Unsteady

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Nunca Jamas. Meses atrás. TERCERA PERSONA POV.

Las suelas de los botines de Félix se hundían sobre el lodo con su constante paseo en el campamento; la brisa fresca movía la capucha del joven de cabellos rubios mientras, por sus labios, deslizaba un palillo de manera intranquila.

Aquella escena llamaba la atención de los niños perdidos. Los pequeños se reunían alrededor de la hoguera, la cual les brindaba algo de calor, más ellos se aferraban a la ropa (creada por ellos, con distinto material y tela) con firmeza. La brisa fresca que sopló y movió con pereza las hojas y lianas que colgaban de los pinos los hizo titiritar.

—¿Qué estará haciendo? —Cuestionó uno de los gemelos; el frío había congelado la sangre y teñido las orejas y nariz de un tono carmín de los presentes.

El otro gemelo se relamió sus labios secos y casi pálidos. —¿Quizás se mueve para entrar en calor? —Probó. Sus palabras atrajeron la atención del resto de los niños.

—Claro. —Repuso Presuntuoso en tono burlón. —Porque caminar en círculos es preferible que acercarse al fuego.

—¿Entonces, qué opinas? —Interrogó, curioso, un niño perdido robusto y abrigado con piel de oso. Los gemelos miraron intensamente a Presuntuoso de forma insistente.

—Bueno. —Presuntuoso carraspeó e infló el pecho cuando se dio cuenta que era el centro de atención. —Creo que está tramando algo. —A partir de aquella declaración se formaron susurros y, los niños se empezaron a mirar con complicidad. Félix miraba de soslayo a los niños que le dirigían ciertas miradas curiosas pero sus pensamientos estaban lejos de prestarles atención a los mocosos. —Cubriendo a alguien. —Susurró, con modestia, cuando los chicos abrieron los ojos como platos ante sus palabras.

—¡Es cierto!—Exclamó Tootles, llevándose las manos a la boca al darse cuenta que habló demasiado fuerte. Los niños perdidos se enfocaron en el más pequeño y pronto, los colores regresaron al rostro del chico. —Bueno... —Prosiguió, un tanto tímido. —... ¿No se dieron cuenta que Malcolm no está? —Los presentes asintieron. Félix, solo entonces, paró su andar y mandó sus hombros hacia atrás: tenso. —Lo vi irse con Rapunzel ésta mañana.

Las palabras de Tootles desencadenaron otra ola de murmullos; los chicos perdidos empezaron a susurrar y a señalar a Felipe sin discreción alguna. El segundo al comando afianzó el mazo que colgaba de sus hombros con fiereza; él estaba intranquilo. Félix no sabía cuánto tiempo más tardaría todo este martirio.

—¡Eh, tú! —El grito potente de Rufio se escuchó por todo el campamento. El líder actual de los niños perdidos se deslizó entre las ramas de los árboles, las cuales estaban duras y resbaladizas por la escarcha, antes de aterrizar en una marometa en el centro del campamento. Félix rodó los ojos ante la entrada dramática de Pascal. —¿Dónde está?

Rufio, con su capa de piel de leopardo, se acercó con paso determinado hacia Félix. El líder colocó una de sus manos sobre el hombro del chico y lo obligó a girarse. Felipe movió su hombro con brusquedad para deshacerse del contacto. —¿Me hablas a mí?

Los niños perdidos observaban alternativamente entre su líder y el nuevo chico perdido; en susurros, empezaron a hacer las apuestas de quién empezaría a pelear y quién ganaría. Rufio y Félix cruzaban palabras de vez en cuando, pero si sucedía, era meramente para discutir o para que Rufio despotricara órdenes hacia el chico.

—¿Ves a alguien más?

— A todos; de hecho. —Repuso, indiferente, Félix.

Rufio alzó ligeramente la barbilla al tiempo que estrechaba los ojos. No le gustaba la altanería de Félix. —No mientas; no me gustan los mentirosos. —Pascal dio una zancada para cortar la distancia. Felipe había crecido unos cuantos centímetros, por lo que Rufio se vio obligado a levantar ligeramente el rostro.

Rapunzel and the lost demon (Robbie Kay, OUAT)Where stories live. Discover now