Capitulo 1

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Tenia ganas de romper algo, aunque especificamente hablando diria que mas bien tenia ganas de matar a alguien y ese alguien mas bien se trataba del imbecil que se hacia llamar su Jefe. Se encontraba en el estudio de su enorme mansion dando vueltas como un leon enjaulado y vaya que ni sus amados felinos, leones, trigres y panteras que tenia por mascotas, eran encerrados en jaulas. Todo era culpa del idiota que tenia por Jefe, pero no podia replicar, solo un imbecil sin suficiente materia gris lo haria. Todos, a todo lo largo y ancho de Italia y posiblemente mas alla, sabian cuan peligroso podia llegar a ser Don Osomatsu Matsuno y el aun no tenia ganas de andar cavando su propia tumba*.

Miro el sobre que reposaba en su escritorio con una mueca de odio; cuando se unio a la Familia Matsuno le juro lealtad a una sola persona y esa era nada mas y nada menos que Matzuzo Matsuno, el padre de Osomatsu y anterior Don de la Familia. Cuando éste falleció y el mocoso que tenia por hijo subió al cargo tampoco le quedo de otra mas que obedecer aun por muy contrariado que se encontrara, y ahora, que ya se habia acostumbrado a seguir las ordenes de su nuevo Jefe el muy bastardo le anuncia que tendra que andar de lame botas de otro idiota que habia designado como su Sottocapo. Mientras mas lo pensaba mas reproducia en su cabeza la reunión que había tenido con el de mirada escarlata hace poco menos de unas horas.

Habia llegado a la mansion Matsuno ya muy entrada la tarde justo después de haberse despedido de Jyushimatsu y haber ordenado que quitaran el cadaver del bueno para nada de Iyami del muelle. Bajó del auto siendo rodeado por cinco de sus "mejores" guardaespaldas, mera formalidad puesto que, aun y sin confiar del todo de los hombres de Osomatsu, él podia defenderse perfectamente bien solo, para eso estaba su amado rifle que siempre cargaba consigo solo por si llegase a surgir cualquier inconveniente. Eso no quitaba el hecho de que de cierta forma extrañaba la presencia de Jyushimatsu pues el de amarillo era su mano derecha.

Entro con la misma cara de poker de siempre mientras todos en la mansion se le quedaban mirando, no es de sorprenderse, no todos los dias se ve entrar por esa puerta al mismisimo Caporegime de la Familia pues para esos simples soldados él, despues de Osomatsu, era la autoridad ahí. Camino por un largo pasillo lleno de cuadros y objetos valiosos hasta llegar enfrente de una enorme y pesada puerta de madera finamente pulida y con incrustaciones de, al parecer, pedreria costosa; negó levemente con la cabeza, nunca entenderia esa necesidad de opulencia de su Jefe. Toco tres veces y despues de escuchar el "adelante" de Don Matsuno le ordeno a sus hombres que esperaran afuera, los asuntos con el Jefe siempre se trataban en privado.

La oficina de Osomatsu era enorme, mucho mas grande que la suya para variar, y estaba llena de objetos que solo aumentaban su ostentosidad pero que ciertamente no servian para nada. Entro hasta posarse frente al escritorio de su Jefe esperando a que hablara pero al parecer el de rojo estaba mas concentrado en leer unos papeles. Cuando por fin despego la mirada de las hojas ambas miradas se conectaron, escarlata contra violeta, se miraron por varios segundos hasta que el de rojo se levanto animado y con su usual sonrisa en el rostro, misma que nunca sabias si presagiaba algo bueno o algo malo.

– Un excelente trabajo como siempre Ichimatsu – rapidamente le paso un vaso de Escocés en las rocas mientras le rodeaba por los hombros con gesto de camaderia aun ante la mirada disgustada del de blanco por tanta cercanía – aunque no podia esperar menos de mi Caporegime.

– Demaciado facil, empiezo a creer que me estas subestimando Osomatsu – despues de tantos años trabajando para el de rojo y siendo uno de sus hombres mas leales podria tomarse ciertas libertades, como el llamarle por su nombre de pila por ejemplo.

– ¿Yo? ¿Subestimarte? – preguntó con diversión mientras volvia a sentarse en su enorme silla de cuero. – No "Ichimachu" yo no te subestimo en lo absoluto.

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