Adicción

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Advertencia: Alto contenido sexual, violencia, uso de drogas, entre otros.

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Sacó el papel arrugado de su bolsillo y verificó la dirección una última vez, asegurándose de estar en el edificio correcto y memorizando el número del departamento de su cliente. Arrojó la colilla de su cigarro al suelo y la apagó con la suela de su zapato recién lustrado, aclaró su garganta, se echó un chicle de menta en la boca y entró al edificio color verde botella con tranquilidad, masticando lentamente, repitiendo la misma rutina de cada vez.

Era un cliente nuevo, cuando recibió su llamada se oía algo asustado y desesperado, nervioso hablaba en voz baja como si lo espiaran. "Debe ser nuevo en esto" pensó Seungcheol ignorando los llantos de bebé provenientes de algunos departamentos y los gritos de adultos provenientes de otros. Departamento número 29. Golpeó tres veces con sus nudillos, haciendo un sonido hueco en el pasillo vacío, y 3 minutos exactos después (miró su reloj) la puerta se abrió. Un pestillo, la llave giró y se abrió lentamente solo unos centímetros, dejándole ver un ojo asustado y cansado. Seungcheol alzó una ceja, el ojo bajó hasta encontrarse con el maletín en su mano izquierda y cerró la puerta, un último pestillo se abrió y la puerta se abrió finalmente revelando a su nuevo cliente.

"¿Una mujer?" pensó al ver la larga camiseta holgada que cubría más de la mitad de su cuerpo y el cabello negro, largo y despeinado que cubría casi todo su rostro, "No, es un chico" aseguró al analizar más sus facciones. Este no dijo nada, solo le hizo un gesto con la cabeza indicándole que entrara, y así lo hizo Seungcheol, mirando una vez más a ambos lados del pasillo asegurándose que no hubiese nadie.

El lugar era un desastre. Apenas iluminado por la luz que se colaba entre las persianas, el pequeño departamento se teñía de un naranjo nostálgico que le hacía sentir algo incómodo. Había papeles por todos lados, esparcidos por aquí y por allá, sillas sobre la mesa con las patas hacia arriba, fotos y documentos, cajas por donde mirara; perdió de vista al chico en una habitación al final de un pasillo estrecho y oscuro, se dedicó a observar la sala. Podía divisar la cocina desde ahí, con platos y cosas sin lavar desde hace quién sabe cuánto. Miró la hora en su reloj de pulsera cuando el chico volvió lentamente con algo en sus manos: dinero.

Lo tomó entre sus dedos y contó los billetes perfectamente doblados, contrastantes con el desorden de ese lugar silencioso. Lo miró alzando una ceja – Hay más de lo acordado – dijo, estirando su mano con los billetes sobrantes. Su trabajo no tenía absolutamente nada que ver con estafar gente, no le interesaba robar más del precio acordado. El chico negó con la cabeza.

- Tengo una petición... - habló casi en un susurro, con una voz nasal que contrastaba un poco con su apariencia femenina.

- No hago ofertas ni tratos especiales – respondió con voz tranquila, pero firme. El chico frente a él acomodó algo de cabello detrás de su oreja.

- Quédate aquí hasta que la use, 5 minutos y puedes irte.

Seungcheol lo miró serio, algo descolocado. El chico no lo miró en ningún momento a los ojos, escondiéndose detrás del cabello negro y enmarañado como si estuviese asustado, pero lo que decía era cierto. El trato que pedía era cierto.

- Como quieras, es tu dinero – aceptó Seungcheol encogiéndose de hombros, siguiendo al chico a la habitación en la que se había perdido momentos antes - ¿Cuál es tu nombre?

- Jeonghan – respondió apenas y Seungcheol asintió, dejando el maletín sobre la cama.

- Un gusto trabajar contigo, Jeonghan.

El acuerdo [JeongCheol]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ