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Un año estando casado y mi vida no podría haberse vuelto más aburrida. Apenas doce meses conviviendo y junto a Dominic habíamos caído en la peor de las rutinas; él trabajando junto a mi padre y yo haciendolo desde casa, almorzando por separado y cenando juntos en el mismo estúpido restaurante por las noches.

Yo trataba, juro que trataba que las cosas fueran mejores, pero simplemente no funcionaba. Las muchas cosas que no teníamos en común eran el principal inpedimento para lograr encontrar algo que nos gustase hacer juntos.

Eso y el hecho de que yo seguía estupidamente enamorado de otro tipo.

Dominic no era malo, por el contrario, era una persona maravillosa, respetuoso, atento y un completo caballero. Todo lo contrario a lo que estaba acostumbrado; para mí no era suficiente.

Era la noche del miercoles y como ya es costumbre, estaba esperando a que Dom llegara para poder salir a cenar. Vestía completamente de negro mientras caminaba al rededor de la piscina, bebiendo un poco de vino y pensando en lo triste que era mi matrimonio. Mi celular vibró dentro de mi bolsillo anunciando un mensaje de texto, fruncí el ceño cuando vi que era de parte de mi esposo.

«Te ves hermoso. Te amo ♡»

Rodé los ojos exasperado, acostumbrado -y cansado- a los mensajitos cursis y empalagosos antes de girar y poner una falsa sonrísa en mi rostro. Dominic estaba de pie en la puerta que llevaba al interior de la casa, mirandome embobado, como si fuese la cosa más maravillosa en el mundo.

—Hey —saludó mientras llegaba junto a él. Su brazo rodeó mi cintura y giré mi rostro para que su beso cayera en mi mejilla.

—Hola, Dom —sonreí y besé su mejilla tambien.

—¿Estás listo? —preguntó tomando mi mano y llevandome dentro. Bebí lo que quedaba de vino de un solo trago y asentí. Dominic subió a cambiar su camisa y quince minutos más tarde salimos rumbo a cenar.

Llegamos no mucho tiempo después y como ya era costumbre, Dom abrió la puerta del auto para mí. La encargada de asignar las mesas nos sonrió como cada noche y nos escoltó a la misma mesa, ubicada discretamente al final del salón. La cena transcurrió tranquila, entre los comentarios de mi esposo sobre los asuntos de la empresa y la proxima cena de socios a la que teníamos que asistir.

—Tengo ganas de bailar, —dije en medio del postre, buscando mejorar la noche un poco —¿Te parece ir a algún club?.

El ceño de Dominic se frunció e inclinó ligeramente su cabeza, pensando en si mi comentario iba en serio.

—¿Un miercoles por la noche? —preguntó —Aun tengo que trabajar mañana, Liam.

—Lo sé, pero casi eres el jefe, no creo que haya problema si llegas un poco tarde.

—No creo que sea buena idea, mejor esperamos hasta el sábado.

—Por favor, —rogué poniendo ojitos de cachorro —Prometo que volveremos temprano.

Meditó por unos minutos y estaba seguro que se negaría, el tipo era completamente aburrido. Pero yo necesitaba hacer algo más que leer un libro antes de dormir. Tomé su mano por encima de la mesa y volví a pedir por favor mientras la llevaba a mis labios y besaba su palma.

—De acuerdo. —aceptó y se inclinó a dejar un pequeño besito en mis labios.

Sonreí y volví a terminar el postre. Cuando estuvimos en la puerta listos para irnos me detuve al recordar que había olvidado mi saco en la silla vacía junto a dónde había estado sentado.

El Malo  »ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora