Capítulo 1

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Pasada la medianoche en la mansión Phamtonhive, tras un encuentro apasionado el joven Conde despertó agitado. No tuvo tiempo ni de despertar a su acompañante y corrió como pudo al baño, donde expulso todo lo ingerido durante el día. Estuvo unos minutos sentado en el suelo calmando su respiración, ya acostumbrado a esas dolencias. Mas de dos semanas despertando de la misma forma, en la mañana, en la tarde y en la noche. Pero últimamente se estaba haciendo muy frecuente. A ese paso no podría seguir ocultando su malestar a los habitantes de la mansión.

-¿Que sucede?- preguntó aquel que le enviaba al cielo con sólo una mirada, agachándose a su lado. Ciel desvío la mirada cansado, negando con la cabeza.
-No es nada...- mintió descaradamente. Sabiendo que su amante sentía el olor del vómito y las mentiras. Sebastian simplemente se limitó a levantarlo en sus brazos para volver a la cama y observarlo dormir. Si Ciel no quería contarle que lo aquejaba desde hacia ya un tiempo, el no le presionaría, no tanto. Con delicados movimientos acarició el hermoso rostro del humano que lo había enamorado, totalmente embelesado con sus largas pestañas.- ¿Como fue que llegamos a esto Sebastian?- pregunto con esa voz tan hermosa. El demonio sonrió levemente.
-Veamos... Fue cuando tuviste 14 primaveras. Tu cuerpecito experimento el famoso despertar sexual humano y no sabias que hacer. No tenias quien te instruyera en el placer, así que yo, como fiel mayordomo y confidente que soy, me aventuré a enseñarte. ¿El resultado? Aquí estamos, tres años después. Locos el uno por el otro.- musitó riendo suavemente. Ciel se sonrojó levemente.
-No fue así, idiota. Yo ya había caído mucho antes. No lo digas como si la razón de todo fuera la ninfomanía simplemente.- regaño enfurruñado el chico. Una sonrisa más amplia se dibujó en las facciones del mayordomo.
-Esta bien cariño. Solo bromeaba... Yo se que me amas como yo te amo a ti.- susurró besando la frente del que seria siempre su niño.- Y que por esa simple, pero poderosa razón, me dirás la razón de tu malestar...- dijo insinuante. Ciel rápidamente se giró, dándole la espalda.
-Dejame, tengo sueño.- pidió cerrando los ojos. Los brazos cálidos del demonio no tardaron en abrazarlo con suavidad.
-Ciel... Me he dado cuenta...- murmuró refiriéndose a todas esas veces en las que Ciel se encerraba en el baño durante mas de quince minutos. Porque a estas alturas ya era mucho mas frecuente y notable. ¿Como no darse cuenta si el muchacho interrumpía las clases, su trabajo, e incluso las veladas apasionadas para correr al baño? Ciel suspiro cansado.
-No se lo que me pasa Sebastian...- susurró antes de dormirse. El nombrado suspiro resignado. Sintiendo la preocupación hacer estragos en su mente. Antes de cerrar los ojos y compartir el sueño con su amo, se propuso descubrir que sucedía lo mas pronto posible.

La tierna melodía de un violín resonaba por la mansión. El sonido era hermoso, pero la clase le estaba resultando agotadora a Ciel. Ya harto, se detuvo súbitamente ganándose una mirada de desaprobación de parte de la anciana que le impartía lecciones musicales.

-Es suficiente por hoy Eleonor.- sentencio escuetamente. La mujer asintió resignada y recogió el millar de partituras que yacían desordenadas en el escritorio antes de irse. Ciel se sentó en uno de los sillones totalmente mareado.- ¡Meyrin! - exclamó, y la mujer apareció de inmediato. Sebastian no estaba, así que tenia que conformarse con ella. No es que la menospreciara ni nada. Pero ella había cambiado tanto que le resultaba incomoda. La dulce y torpe sirvienta, ahora era seca y cortante con su persona. Por un motivo que aun le resultaba desconocido.

-Joven Amo.- musitó con monotonía. Como un robot. Ciel se llevo una mano a las sienes, masajeandolas estresado debido a que todo le daba vueltas.
-Ayudame a llegar al baño, por favor.- pidió extendiendo su pequeña mano al frente, donde veía a dos sirvientas en lugar de una. Meyrin asintió resignada y obedeció. Su cambio se debía a que detestaba a Ciel. Ya no era aquel niño que ella tanto estimaba. Dejo de serio desde aquella noche en la que descubrió el romance que sostenía con Sebastian. Lo que mas le enojaba, era que fueran tan descarados. Sin preocuparse por ser descubiertos o no. Simplemente amándose. Cuando llegaron al baño Ciel se acercó presuroso al inodoro, donde vacío su estómago como de costumbre bajo la atenta mirada de la sirvienta. Meyrin sonrió levemente al verlo en ese estado. Pensando que ese era una especie de castigo para el conde por revolcarse con el objeto de su deseo. "Si no fuese un hombre, pensaría que esta esperando un pequeño bastardo", pensó con sorna. Si supiera...

-¿Otra vez?- preguntó Sebastian entrando al baño. Meyrin puso su mejor cara y asintió preocupada.
-Ya van tres veces. Llamaré a un médico...- respondió con prisa. Sebastian negó con la cabeza.
-Gracias, pero yo me encargo.- dijo interrumpiéndola. Ciel se dejo caer en el suelo exhausto cuando la sirvienta se fue. Aun con un fuerte mareo, miro de un lado a otro a los Sebastians que estaban frente a el. - Tranquilo...- escuchó que le susurraban con suavidad y lo alzaban del suelo. Solo cerró los ojos y cayó dormido en brazos del demonio.

-¿Como llegaste tan rápido?- preguntó cuando despertó. Sebastian coloco una compresa fría en su frente antes de contestar.
-Soy un demonio Ciel. Cierro los ojos y ya estoy en otro lugar. Sentí tu malestar y me apresure a regresar...- dijo con preocupación. Ciel bostezo levemente.
-¿Porque te fuiste?- preguntó de nuevo, y Sebastian sonrió enternecido ante la curiosidad de su amo.
-¿Por? ¿Me extrañaste?- preguntó burlón, y de no ser por el malestar Ciel le hubiese golpeado. Rió por lo bajo cuando vio la mueca enfurruñada del chico.- Fui a ver al príncipe Soma y a su sirviente Agni...- dijo ya serio.
-...Por favor... Dime que no los invitaste a venir...- suplicó, y al ver la expresión culpable del mayordomo se sentó molesto.- ¿Para qué? - exclamó con fastidio. Lo ultimo que necesitaba era al príncipe Goma de Mascar- Soma siguiéndole día y noche, asfixiándole.
-...Agni te revisará... Es por tu bien Ciel, no te alteres.- contestó instándolo a que se recostara de nuevo.- No voy a cruzarme de brazos cuando estoy viendo como tu salud se deteriora frente a mis ojos. No pienso no hacer nada.
-Es sólo un mal pasajero Sebastian, estoy bien.- insistió el conde. Sebastian se acerco y le besó los labios con ternura para luego abrazarlo. Ciel interpretó aquello como que el demonio no daría su brazo a torcer, y solo correspondió a ese abrazo. Esa noche, mientras dormía, Agni y Soma arribaron a la mansión. Y justo antes de entrar, Agni miró a Sebastian temeroso.

-¿Que sucede Agni?- pregunto meloso el príncipe.
-Sebastian... Algo malo esta pasando aquí...- susurró ignorando a su príncipe. Sebastian lo miró alarmado cuando señalo el balcón de la habitación de Ciel.
-¿Que ocurre Agni?- preguntó preocupado.
-... Algo malo...- susurró de nuevo antes de subir las escaleras presuroso. Sebastian le siguió de cerca.- Debo examinarlo ahora mismo Sebastian.

Soma secó pequeñas lágrimas que amenazaban con salir. ¿Que le estaría sucediendo a su pequeño amigo?

Our [RETOMADA/EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now