Capitulo 3

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Capítulo 3

Habían pasado ya unos días después de nuestra salida por Chueca. Y nuestras rutinas habían vuelto a nuestras vidas. Con Alba no habíamos hablado más de esa noche, ni de Malú ni de Madame. Yo no quería mencionar a la que fue la persona más importante de mi vida hace ya unos años, y ella no quería ni oír hablar de esta chica alta y guapa que se llevó a casa aquella noche, aunque sí que se guardó el papel que le escribió con su teléfono móvil.
Estaba en la discográfica haciendo limpieza de mi correo antes de acabar la jornada. Recogí los dos vasos de café que me había tomado esa mañana y los tiré, cogí el bolso y me dirigí hacia la puerta.

-Vanesa.

Me giré sonriente cuando oí mi nombre, mientras la persona que me había nombrado se acercaba hacia mí.

-Dime Miriam.

Me llevé una mano a un mechón de mi pelo, y le sonreí.

-Hace días que no salimos...

Se acercó más a mí, sonriéndome, y me colocó bien el cuello de la blusa.

-Podríamos ir al cine... o a cenar...
-¿Te paso a buscar? (Le pregunté mordiéndome mi labio inferior)
-Aja... Donde siempre, a la hora de siempre.

Le sonreí, me acerqué y le dejé un beso en la comisura de sus labios, me separé mientras le susurraba un 'Perfecto', me giré y me marché lo más sensual que pude. Me encantaba sentirme sexy, y más si era por una chica que te miraba con deseo, como lo hacía Miriam. Nos conocimos cuando empecé en esta empresa, fue la que me enseñó las salas, y la que me invitó a las primeras cañas después de una jornada. Nos caímos bien, y una cosa llevó la otra. Después de una caña, fue una cena con vino, seguida de confesiones en la segunda copa en un local cercano, y el primer beso desesperado en la puerta de mi piso mientras abría torpemente la puerta. No éramos pareja ni mucho menos, simplemente no lo pasábamos bien cuando nosotras queríamos. Éramos libres, sin compromiso, y sin explicaciones.
Al salir del ascensor, antes de pisar la calle, oí mi móvil, lo saqué de mi bolso y contesté.

-¡Hola Alba! ¿Comemos?
-Hola amiga... pues como no me lo traigas al hospital...
-¿Cómo? (Pregunté parándome en el medio de la calle) ¿Estás bien?
-Sí, si... yo sí. (Respiré) Los guiris, que no saben hacer fotos desde el suelo y tienen que subirse a sitios imposibles, y no aprenden hasta que se caen y se hacen una brecha en una pierna. (Me reí cuando lo dijo todo del tirón) Y aquí estoy, en urgencias...
-Va, no te quejes. Compro unos sándwiches y te vengo a hacer compañía.

Me dio las gracias y me mando besos antes de colgar, me mandó la ubicación y me dirigí hacia allí, paré antes de llegar para comprar la comida, y a los pocos minutos me senté en la sala de espera junto a ella, y una mujer inglesa, la cual tenía el marido aun en la sala de curas.

-¡Ay! ¡Has traído postre!

Me reí cuando sacó de la bolsa el paquete de chocolatinas que había comprado, eran sus favoritas. Se le iluminó la cara cuando lo vio, la conocía y sabía que estaría preocupada por el hombre, y un poco agobiada, pero por suerte tiene un jefe de lo mas comprensible y le comentó que no era la primera vez que pasaba y que se calmara porque no sería la última. Le dio la tarde libre de más excursiones para que se encargara de la pareja y los atendiera personalmente. Y eso estaba haciendo, y yo a su lado, como siempre.

-¿Familiares del Sr. Filler?

Nos levantamos de la silla, y nos acercamos hacia el doctor, alto, moreno, muy guapo. Lo observé detenidamente mientras hablaba, y le comentaba a la mujer del paciente que le había ocurrido al señor.

-Ahora mi enfermera lo traerá y podrán irse a descansar. (Terminó diciendo sonriente)

La mujer le agradeció, mientras Alba y yo le sonreímos, pero esa sonrisa nos duró hasta que vimos al sr. Filler traído por la enfermera.

-No. Te. Creo.

Di un codazo a Alba mientras intentaba tragar el nudo que tenía en la garganta. Esta vez no podía salir corriendo, ni esconderme entre la multitud, estábamos a unos pasos de ella, de nuevo delante de nosotras, como hacía ya unos días nos pasó en aquel local. Sus ojos se volvieron a encontrar con los míos, creí dejar de respirar unos instantes, hasta que la tuve delante y fue ella de nuevo quien dio el primer paso.

-Aquí está, sano y salvo.

La señora rio, le dio las gracias con su español chapurreado.

-Y vosotras, ¿Qué hacéis por aquí?

Preguntó Malú mientras nos daba un par de besos. Que bien olía. No había cambiado su colonia. Desde la universidad. Cuantos recuerdos. Cuantos momentos vividos.

-Soy su guía aquí en Madrid (comentó Alba), y Vanesa a terminado su turno en la discográfica y ha venido a acompañarme.

Asentí mientras continuaba mirándola, me sonrió y apartó sus ojos de los míos.

-Bueno, pues ya podéis iros. Reposo durante un par de días y listo.
-Así lo harán, yo me encargo (le contestó mi amiga sonriente).
-Perfecto, os dejo, me voy a cambiar que ya va siendo hora de ir a comer.
-¡Mira! Eso mismo me estaba diciendo ahora Vanesa.

Dejé de mirar a Malú y me giré hacia Alba, ¿Qué dice? ¡La mato!

-¿Yo? (Le pregunté)
-¿Aun no habéis comido?
-No...

Quise contestarle yo, pero Alba fue más rápida y habló sin filtro. ¿Cómo que no habíamos comido? ¡Alba!

-Vaya... Si queréis podemos ir a un bar cercano y partimos algo. ¿Cómo lo veis?
-¡Uy! (Dijo Alba) A mí me encantaría... además, me muero de hambre... Pero claro, (señaló a la pareja de guiris que estaba a punto de salir por la puerta) tengo trabajo.

Se despidió de Malú con un par de besos, y allí nos dejó. Si las miradas matasen, Alba estaría ahora mismo rodeada de médicos intentando salvar su vida. Pero claro se fue, sonriéndome, y guiñándome un ojo, respiré hondo y me giré hacia Malú.

-¿Vamos?

El pasado nos aguantaOnde histórias criam vida. Descubra agora