(33) Que fuimos

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"Que fácil fue, que un día se esfumara el ayer.  Que fácil fue, condenar nuestro destino, desviarnos del camino sin saber... Que matarías esta ocasión, y yo dejando las sonrisas en tu habitación... Que fuimos..."


Los días pasan, el tiempo vuela, la vida corre y no nos damos cuenta... Sí, definitivo que así es. Ya han pasado varios meses desde el comienzo del año. Unos meses de altas y bajas; pero cosas que puedo sobrellevar.

"Amor, Lillian se irá de viaje la próxima semana..." me comentó Erick una tarde mientras nos tomábamos un café en uno de nuestros lugares favoritos.

"De veras?" no podía esconder mi felicidad. No era que pudiese quedarme a dormir con Erick, pero tendríamos tiempo suficiente para estar juntos y compartir; sin necesidad de este estar mirando el reloj.

"Sí. En realidad es por pocos días. Pero... Pensando... Es perfecto para poder dormir juntos, y despertar uno al lado del otro. Qué opinas?" la sonrisa pícara de Erick provocaba mariposas en mi estómago.

"Lo sé.... Amor, pero, qué excusa me puedo inventar?" me sentí derrotada al decir esto.

"No sé amor. Eres buena en eso. Piensa. Si no podemos dormir juntos, por lo menos la pasamos bien en mi casa."

"De acuerdo" le respondí mientras nos levantábamos de la mesa. Ya era hora de regregresar.

De camino a recoger a mis hijos, iba pensando en posibles excusas para dormir fuera de mi casa. Pero, cuál sería la perfecta? Esto no era algo que hiciera a menudo. Qué demonios.... Nunca lo había hecho!

Llegué a mi casa. Mis hijos automáticamente ubicándose frente al televisor, mientras yo caminaba a mi cuarto. Caminaba pensando en una y mil excusas para lo que Erick me había sugerido, cuando noté algo raro.

Me detuve frente a mi armario para confirmar lo que creí haber visto. Las cosas de Caleb no estaban ahí. Les juro que la sensación que corrió por mi cuerpo en ese instante, no es una fácil de describir.

Primero, sentí que el momento había llegado; no había vuelta atrás. Esto vino acompañado con una realidad; era el momento de decirle a mis hijos que su papá y yo no estaríamos juntos nunca más.

Detrás de esto, me atacó un poco de alegría; ya podía ser feliz y tendría la paz que tanto anhelaba. Pero, la frustración no se hizo esperar. Frustración? Sí, frustración... Para qué negarlo? Sentí en esos instantes que, una de las metas que me había trazado hacía años atrás, había terminado con una derrota.

Ya estás aquí Jael. Ya no hay vuelta atrás... me repetía una y otra vez mientras caminaba a una pequeña oficina que teníamos en la casa. Sólo pedía a Dios que mis hijos no notaran eso; mucho menos me preguntaran.

Al llegar a la oficina, sobre el escritorio, había unos papeles para que yo firmara. Eran los documentos para someter el divorcio. Qué?! Bueno, sabía que las cosas no iban bien, pero esperaba un poco más de dialogo para esto.

Las manos me temblaban. No sabía qué hacer, mucho menos que pensar o como actuar. Cuando de repente, mi teléfono sonó en mis manos y cayó al suelo.

Al recogerlo, noté que era un mensaje...

Erick: "Amor, estás bien?"

Jael: "Erick, Caleb se llevó sus cosas!"

Erick: "Estás bromeando, cierto? Caleb no se va a ir de allí. Mucho menos con las comodidades que tiene, y tú casi de su sirvienta. El no es bobo."

Jael: "No estoy bromeando... No sé qué hacer, qué decir. Porqué él se fue así? Ahora, que le digo a mis hijos?"

Debo confesarles que ya para este momento, las lágrimas no paraban de bajar por mi rostro. Me sentía bastante nerviosa; tal vez miedo? Miedo a lo desconocido, a lo que sucedería de ese momento en adelante.

Erick: "Amor, toma las cosas con calma. Ya vas a ver que todo saldrá bien..."

Jael: "No sé qué decirte. Te escribo luego, creo que Caleb llegó ahí"

Y sin más despedida, guardé mi teléfono en la cartera y respiré profundo. En realidad, no era el hecho de que Caleb se fuera de la casa, si no el hecho de que mis hijos supieran lo que en realidad estaba pasando entre sus padres.

Caleb me miró al entrar y fue a sentarse directamente en el sofá. Desde allí, me miró y me hizo señas hacia el cuarto. Con mi cabeza asentí y él apenas levantó sus hombros en señal de derrota. Había llegado el momento, ya no había vuelta atrás. Estábamos haciendo lo correcto? Este era el paso a dar? Cómo lo tomarían los chicos?

El hecho de solo pensar todas esas cosas, provocaban que mis ojos se llenaran de lágrimas. Caleb llamó a Fernando y a Jimena y les pidió que se sentaran en la sala, de viaje, invitándome a mí también.

El sólo hecho de recordar cada momento allí con ellos, sus reacciones, las lágrimas que todos derramamos mientras hablábamos; es algo que no quiero ni recordar. Mis hijos, dos adolescentes, enterándose que sus papás ya no se amaban y que no estarían más juntos.

Una vez Caleb terminó de hablar, y todos nos calmamos, este se levantó para marcharse. Mis hijos se despidieron de su papá, y una vez este desapareció de nuestras vistas, no hicimos más que abrazarnos y llorar. Jamás pensé que esto sería tan desgarrador.

No por el hecho de que Caleb y Jael habían terminado; sino por el hecho de ver a mis hijos sufrir un dolor que no merecían. Ellos no tenían la culpa de ninguna de las decisiones erróneas que tomamos como padres; no merecían sufrir al ver esto.

Espera Jael... Acaso era saludable que ellos presenciaran sus discusiones? Acaso era saludable que crecieran viéndolos separados, apenas hablándose? Eso era saludable? Eso era lo que querían inculcarles para cuando fuesen adultos y tuviesen una relación?

Además, tú merecías seguir aguantando los desprecios de Caleb? Tú mereces ser feliz... Bueno, no digo que Erick sea quien tenga en sus manos las riendas para darte esa felicidad; pero tampoco mereces el mal trato del hombre que vivía hasta hoy bajo tu techo.

"Jael, recuerda que eres joven. Tus hijos, algún día se irán de tu casa; abandonarán el nido. Y, con qué te quedarás? Con un hombre que continuará la vida haciéndote infeliz... Tú aun tienes derecho de rehacer tu vida. Conocer gente nueva. Comenzar una relación." Las palabras de mi amigo Gamaliel daban vueltas una y otra vez.

Este tenía razón, y aun cuando conocía de mi relación con Erick, siempre me hablaba con la verdad; sin tapujos, sin rodeos. Lo consideraba un súper amigo, y siempre tenía las palabras correctas.

No tardó mucho en que mis padres llegaran luego de escuchar a mis hijos en el teléfono. Mi madre me terminó de destrozar el corazón al verla derramar lágrimas por lo que estaba sucediendo.

Merecían esto ellos? Merecían sufrir por mi culpa? O a caso, yo merecía ser feliz y comenzar una nueva fase en mi vida... Qué difícil se veía esto; pero todos le tememos a lo que desconocemos, a lo nuevo.

Lo importante? La actitud que le pongamos a nuestras situaciones. Siempre positivos y con una sonrisa en el rostro. Tenía la seguridad de que las cosas comenzarían a mejorar de hoy en adelante; este era solo el principio de muchas decisiones que me correspondían tomar. Y sin dejarme caer, asumiría todo lo que viniese con este gran paso que acababa de dar.

Sin Daños a TercerosWhere stories live. Discover now