PRÓLOGO

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-No rogaré que te quedes.-Victoria secaba las lágrimas que resbalaban por su rostro, la única muestra del dolor que le causaba verlo ahí.

-No esperaba que lo hicieras.-
Respondió Aiden acercando más la maleta a la puerta.-No puedo seguir y lo sabes tanto como yo.

Victoria soltó una mirada de desprecio que igualó su voz
-Nunca imaginé que eras de los que buscarían la salida fácil.

-¿Fácil?- la voz de él temblaba de contenerse -¡¿crees que esto es fácil?!... ¿Crees que solo tú sufres?

-Es más fácil huir que afrontarlo.

-¡¿Y soportar ver como me miras?!- arremetió él con exigencia -¡quieres que me quede para ver tu silencioso juicio; para ver como tu odio hacía mí aumenta!

-¡Lárgate! - la voz de Victoria era dura y las lágrimas resbalaban sin descanso por su rostro - vete ahora...¡LÁRGATE!- gritó tan fuerte como
pudo.

Aiden quiso consolarla, pedirle a esos ojos azules como un cielo limpio que dejaran de llorar; quería desaparecer ese rostro demacrado y ceniciento para devolverle la sonrisa y juventud que había perdido.

-No puedo Vic, estar a tu lado es...

-El infierno- dijo ella terminando la oración de él.

Ambos se vieron no reconociéndose en tanto dolor.

Los ojos azules de Victoria como un cielo apagado, los de Aiden verdosos como hierba apunto de secarse por el duro otoño.

-Déjame ir. Ódiame. Has lo que debas hacer para dejarme marchar.- susurró con voz suplicante.

-Jódete. Cobarde de mierda. Mentiroso.

Él escucho las palabras de ella y acepto cada una de ellas.

-Te diría que te amo- dijo él en un susurro, sin despegar la mano del picaporte, recordando lo que tal vez ahora ya no tenía punto traer a la memoria.

-Y mentirías- respondió ella. - si en realidad me amaras, esa maleta no estaría en la puerta- se tapo la boca con ambas manos, los sollozos subieron sonoros y el corazón le aviso que estaba hueco. Si él cruzaba esa puerta, ya no tendría más necesidad ni propósito para latir. - Me juraste un para toda la vida.

-¿Cuál vida queda ahora?- pregunto Aiden secando sus lágrimas -si te niegas a hablarme. Si tus miradas son solo de odio. Si de tus labios solo quieren salir reclamos que te callas porque crees que será mejor.
¡Peró no lo es!
No hay necesidad que te calles lo que yo también sé, y sé que está persona que ahora eres es culpa mía. Si sé que este dolor que llevas es culpa mía. Si sé que no hay nada ahora.

-Vete de una vez - Victoria levantó la cabeza mientras un asomo de frialdad empezaba a cubrir esos ojos azules que en los buenos tiempos brillaban de ilusión cuando lo observaba.

Aiden dirigió la mirada a la sala de su hogar... El hogar que estaba a punto de dejar atrás. El cuadro de margaritas de su madre, los retratos apilados sobre la chimenea, Victoria durmiendo en el sillón, la lámpara que iluminaba las noches de trabajo frente a su portátil, él mismo caminando arriba y abajo a las tantas de la madrugada; tantos recuerdos, miles asomaron a sus ojos y su corazón pálpito en dolor por ellos.

Se vio sentado en el sillón individual, levantar la mirada y caminar hacía la cocina.
Sus ojos siguieron el andar de su pasado como si ahora estuviese pasando.
Escuchaba con claridad el ruido de su recuerdo, el olor, se veía con tanta nitidez que dolía.

<<-¿Qué sorpresa planeas?- preguntaba él a esos ojos azules brillantes y llenos de ilusión.

-¿Me ayudarás?-respondió Ella con una pregunta.

- En lo que sea- respondió él sin saber cuál sería la idea.

Daba lo mismo, por esos ojos azules haría lo que fuese. Era su vida ver brillar de emoción y felicidad sus iris.>>

Ese recuerdo le calo en el alma.
Apretó frotando sus ojos para borrar esa imagen. No podía seguir en ese tiempo, no podía, ya no; enloquecería si no avanzaba, si no la dejaba atrás.

-Para toda la vida- dijo él a la mujer que había amado desde que tenía 17 años y salió de la casa.

Victoria lo vio cruzar el umbral y la puerta cerrarse tras él. Dio la espalda a la marcha de su esposo: no podía verlo. Cinco años a su lado, no suenan tantos y aún así sabía que él se llevaba todo lo que ella había sido.

Subio las escaleras, vio las tres puertas superiores de la casa cerradas y entró en la primera que estaba a la izquierda.

Las paredes menta con su aroma le bailaron en las fosas nasales. Sus ojos ya no lloraban. Caminó hacía la gran ventana de enfrente de la habitación y miro hacía abajo.

Él estaba ahí de pie, observando esa baldosa de la entrada, junto al ramo de pensamientos. Observando esa baldosa que significó el fin de su amor.

Ella no veía más esa baldosa, solo veía los hombros anchos y caídos de su esposo, su pelo castaño. Él retomó su andar y se dirigió al Fiat negro que esperaba en su entrada como todos los días en los que él estaba en casa.

Echo la maleta en el asiento del copiloto, cerró la puerta y se dirigió al lado del chofer; sin voltear atrás ni una sola vez, ni siquiera cuando ella le rogaba con el pensamiento que lo hiciera.

Aiden se detuvo con la puerta abierta, la tomo fuerte con ambos manos que temblaban y lucho con él mismo para hacerlo, soltó el aire que presionaba su pecho y subió al carro.
Abrocho el cinturón y encendió el auto sin pensarlo mas.

Condujo calle abajo y vio por el retrovisor: su Vic, como siempre le había dicho; lo observaba desde la ventana de cortinas mentas y sus ojos se llenaron de nuevo de lagrimas.
Sostuvo el volante con una mano y con la otra se tapo la boca que ahora profería sonidos ahogados de dolor.

-Soy un hijo de puta- se dijo con odio.

Victoria se quedo ahí parada en esa ventana mucho tiempo después de que el Fiat había desaparecido del camino.

Solo se movió cuando un sonido la obligo a hacerlo.
Giro buscando la fuente; pero no se preocupo por encontrarla.

Se sentó en la silla junto a la cama de colcha blanca y adornos violetas.

Se vio en el espejo hexagonal colocado en la pared frente a la cama y el reflejo no le devolvió la imagen que ella recordaba.
Bajo la vista y sólo vio las paredes llenas de recuerdos.

Dejo que la vida de fuera siguiera, se sentó y se perdió en su mundo, en el mundo donde todo era distinto, donde ella había sido feliz junto a él.
Un mundo que ambos compartieron, lleno de sueños, donde se amaron; donde ambos se creyeron invencibles, en el cual, las bendiciones y un gran futuro parecían posibles.

Un mundo donde un hombre llamado Aiden Bruck amo locamente a la mujer que era ella, una tal Victoria Hausd, una Victoria que no existía ya.

Cerró los ojos y ya no lloró, ya había llorado lo suficiente, ya no le quedaban lágrimas para él.

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Esta historia dista mucho de ser un relato de solo romance, diremos que es amor mas allá del simple amor.

La historia consta de 15 capitulos solamente y te aseguro que una vez terminada no te arrepentirás de haberle dado la oportunidad.

Basada en las canciones de Damien Rice que acompañaran el relato.

GRACIAS
Besos
Lyla

DÉJAME IRWhere stories live. Discover now