo de en medio y ayudo a poner de pie a Aleksander—. Te llevaré al médico.
Se pone de pie, oigo un gruñido de Michael y en un parpadeo le está zampando un puñetazo en la cara.
—¡No te vuelvas a acercar a mi novia!
—¡Ya no soy tu novia! —le espero encabronada, me acerco a él y le pego con el dedo índice en el pecho—. ¡Déjame en paz y lárgate con Harley!
Me ignora y vuelve a lanzarle puñetazos a Aleksander, su furia me asusta, sus celos o lo que sea me asusta ya que puedo salir lastimada, como hace un momento: con un puñetazo en la sien. Ni siquiera siento el dolor por el coraje que siento, sólo quiero que se largue y que me deje en paz. Ya no soporto tanto dolor.
—¡Y estás despedido! —ladra Michael al pobre Aleksander—. ¡Toma tus putas cosas y lárgate!
—¿Sólo por consolar a la mujer que has herido? —responde Aleksander con valentía—. ¡Eres un maldito idiota por hacerle esto!
—¡Lárgate! —señala la puerta principal—. Si no quieres que te deje sin trabajo toda tu vida, ¡lárgate de una vez!
—Entonces me voy contigo, Aleksander. —tomo mi bolso del sillón y agarro a Aleksander del brazo—. ¡Vámonos!
Michael me toma del brazo y me aparta de Jarrett de un tirón.
—Tú no vas a ningún lado...
—Renuncio a la empresa y a todo lo que a ti respecta. —espeto harta y dolida—. Se terminó, Michael. Déjame ir.
—Aleksander, por favor, vete...—le pide Michael muy tranquilo—. Necesito hablar con Katherine.
—No me dejes sola, Aleksander. —suplico y él no sabe qué hacer—. Por favor...
Me decepciono cuando veo que me pide perdón con la mirada, se limpia la sangre que le sale del labio inferior y sale dando grandes zancadas. Sin él aquí soy tan pequeña, me siento desprotegida y sin valentía. Ya no tengo más fuerzas, no me resistiré y dejaré que me diga más mentiras porque es lo único que dirá. Mentiras. Sujeta mi brazo con firmeza mientras me lleva a su oficina, su perfume me entra violentamente por las fosas nasales y las chispas saltan como corto circuito. Sus efectos me embriagan y, después de tanto tiempo, siento un pequeño latido de mi corazón. Abre la puerta de su oficina deshabitada, me hace entrar primero y cierra la puerta con seguro detrás de él, me guía hacia su escritorio y veo que bloquea la puerta principal con los controles para que nadie logre entrar. Estamos solos. Estoy desprotegida. Mi respiración se agita con la idea y entonces soy arrastrada hacia el librero, me mira directamente a los ojos y sus efectos se disparan como rayo láser, regresa la mirada a los libros y mueve uno en especial. Escucho el sonido que el librero provocado cuando se separa de la pared, abro los ojos de par en par al ver una puerta de color azul y vacilo las palabras:
—¿Qué es eso?
—Una puerta. —responde con un tono obvio, lo miro mal y él sonríe sin separar los labios—. Esta puerta nos lleva a una habitación secreta.
—Claro, es obvio, ¿por qué otra razón habría una puerta?—respondo y pregunto con insolencia.
—No es necesario que te pongas insolente. —saca una llave del bolsillo de su pantalón y la introduce en donde se debe, gira la perilla y abre—. Entra.
Niego, no pienso encerrarme aún más con él.
—Confía en mí. —me pide y yo lanzo una carcajada.
—¿Cómo me pides eso después de lo que ha pasado? —lo miro mal y lo insulto en silencio.
—Katherine, por favor entra.
—Vale.
Cruzo el umbral y casi me caigo de culo al ver a mí alrededor. Las paredes son grises, cerca hay una sala blanca con una mesa de centro color negro, enfrente de éste hay un refrigerador pequeño, una estantería de Vino y las copas descansan en una alacena. Más adelante hay una cama roja con almohadas blancas y una colcha del mismo color para crear un lugar muy elegante. En medio de la habitación hay un lujoso candelabro que cuelga del techo y lo que más me sorprende es que de la pared cuelga un cuadro de una fotografía mía. Se me detiene el corazón.
Siento a Michael a mi lado, lo miro estupefacta y, en lugar de sentirme bien, el coraje me corre por las venas. No puedo creer que haya puesto una fotografía para engañarme aún más. Está idiota si cree que voy a caer. Lo miro y él me mira, hacemos contacto visual. Coloca una mano en mi espalda y me guía a uno de los sillones, me sienta y él se sienta sobre la mesa de centro para mirarme frente a frente. Trago.
—Sé que para éste momento ya has dejado de creer en mí y que probablemente me odias. —dice después de un rato. Asiento.
—Cierto.
—También sé que te he hecho mucho daño con mis mentiras...—murmura y se me hace un nudo en la garganta—. No sé si esto vaya a cambiar algo, pero lo menos que puedo hacer es confesarlo todo.
Dejo de respirar. Michael va a confesarse, va a confesar todo y dudo que vaya a decirme la verdad. No sé si escucharlo porque no quiero sufrir más, pero quizás esto es lo que necesito para ser libre: escucharlo. Le daré la oportunidad con tal de acabar con ésta mierda.
—Entonces empieza desde que conociste a Priscilla.
Asiente.
—Priscilla fue mi asistente, al principio no hubo nada entre nosotros pero después empecé a sentir algo por ella, la llevaba a todos lados conmigo y le pedí ser mi novia.
—¿Follaron? —me mira mal por mi vocabulario pero lo deja estar, sé que lo hicieron pero quiero que lo confiese.
—Sí. —responde—. Todo fue normal hasta que tuvo que irse a Australia, no quería que se fuera porque sentía que la amaba pero se fue pese a mis ruegos. Quedé destrozado, Katherine.
—Lo siento.
—Me encerré en Neverland y después de un tiempo decidí seguir adelante, renovamos personal y fue cuando te conocí. —se inclina hasta quedar más cerca de mí—. Cuando giré el cuello para ver quien cantaba tan hermoso quedé impresionado, fue amor a primera vista. Te amé desde que me miraste avergonzada.
Me sonrojo al recordar ese momento, fue el mejor día de mi vida y tal vez para él también. Le he pertenecido desde que me sonrió.
—Cuando te vi en la empresa vi una luz de esperanza, sentí que lo que sentía por Priscilla salió disparado de mí y supe que en realidad no la amaba. —se muerde el labio, como cada vez que se debate si decirme o no—. Eres la única mujer a quién he amado.
—Y tú...—me callo pero decido soltarlo todo—... el único a quien amo.
La diferencia de los dos es que yo uso el verbo en presente y no en pasado como él. Yo lo amo y él me amaba. Su mirada se profundiza.
—Te busqué desde el primer día porque realmente me interesabas, en fin, nos relacionamos y después me abandonaste al descubrir esa carpeta. —hace un gesto de coraje—. De ahí lo sabes todo... hasta que me abandonaste otra vez.
—¿Qué hiciste en esos diez días?
—Me acosté con mujeres. —me suelta sin titubear, se me rompe el corazón—. Quise sacarte de mi corazón, de mis sentidos, de mi piel... pero fracasé. Luego llegó Priscilla a Neverland, vi otra oportunidad de olvidarte, la utilicé pero seguía siendo inútil. Te amaba demasiado.
—Entonces ella me vio porque tú me mirabas...—agrego.
Asiente.
—Decidí explicarle absolutamente todo porque Priscilla pensó que regresaría con ella, la herí demasiado pero decidió alejarse de mí. —suspira como si se hubiese sacado un peso de encima—. Sé que estuvo mal cuando me enojé cuando te relacionaste con Ian, pero no podía soportar que te disfrutaran, que supieran la gran joya que eres sólo por mi culpa.
—Dejemos eso en el pasado. —digo cuando empiezo a entenderlo todo. Está loco—. ¿Qué más me ocultas?
—Desde que solucionamos las cosas no hubo nada con otras mujeres, sabes toda la verdad porque decidí ser honesto...—su pecho sube y baja rápidamente—. Sólo que te escondía las píldoras.
—¿Intentaste embarazarme para que no te abandonara como lo hizo Priscilla? —asiente—. ¿Y es verdad que me odiaste y que me odias desde que te dejé aquella vez?
Sacude la cabeza aterrado, lo veo en sus ojos.
—¿Cómo podía odiar a alguien que amaba? —me pregunta y no espera respuesta—. Es claro que Priscilla lo ha inventado para que te alejaras de mí.
—¿Qué?
—Piénsalo, Katherine. Está enojada conmigo, la herí, jugué con sus sentimientos y fue verdad cuando te dije que es muy celosa. —una gota de sudor resbala por su sien mientras yo me decepciono de Priscilla. Pensé que fue honesta—. Fue capaz de decirte todo esto para que te alejaras de mí, ella me buscó dos horas después de que te fuiste ayer y me pidió que lo intentáramos otra vez.
Mi mirada le revela mis sentimientos, es claro que aceptó, están juntos otra vez. ¿O es mi problema el que me hace imaginar cosas?
—La rechacé, Katherine. —responde a mi pregunta silenciosa—. Me insistió pero no vio oportunidad conmigo, así que decidió irse a Australia.
De repente una pregunta me viene a la mente, es un misterio que queda sin resolver.
—¿Fue Priscilla quien te vio después de la junta? —le pregunto de repente tomándolo por sorpresa—. Me dijiste que quería trabajo. ¿Qué fue lo que te dijo?
—Lo mismo: regresar conmigo; le dije que estaba contigo y ella me dijo que te alejaría de mí costara lo que costara.
—Está loca. —susurro y él ríe.
—Lo sé. —vuelve a reír hipnotizándome con su melodiosa risa—. Eso es todo respecto a Priscilla...
—Ahora Harley.
Respira hondo y me mira por unos largos segundos, no sé si está tratando de organizar sus palabras o sus mentiras. Tampoco sé si confiar otra vez en él. A pesar de sus confesiones aún me siento destrozada y sin vida, es difícil borrar el dolor porque, que me lo esté aclarando todo no quiere decir que me ame y que quiera regresar conmigo.
—Primero dime si me crees. —me pide, sus ojos me ruegan y yo dudo—. Por favor créeme, te estoy diciendo la verdad. Puedo jurarlo por mi vida.
—No sé...—hago una mueca—. Necesito tiempo.
—Katherine, estoy siendo honesto contigo, por favor cree en mí.
Nos miramos profundamente a los ojos, pasa un largo rato cuando algo nace en mí. Estoy enamorada y creo en sus palabras. Puedo ver que ha sido honesto conmigo hasta el momento, pero es la situación con Harley lo que me preocupa.
—Te creo. —le digo con firmeza y sus ojos se iluminan—. Por favor, continúa.
—Gracias. —intenta tomarme de las manos pero yo las aparto involuntariamente, su brillo se opaca—. Con Harley no ha sucedido nada.
—Otro perro con ese hueso. —pongo los ojos en blanco.
—Es la verdad, simplemente ella se insinuaba pero siempre la he rechazado.
—Nunca me negabas que tuvieras algo con ella.
—Porque cuando lo negaba no me creías, escuchabas lo que querías escuchar. —dice enfadado—. Katherine, te juro por mi madre que no he tenido nada con esa mujer ni con cualquier otra. No desde que arreglamos las cosas.
Aparto la mirada con unas ganas inmensas de llorar, es difícil de creer todo lo que ahora me está diciendo pero por Dios, lo está jurando por su madre.
—Angelique me ha dicho...—me interrumpe.
—¡Te mintió! —exclama con un tono herido y de dolor—. Harley y Angelique se pusieron de acuerdo.
—¿Cómo puedes estar seguro de eso?
—John descubrió a Harley hablando por teléfono hace unos días, me lo contó ayer después de que te fuiste y le hice a Harley confesar. —responde totalmente cabreado—. Las despedí, Katherine.
Lo miro incrédula, estupefacta.
—¿Las despediste? —frunzo el ceño—. Pero, espera, John lo aseguró todo cuando le pregunté.
—Sí, nena. Y John lo aseguró porque también pensaba que tenía algo con ella...—me toma de las manos y me besa los nudillos—. Fui un imbécil al no aclararlo todo y por permitir que sufrieras hasta éste punto, pero las grabaciones y tantas bofetadas me impedían hacerlo.
—Lograste negarlo, debo admitir eso..., pero como dices, sólo escucho lo que quiero escuchar. —lloro como magdalena y él me abraza—. Perdóname.
Ambos tuvimos la culpa de esto, ambos lo permitimos, pero yo tengo una buena razón para desconfiar tanto de él y creer en lo que los demás me digan aunque no sean una fuente confiable: mi problema. Michael me acaricia la espalda mientras me deja llorar. Soy una estúpida. Éste hombre fue un mentiroso que al mismo tiempo era honesto. Con tantas mierda en la cabeza era difícil captar cuál era la verdad en sus palabras. Ahora lo he dejado, no soy su novia y he planeado abortar su bebé. ¡Joder! ¿Cómo pude intentar hacer eso? Iba a odiarme el resto de mi vida y Michael aún más. Gracias a Dios ahora lo sé todo y lo mejor será que nunca se entere de que iba a abortar. Sí, ya no abortaré. Puede que Michael no me ame, pero sé que amará a su hijo. Regresemos o no, le haré saber que sí estoy embarazada, sólo que no será hoy. Dejaré que baje la marea.
—No, perdóname tú a mí. —susurra aún teniéndome en sus brazos—. Fui un idiota por hacerte todo esto, y no es necesario que me odies porque ya me odio a mí mismo.
—No te odio y tampoco quiero que te odies. —me alejo para mirarlo—. Te amo y debes sentirte amado aunque ya no me ames.
Michael me mira a los ojos por un largo rato y se mordisquea el labio inferior.
—Katherine...
—Michael...—me pongo nerviosa.
—Te mentí. —escupe y yo arrugo la frente.
—¿Sobre qué?
—Dije que te amaba, pero mentí...—se me detiene el corazón y toda la esperanza se esfuma de mi cuerpo. ¿Entonces en realidad nunca me amó?—. Dije que te amaba pero me equivoqué porque lo que siento adentro es más que amor y porque el amor jamás podría sentirse tan fuerte, tan bien...
Mis ojos se llenan de lágrimas, las piezas de mi corazón roto se juntan poco a poco y la esperanza nace como un sol después de una lluvia.
—Michael...
—Fuera de mis sueños y dentro de mi vida tú eres la única, pero, ¿cómo pueden sólo palabras explicar mi corazón? —me besa las yemas de los dedos con suavidad sin dejar de mirar mis ojos. Estoy llorando de felicidad—. Te necesito para siempre, necesito que te quedes conmigo, necesito que continuemos.
—También necesito que continuemos...
—Intentaré lo que nunca pensaste, nena. —me atrae a sí y me abraza con fuerza—. Prometo que te compensaré, que te haré la mujer más feliz del mundo y que nadie podrá separarnos otra vez.
—Te extrañé demasiado —confieso mientras lloro de felicidad—. Por favor no vuelvas a hacerme esto, he puesto toda mi confianza en ti otra vez porque he creído en tus palabras.
—No te fallaré.
Y entonces estoy en sus deliciosos labios esponjosos. Todos mis sentimientos y emociones se acumulan en mis labios, me estremezco mientras siento una enorme carga eléctrica recorrerme todo el cuerpo. Mi corazón cobra vida y late apresurado. Joder, lo que siento ahora al estar junto a sus labios es un placer que no compararía con otra cosa. Michael separa sus labios para capturar mi labio inferior y yo capturo su labio superior, apretamos y saboreo el delicioso sabor de su boca. Coloca una mano en mi espalda y me pega más a él con cada movimiento de nuestros labios, llevo mis brazos a sus hombros y lo abrazo de la nuca. Dios mío, soy tan feliz. Sé que me he rendido muy rápido a él, pero algo dentro de mí me susurra que dice la verdad y ese brillo que vi en sus ojos sólo se ve cuando dice algo con su corazón. Ahora sé todo sobre Priscila y de verdad me alegra que haya inventado que él me odia, sólo estaba herida, y cuando una mujer sufre de la forma en que ella sufrió, es capaz de hacer muchas estupideces. También me alegra que todo haya sido un plan entre Harley y Angelique. Agradezco que Michael haya despedido a esas arpías. Todo regresará a la normalidad.
—Estoy loco de amor por ti, mi pequeña hermosa mujer. —murmura pegado a mis labios, sonrío y más lágrimas caen de felicidad—. Me tienes totalmente enamorado.
—Dime que me amas, por favor. —le pido aunque él sienta algo más que amor, es la única palabra que puede, por lo menos, medirla pese a que el amor no se mide.
—Te amo, nena. —me da un suave beso el cual recibo con gusto—. ¿Por qué dudaste de eso? ¿Por qué no me creías?
Abro los ojos y veo en los suyos una interrogante. Me alejo de él y respiro hondo, muy hondo. Quizás deba confesarme yo también, Michael debe saber uno de los motivos por la que dejé a mi familia en Londres. Estiro la mano para que me ofrezca la suya, él lo hace y lo guío al sillón. Tomamos asiento.
—¿Qué pasa, nena? —me pregunta evidentemente preocupado.
—Michael, la verdadera razón por la que me vine a Los Ángeles no fue por la Universidad...—hago una pausa para ver su reacción, él frunce levemente el entrecejo—. Cuando tenía diecisiete años empecé a tener una expectativa de que sería explotada, era incapaz de relacionarme con personas, me aislaba de la sociedad por una excesiva suspicacia y recelo hacia las intenciones ajenas. A los dieciocho mi madre me llevó con un Psicólogo porque pensaba que estaba pasando por depresión.
—¿Qué os dijo el Psicólogo?
—Me diagnóstico un trastorno de personalidad paranoica...—confieso y me pongo triste al recordar todo, Michael me mira impasible pero su mano se coloca sobre la mía—. Estuve dos años en tratamiento. Luego estuve un año con mi familia y después ingresé a la universidad por cuatro años, los dos últimos años estuve con Matthew... fue un infierno. Fui algo masoquista.
Michael hace un levantamiento de ceja que dura sólo un segundo, pero después me mira sin entender.
—¿Entonces no solucionaste tu problema?
—Sí, pero desde que te conocí empecé otra vez con éste trastorno y hasta hace poco acabo de darme cuenta. —exhalo con fuerza—. Por eso sospechaba de infidelidad y era tan insegura.
¿Pero cómo no tenerlo si todos parecían estar en contra de nosotros? Sólo me hacía más insegura. Michael me atrae hacia sí y me abraza, coloco la nariz en el arco de su cuello e inhalo con fuerza el aroma de su perfume. Vainilla cremosa con una mezcla exquisita de flores y cítricos. Lo he olido tanto que ya puedo identificar los ingredientes. Alzo el rostro para buscar sus labios, él me satisface sin necesidad de que se lo pida y otra vez me embriago con el sabor de sus labios. Lamo despacio con la punta de mi lengua degustando de su suavidad acolchonada y muerdo su labio inferior. Michael me toma de la cintura, me eleva y me sienta sobre sus piernas. No hay nada sexual todavía, simplemente estamos reconciliándonos poco a poco. Coloca sus manos en ambos lados de mis mejillas y me aferra más a él para profundizar el beso. Joder, es maravilloso...
—Ahora no tienes que preocuparte de nada, soy tuyo, únicamente tuyo. —vuelve a besarme, puedo sentir cuánto me ha extrañado—. Te acepto como eres porque así es como me has enamorado. Siendo tú, única e inigualable.
—Te amo. —le digo con desesperación—. Realmente lo hago.
—Te amo mucho más, pequeña hermosa mujer. —me besa con ganas y después me abraza con fuera—. Nunca te dejaré ir otra vez.
—Michael, nunca querré irme...—beso su cuello y su delicioso perfume me impregna los labios—. Mi lugar es contigo porque eres mi mundo.
Besa mi sien golpeada, pero el dolor nunca me llegó. Entonces una voz susurra en mi mente, no es la mía sino de... Madisson: «A veces perdonas a alguien porque su ausencia te duele más que el error que cometió». Puede que ya no esté aquí para decírmelo, pero su recuerdo sobre aquella vez que me dijo estas palabras me ayudarán a entender por qué le perdonaré todo lo que me haga, pero a esa frase debo agregar que he sido fuerte para perdonarle porque lo amo. De eso no hay duda.
—¿Qué perfume usas? —lo miro y me deleito con sus pupilas dilatadas y con un brillo que supera al sol; sonríe y vuelve a tomarme el rostro para darme un beso de pico.
—Bal a Versailles de Jean Desprez. —responde con dulzura—. Es mi favorito y lo será siempre.
—También será mi favorito siempre.
Sonríe.
—¿Vamos a almorzar? —me pregunta como si fuese una niña—. Necesito alimentar a mi pequeña.
—Pensé que nunca me lo preguntarías. —dejo escapar una risita, todo este asunto me dejó famélica—. ¡Vamos!

#3 Me PertenecesWhere stories live. Discover now