LIII. Restricción.

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|| Restricción.

Scott.



Cierro la puerta del copiloto del coche de mi novia. En medio de un suspiro me acomodo mejor en el asiento. Allison no tarda en entrelazar sus dedos a los míos, impidiendo que siga moviendo la mano con nerviosismo.

—¿Todo bien? —me pregunta en tono suave y dulce.

Asiento.

—Se rehúsa a comer o hablar conmigo —le digo—. Solo me mira como si estuviera imaginando que me destripa o algo parecido.

Ella se ríe bajito. Yo sonrío en automático. Adoro el sonido de su risa.

—Bueno, supongo que eso significa que Jackson sigue siendo Jackson —comenta, sonriéndome a la par en que su pulgar acaricia mis nudillos.

—Si. Tienes razón —murmuro.

Giro un poco sobre el asiento para poder verla mejor. La luz de la luna le ilumina el perfil de su hermoso rostro, pero aun si no fuera así, aun si estuviéramos completamente a oscuras, podría distinguir a la perfección los hoyuelos en sus mejillas, la calidez en sus ojos marrones, el fino y delicado contorno de su mandíbula. Mi corazón se estruja acongojado por todos los sentimientos que su mera presencia evoca en mí.

—¿Cómo supo tu papá adónde ir anoche? —La pregunta brota de forma natural de mis labios. Allison ladea la cabeza, su mirada se torna curiosa—. Estaba en el callejón. Junto con Gerard —aclaro.

Ella frunce los labios.

—Tienen informantes que monitorean todas las cámaras de vigilancia del pueblo. Semáforos, cajeros... ¿No viste las que pusieron en la escuela? —Asiento y emito un ruido afirmativo—. ¿Creíste que yo se lo dije? —me cuestiona dolida.

—No. No. —Hago una pausa, buscando las palabras adecuadas, pero las encuentro. Bajo la cabeza y enfoco la mirada en la tela rota de mis pantalones de mezclilla, justo sobre el área de mis rodillas—. No lo sé. Yo...

—Estoy de tu lado, Scott. Siempre lo estaré. Siempre —enfatiza, sus manos acunando mi cara para obligarme a levantar la mirada. Sus ojos marrones se conectan con los míos—. Nunca dudes de eso.

—Lo sé. Lo sé. Lo siento. Perdón —susurro antes de tomar sus manos y depositar besos sobre sus nudillos.

—No hay nada que perdonar —me asegura. Luego, nos acomodamos de tal forma que ella pueda recostar la cabeza sobre mi hombro.

El palpitar de su corazón es un sonido que conozco demasiado bien, asimismo es un sonido que relaja cada músculo de mi ser, alivia cualquier dolor y apacigua toda emoción negativa. Me tranquiliza, me mantiene humano y, en ocasiones como esta, me ayuda a no pensar en nada más que en lo mucho que la amo.

About Werewolves and Witches | Teen WolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora